miércoles, 10 de diciembre de 2014

ZENIT, 10 dic.: Sobre el Sínodo de Obispos

sobre la familia, comenzando a explicar la Asamblea de los Obispos
 10 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - Queridos hermanos y hermanas,
hemos concluido un ciclo de catequesis sobre la Iglesia. Damos las gracias al Señor que nos ha hecho este camino redescubriendo la belleza y la responsabilidad de pertenecer a la Iglesia, de ser Iglesia todos nosotros. Ahora iniciamos una nueva etapa, un nuevo ciclo sobre el tema de la familia, que se inserta en este tiempo intermedio entre dos Asambleas del Sínodo dedicados a esta realidad tan importante. Por eso, antes de entrar en el recorrido sobre los distintos aspectos de la vida familiar, hoy deseo comenzar precisamente desde la Asamblea sinodal del pasado mes de octubre que tenía este tema: “Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la nueva evangelización”. Es importante recordar cómo se ha desarrollado y qué ha producido, cómo se ha desarrollado y qué ha producido.
Durante el Sínodo, los medios de comunicación han hecho su trabajo --había mucha expectativa, mucha atención-- y les damos las gracias porque lo han hecho también con abundancia, muchas noticias, muchas. Esto ha sido posible gracias a la Sala de Prensa, que cada día ha hecho un briefing. Pero a menudo la visión de los medios era un poco del estilo de las crónicas deportivas o políticas: se hablaba a menudo de dos equipos, a favor y en contra, conservadores y progresistas, etc. Hoy quisiera contar lo que ha sido el Sínodo.
En primer lugar he pedido a los Padres sinodales hablar con franqueza y valentía y escuchar con humildad. Decir todo lo que tenían en el corazón, con valentía. En el Sínodo no ha habido censura previa. No ha habido. Cada uno podía, es más, debía, decir lo que tenía en el corazón, lo que pensaba sinceramente. Pero, padre, esto dará discusión. Pues claro. Lo hemos escuchado cómo han discutido los apóstoles. Dice el texto, ha salido una fuerte discusión, pero gritaban entre ellos. Los apóstoles, sí, porque buscaban la voluntad de Dios sobre los paganos, si podían entrar en la Iglesia o no. Era algo nuevo.
Siempre cuando se busca la voluntad de Dios en una Asamblea sinodal hay distintos puntos de vista, y hay discusión, y eso no es feo. Siempre que se haga con humildad y ánimo de servicio a la Asamblea de los hermanos. Habría sido mala la censura previa. No, no. Cada uno tenía que decir lo que pensaba.
Después de la Relación inicial del cardenal Erdö, ha habido un primer momento, fundamental, en el que todos los Padres han podido hablar y todos han escuchado. Es edificante esa actitud de escucha que tenían los Padres.  Un momento de gran libertad, en el que cada uno ha expuesto su pensamiento con parresía y con confianza. En la base de las intervenciones estaba el “Instrumento de trabajo”, fruto de la consulta precedente de toda la Iglesia. Y aquí debemos dar gracias a la Secretaría del Sínodo por el gran trabajo que ha hecho, tanto antes como durante la Asamblea. Realmente han sido muy buenos.
Ninguna intervención ha puesto en discusión las verdades fundamentales del sacramento del matrimonio, ninguna intervención:  la indisolubilidad, la unidad, la fidelidad y la apertura a la vida. Esto no se ha tocado.
Todas las intervenciones han sido recogidas y así se ha llegado al segundo momento, es decir, un borrador, que se llama la Relación después de la discusión. También esta Relación ha sido preparada por el cardenal Erdö, articulada en tres puntos: la escucha del contexto y de los desafíos de la familia; la mirada fija en Cristo y el Evangelio de la familia; la confrontación con las perspectivas pastorales.
Sobre esta primera propuesta de síntesis se ha desarrollado la discusión en los grupos, que ha sido el tercer momento. Los grupos como siempre, estaban divididos por lenguas, porque es mejor así, se comunican mejor: italiano, inglés, español y francés. Cada grupo al final de su trabajo ha presentado una relación, y todas las relaciones de los grupos se han publicado en seguida. Todo se ha dado, había transparencia. Para que se supiera lo que pasaba.
En ese punto --es el cuarto momento-- una comisión ha examinado todas las sugerencias surgidas en los grupos lingüísticos y se ha hecho la Relación final, que ha mantenido el esquema precedente --escucha de la realidad, mirada al Evangelio y compromiso pastoral-- pero ha tratado de incorporar el fruto de las discusiones en los grupos. Como siempre, se ha aprobado también un Mensaje final del Sínodo, más breve y más divulgativo respecto a la Relación.
Este ha sido el desarrollo de la Asamblea sinodal. Alguno de vosotros puede preguntarme, ‘pero padre, ¿han discutido los Padres’  No se si han discutido, pero que han hablado fuerte sí, realmente ¿eh? . Y esta es precisamente la libertad que hay en la Iglesia. Todo ha sucedido ““cum Petro et sub Petro”, es decir, con la presencia del Papa, que es garantía de libertad y de confianza para todos, y garantía de la ortodoxia. Y al final con mi intervención di una lectura sintética de la experiencia sinodal.
Por tanto, los documentos oficiales salidos del Sínodo son tres: el Mensaje final, la Relación final y el discurso final del Papa. No hay otros.
La Relación final, que ha sido el punto de llegada de toda la reflexión, desde las diócesis hasta ese momento, ahora se ha publicado, ayer se ha publicada y se envía a las Conferencias Episcopales, que la discutirán en vista de la próxima Asamblea, la Ordinaria del 2015. Digo que ayer se ha publicado, se había publicado antes, pero ayer se ha publicado con las preguntas que se hacen a las Conferencias Episcopales, se convierte en Lineamenta del próximo Sínodo.  

