domingo, 2 de junio de 2013

Fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

CORPUS
             La Iglesia celebra hoy el día del SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO.  Si el Jueves Santo fue el día en que Jesús hizo el inmenso don de su vida, adelantándose al Viernes de su muerte, y lo hizo con el pleno sacrificio de entregar su Cuerpo a la muerte, y derramar su Sangre hasta la última gota, hoy retoma la Liturgia el mismo hecho pero en esa mirada gozosa de adoración y culto al Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Eso que se sintetiza tan fácilmente en la idea del SANTÍSIMO.  Ahí queda dicho todo.
             Pero, por decirlo así, no todo. Porque la pedagogía consiste en desdoblar un hecho esencial e irlo “explicando” para que se sepa de qué se está tratando y qué consecuencias tiene.  Por eso las lecturas nos van a ir llevando primero por el personaje misterioso que aparece en el Antiguo Testamento: Melquisedec, rey y sacerdote del Altísimo, que ofreció pan y vino, y bendijo a Abrahán (con ser Abrahán el padre de la fe del pueblo de Dios). E incluso Abrahán le ofreció el diezmo de todo. No volverá a salir ese personaje nunca más, pero esa aparición marcará definitivamente el sentido del sacerdocio.
             Y ese sacerdocio viene a tener su plenitud en Cristo, Sacerdote según el rito de Melquisedec, pero revestido ya de un sentido de eternidad, porque el ofrecimiento de Jesús es ya un ofrecimiento para siempre. En el Evangelio de la Misa de este día aparecerá Jesús multiplicando los panes y los peces (pan y pez serán ya símbolo eucarístico en la iconografía cristiana; pan y pescado es lo que encuentran preparados los apóstoles tras la segunda pesca milagrosa en el lago, tras la resurrección), y con ello quedará anunciado, prometido y presagiado el momento culminante de la vida nueva del Reino de Dios.  Y eso lo describe la 2ª lectura de hoy, en la que Pablo trasmite lo mismo que él ha recibido (no hay invención suya ni corte histórico de un hecho substancial): que Cristo, la noche de su Pasión, tomó pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. Lo mismo hizo con la copa después de cenar: Esta copa es la nueva alianza sellada con mi Sangre; haced esto –cada vez que lo bebáis- en memoria mía.
             Esta realidad impresionante es la que vivimos hoy y solemnizamos en esta fiesta del CORPUS.
             Pero lo que Jesús hizo fue para que cada vez que lo hagáis, proclaméis mi muerte hasta que yo vuelva.  Y en el rito eucarístico se repite ese gesto de “PARTIR EL PAN”, que tenía su origen en ese hacer partícipes a otras comunidades de esa misma eucaristía mía…  Y eso nos lleva a la exigencia intrínseca de la Eucaristía que es partir, compartir y repartir.  Por eso lo que hoy ha hecho la Iglesia, a través de CARITAS es proporcionarnos un medio posible de nuestro partir, compartir y repartir de nuestros mismos bienes. O por decirlo así, de nuestro propio cuerpo y sangre, transfundir un poco de vida a quienes están necesitados para sobrevivir.

             Hoy podremos alegrarnos de vivir esta fiesta clave de la vida cristiana; hoy podremos acompañar al Santísimo por la calles de Málaga, al modo que aquellas muchedumbres seguían a Jesús por donde fuera. Hoy podremos sentir el verdadero sentido de una “procesión”, que es acompañar a Jesús en su misma esencia y dirección.  Pero todo eso ha de ir unido a esa otra procesión de tantos cuerpos necesitados de un acompañamiento vital…, y de encontrarnos con la otra forma “sacramental” de presencia de Jesús: dando de comer al hambriento, dando vestido al que está desnudo. Porque eso a mí me lo hacéis.

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