02 dic.: Comenzamos por el LUGAR

NAZARET Y MARAVILLAS DE DIOS

            Aunque sea un poco de vuelta atrás, quiero situar el lugar donde el ADVIENTO llegó a entrar de lleno…, porque así lo determinó Dios. Pudo elegir a Jerusalén, la Gran Ciudad, y hubiera sido “muy lógico” con un pensamiento judío y humano. Podría haber sido Cafarnaúm, emporio comercial de indiscutible influencia para toda Palestina. Pero fue NAZARET que, aunque San Lucas la llame “ciudad”, de hecho era una aldea pobre. El nombre de nazarenos dado a los cristianos palestinenses del siglo I era sin duda irónico y despectivo, y en tal sentido el nombre de Jesús se acompañó con el título «de Nazaret», que en nada lo favorecía. Era un lugar insignificante situado en los montes de la Baja Galilea, un pueblo tan oscuro que nunca lo menciona el Antiguo Testamento

Históricamente hay noticias leves de esa aldea en el 221 antes de Cristo, pero en historia posterior ni siquiera se llega a encontrar un lugar exacto que la sitúe, porque lo más cercano y posible es Séforis. «Nazaret» no es mencionada por historiadores o geógrafos del primer siglo de la era común. Tampoco se menciona en las epístolas de San Pablo, ni la literatura temprana de los rabinos.

Flavio Josefo menciona 45 ciudades y aldeas pero Nazaret no está incluida. La ciudad que menciona más cercana a la localización actual de Nazaret es Japha.

¿Por qué me he detenido es esos datos? Porque lo que maravilla es que la Historia de la Encarnación-Redención venga a comenzar en un punto perdido de la geografía del Pueblo de Dios. Lo que maravilla es que una aldeana de ese villorrio venga a ser la muchacha en la que Dios puso sus ojos. Lo que deja el alma ancha y la confianza plena abierta es que la más grande historia de la humanidad, la única que sigue siendo actual al cabo de veinte siglos ya cumplidos, es que Dios es quien toma la iniciativa, y lo hace a su manera, y no necesita apoyaturas de propagandas ni marketing para realizar una obra de tal envergadura como fue el paso de Dios en su venida al mundo nuestro. [Y estamos hablando de la Tierra, un planeta también insignificante en el cosmos]. El salto de Dios no tiene comparación. No hay forma religiosa ni creencia que haya sido capaz de proponer un hecho tan excepcional, tan sublime y tan cercano (al mismo tiempo) como la de Dios, el eterno, el trascendente, el Altísimo, que un día se asoma a las ventanas del Cielo y ve una humanidad destrozada por el propio egoísmo, y ese Dios se decida a meterse en la charca para sacar del estiércol al hombre caído.

Nada menos se está hablando cuando pronunciamos la tan manida expresión de “adviento”, casi como unas semanillas especiales al cabo del año, en que se habla de “conversión”, “penitencia”, “expectación”…, para quedar –la mayoría de las veces- en un período volátil que se pasa.

Sin embargo ADVIENTO es un momento reventón en la historia de la humanidad. Se dice en “la historia sagrada” porque –pedagógicamente- Dios lo incluyó y redujo inicialmente a un pequeño pueblo de Palestina –el pueblo hebreo, el pueblo judío-, para concentrar la fuerza de sus promesas, pero que afectaría a la humanidad entera, en la que estamos incluidos. Si hoy podemos vivir esa expectación, y buscamos llegar a una experiencia del Adviento, es porque sigue vivo en nosotros y queremos romper la rutina… No puede pasar de largo este adviento. Hemos de zambullirnos en su sentido: tenemos que anhelar la llegada de Jesús, en quien se verificará que habitará el lobo con el cordero, la pantera con el cabrito, el novillo con el león, la vaca con el oso… Será cuando el niño pueda jugar con el áspid y meter la mano en el escondrijo de la serpiente, porque no habrá estrago en todo mi monte santo. Aquel día la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos y será gloriosa su morada. Aquel día el Señor tenderá su mano otra vez para rescatar al resto de su pueblo.