Debemos saber que el Sínodo no es un parlamento, vienen representantes de esta Iglesia, de esta Iglesia… no es eso. Son representada sí, pero la estructura  no es parlamentaria, es totalmente diferente. El Sínodo es un espacio protegido para que el Espíritu Santo pueda trabajar; no ha habido confrontación entre facciones, como en el Parlamento que ahí es lícito, sino una confrontación entre obispos, que se ha dado después de un largo trabajo de preparación y que ahora proseguirá en otro trabajo, para el bien de las familias, de la Iglesia y de la sociedad. Es un proceso, es el camino sinodal normal. Ahora, esta Relatio vuelve a las Iglesias particulares y continúa en esas Igleeias, el trabajo de oración, reflexión, discusión fraterna para preparar la próxima Asamblea. Esto es el Sínodo de los Obispos. Lo confiamos a la protección de la Virgen, nuestra Madre. Que Ella nos ayude a seguir la voluntad de Dios tomando las decisiones que ayuden más y mejor a la familia. Os pido que acompañéis este recorrido sinodal, hasta el próximo, con la oración. Que el Señor nos ilumine, nos haga ir hacia la madurez de lo que debemos decir a todas las Igleias como Sínodo. En esto es importante vuestra oración.

1 comentario:

  1. ╔═══════════════╗
    ☻San Dámaso I, papa ☻
    San Dámaso I, papa, que en los difíciles tiempos en que vivió, reunió muchos sínodos para defender la fe de Nicea contra cismas y herejías, procuró que san Jerónimo tradujera al latín los libros sagrados y veneró piadosamente los sepulcros de los mártires, adornándolos con inscripciones.
    El «Liber Pontificalis» afirma que san Dámaso era español. Tal vez era de origen español, pero, según parece, nació en Roma, donde su padre era sacerdote. San Dámaso, que no se casó nunca, llegó a ser diácono de la iglesia de su padre. Cuando murió el papa Liberio en el 366, Dámaso fue elegido obispo de Roma, a los sesenta años de edad, aproximadamente.
    El historiador pagano Amiano Marcelino afirma que el modo de vida de los prelados romanos constituía una tentación para los ambiciosos y dice que hubiesen hecho bien en imitar la sencillez del clero de las provincias. Es indudable que, en tiempos de san Dámaso se procedía con cierta pompa en la corte pontificia, pues, según cuenta san Jerónimo, un pagano llamado Pretextato, que era senador romano, dijo al santo: «Si me haces obispo de Roma, me convertiré mañana mismo al cristianismo». Esta observación de un pagano prueba cuán necesaria es la moderación a quienes desean dar testimonio del espíritu evangélico. Como quiera que sea, esta crítica no se aplica a san Dámaso, ya que san Jerónimo, que fue su secretario y le conocía bien, ataca severamente el lujo de ciertos prelados en Roma y no habría dejado de mencionar al papa si le hubiese creído culpable de la misma falta. Lo cierto es que las críticas de san Jerónimo eran tan justificadas que, el año 370, Valentiniano prohibió a los miembros del clero que indujesen a las viudas y huérfanos a que les hiciesen regalos o les dejasen legados. San Dámaso aplicó estrictamente ese decreto.
    El santo Pontífice tuvo que combatir varias herejías. Pero el año 380. Teodosio I en el Oriente y Graciano en el Occidente proclamaron que el cristianismo, tal como lo practicaban los obispos de Roma y Alejandría, era la religión del Imperio. Además, Graciano, atendiendo a la petición de los senadores cristianos apoyados por san Dámaso, suprimió el altar de la Victoria en el senado y renunció al título de Pontífice Máximo. Al año siguiente, se reunió el segundo Concilio Ecuménico (primero de Constantinopla) y el papa envió representantes. Pero de todos los actos de san Dámaso, el más benéfico y cuya influencia se deja sentir todavía en nuestros días, fue el haber patrocinado los estudios bíblicos de san Jerónimo, que culminaron con la traducción conocida con el nombre de «Vulgata». San Jerónimo cuenta que san Dámaso era versado en las Escrituras, «un doctor virgen de una Iglesia virgen».
    Teodoreto dice que «fue ilustre por la santidad de su vida y estaba siempre pronto a predicar y a hacer cualquier cosa en defensa de la doctrina apostólica». También se recuerda a san Dámaso por su solicitud hacia las reliquias y sepulcros de los mártires. San Dámaso murió el 11 de diciembre de 384, cuando contaba unos ochenta años. Él mismo había mandado poner en la «cripta pontificia» del cementerio de San Calixto un epitafio genérico, que termina así: «Yo, Dámaso, hubiese querido ser sepultado aquí; pero tuve miedo de ofender a las cenizas de los santos». Así pues, fue sepultado, junto con su madre y su hermana, en una iglesia que él mismo había construido en la Vía Ardeatina. Uno de los epitafios que se conservan, es precisamente el que san Dámaso escribió para su propia tumba; en él hace un acto de fe en la resurrección de Cristo y en la suya propia: «El que anduvo sobre las aguas y calmó la tempestad, el que da vida a las semillas de la tierra, el que rompió las cadenas de la muerte y, al cabo de tres días de oscuridad, fue capaz de hacer volver al mundo superior al hermano de Marta: El mismo hará que Dámaso resucite del polvo».

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