sábado, 1 de junio de 2013

Pensando en voz alta

LO “PASTORAL”
             Muchas veces sale el tema pastoral cuando hablamos de la labor docente, litúrgica, de oración…, hacia los fieles católicos.  Los protestantes llaman a sus dirigentes: “Pastor”.  Francisco, papa, ha dicho a los sacerdotes que tienen que oler a ovejas.  Precisamente está tocando de frente el tema pastoral.
             El pastor de ovejas vive la vida con las ovejas. En los grandes apriscos duerme también con las ovejas. Saca a pastar a los rebaños, los conduce a buenos pastos, como dice el Salmo.  Y si bien es verdad que los animales ya tienen el instinto de no comer lo que no deben comer, también el pastor ha de conducirlos donde no haya peligro.
             Y si hablamos de lugares peligrosos, de espacios donde puedan dispersarse tanto las ovejas que no las pueda tener bajo su honda, el pastor procura evitar cuanto sea peligroso o menos conveniente para las ovejas.

             El Pastor en la Iglesia es el que sabe llevar a las ovejas a pastos buenos, dosificar las estancias en un prado, cuidar que ninguna se le escabulla.  Por eso no es bueno el pastor que pone en riesgo la permanencia de las ovejas en un paraje determinado, el que quiere “lo mejor” para ellas pero sabiendo que no “en lo mejor” según él, sino respetando el instinto de los animales, que son mucho más capaces de detectar los peligros antes que el mismo pastor.
             El Pastor que se emociona tanto al hablar a sus feligreses que pierde el sentido del tiempo, está haciendo un mal servicio, porque unos se le irán, otros no volverán.  El Pastor  que se sube a las alturas, que sus feligreses ni entienden, ni a ellos les ayuda, podrá escuchar la consabida frase: “¡qué boca de Padre!”, pero no podrán decir ni una sola idea de lo que han escuchado.  El Pastor que no mide las necesidades de tiempo y de paz para participar de las acciones litúrgicas… (que tal pastor disfruta mucho pero que las ovejas no apetecen), necesita una de dos: o él cambia (porque se debe a sus ovejas), o va muy lenta y respetuosamente enseñando, adaptando, calibrando, sopesando…, hasta saber dónde y cómo les va a ofrecer el pasto que les alimente y no les empache.
             Caemos los pastores en el absurdo error de pretender ser nosotros quienes “enseñamos” y decidimos por los demás.  En realidad el pueblo fiel tiene su pedagogía innata y también nos enseña mucho a los pastores.  Y sólo cuando el pastor huele a oveja, será cuando acierta en su labor y hace bien su obra.  Ni quedarse corto, ni excederse…, ni tampoco convertirse en borrego… Pero tampoco en el que “manda”.  Porque “entre vosotros, el que manda sea el servidor de todos”.  Que los que tiranizan son los reyes de las naciones.
             Y mucho ojo: que los pastores del momento presente y en las circunstancias actuales, no siempre son eclesiásticos o clérigos. Y no sabe uno si los líderes seglares llegan siempre a saber ser buenos pastores, con prudencia y con humildad…, con discernimiento suficiente, en su sitio (que es muy amplio, pero no es toda la pradera), con conocimiento debido sobre la realidad de las otras personas (que bien hay que contar con que todos no tienen ni las mismas características, ni las mismas apetencias, ni son todos iguales, ni a todos les va igualmente cualquier prado).
             He hecho esa salvedad porque también ahí hay que oler a oveja, y saber que el rebaño es muy distinto de aprisco a aprisco.

             En resumen, y se hable de quien se hable, en la casa del Padre hay muchas estancias.  Un día me decía una joven, atiborrada por la forma en que se llevaba una liturgia: “he estado para levantarme y pedir que me dejen un rato para orar”

Yo suelo hablar desde el ambón observando los movimientos de los fieles.  Cuando “se multiplican” (se asoma uno por el hueco que deja la cabeza del otro), sabe uno que ha captado la atención. Cuando los fieles empiezan a bajar la cabeza o moverse o surgen los carraspeos, está uno cansándolos. Cuando alguien se levanta ostentosamente y se va, es que lo que he dicho ha molestado. Cuando “mi reloj interior” me advierte que ya está bien…, “abreviar la faena” como los expertos toreros, y acabar.  Y cuando desde la atalaya de mi confesionario estoy viendo a los fieles ante aquella forma de otro pastor que les está aburriendo, y que incluso expresan que “ya no vuelvo más”…, también saco mis lecciones para que a mí no me pase.   Al menos son “signos” que favorezcan una más acertada acción pastoral.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!