viernes, 12 de diciembre de 2014

12 diciembre: JOAQUÍN, ANA y JOSÉ

El sacrificio del adviento  
          EL adviento de Joaquín y Ana había tenido unas connotaciones difíciles. Se les había presentado con un caso inimaginable por ellos, que se les hacía –en principio- problema. María era de fiar. La historia que contaba María se salía de todo lo razonable y dejaba un reflejo semejante a fantasía: Ha venido Dios a esa niña…; le ha hablado Dios…, le ha dicho que va a concebir al Enmanuel…, y aparece el Espíritu Santo y ese Espíritu de Dios actúa en ella… Muy sublime y humanamente muy inverosímil. Y, sin embargo, Myriam no es una niña que invente historias, ni tales inventos caben en un alma tan limpia y tan sensata.
          Myriam prefirió retirarse y dejar solos a sus padres, que ya tenían bastante con digerir aquello. Ella estaba muy serena y sabiendo que lo que había contado era una verdad sin añadidos.
          Joaquín y Ana –que esperaban la liberación de Israel- y que muy bien conocían la historia de aquel Pueblo y las actuaciones de Dios en ese Pueblo de su propiedad, van recorriendo páginas, promesas de Dios, profecías…, y esa realidad repetida de las grandes sorpresas y maravillas de Dios. Y concluyen que ellos no pueden ser obstáculo a una nueva manifestación de Dios, aunque a duras penas pueden asimilar que esa maravilla les toque tan cerca y tan fuera de todo lo humano. Pero es un hecho al que no se puede oponer resistencia.
          Llamaron a María y con humildes corazones que acatan los designios misteriosos y sorpresivos de Dios, le expresan su preocupación por José. Que si a ellos se les hace difícil la acogida de esa historia, ¿qué se le puede decir a José, prometido para una boda y teniendo todo un mundo de ilusiones de su casamiento con María? ¿Quién y cómo puede decírselo? Joaquín sabe que le toca a él dar la cara, pero ¡qué momento más duro le espera!
          La tarde aquella se hacía interminable con un mar de imaginaciones, pensamientos de admiración y oración a Dios, también de rendidos agradecimientos a Dios porque se había fijado en ellos. Todo entremezclado con temores e incertidumbres. José vendría seguramente esa tarde y había que hacerle saber aquella nueva.
          Cuando apareció José, todo ilusionado con el deseo de ver a su novia, notó pronto que pasaba algo que rompía la espontaneidad de cualquier otro día. Quiso pasarlo por alto como un pensamiento vacío. Pero pronto se encontró con la realidad. María y Ana hacían un prudente mutis, y Joaquín enfrentaba el duro momento de explicarle a José la novedad que se había presentado esa mañana. Partiendo del supuesto –fue lo primero que dejó claro Joaquín- que María no se había apartado de la casa en todo el día, y que seguía siendo la muchacha sincera y veraz de siempre.

          Luego comunicó el misterio a José, que no tuvo palabras para intervenir. José escuchó con toda atención, perplejidad y abatimiento interior. No sabía qué decir. No quería decir nada. Le había caído una losa encima. Ya nada era como hace un rato cuando él llegó lleno de ilusiones. ¿Dudar de María? No quería. Pero el pensamiento vuela y la imaginación construye fantasmas. ¿No dudar? Y sin embargo había un hecho que le acababan de comunicar: Myriam estaba encinta. Lo que se le escapaba a él era aquella misteriosa intervención de Dios. ¿O era que Dios se había interpuesto en su vida y María ahora ya pertenecía a Dios en totalidad? Bajó la cabeza, hundió su barba en el pecho. No podía decir nada. Pero era evidente que todo había cambiado con un giro completo que daba vértigo.

2 comentarios:

  1. ╔═════════════════════════════════════════════════════╗
    Santa Juana Francisca de Chantal
    ╚═════════════════════════════════════════════════════╝
    religiosa (1572-1641)
    Llevó una niñez y juventud propia de la nobleza a la que pertenecía. Era muy elegante, porte digno de cautivar a cualquiera: bondadosa, guapa, modesta, buena conversadora, rica en conocimientos y en piedad. Era una joven de su tiempo. Se enamoró locamente del barón Rabutín Chantal con el que se unió en matrimonio y al que amó con toda su alma. El barón supo corresponder a este amor. Cuando el barón estaba fuera de casa, parecía como si Francisca estuviera de luto. Cuando el baron llegaba, se arreglaba con las mejores galas, salía a recibirle y la alegría volvía a su rostro. Por ello cuando el Señor le pida el sacrificio de la vida de su esposo, ella le rogará con fuerzas: "Señor, pídemelo que quieras, estoy dispuesta a los mayores sacrificios con tal de que no te lo lleves". Y cuando murió lo lloró desconsoladamente durante mucho tiempo. Sus familiares y amigos creían que también ella iba a morir. Tanto fue lo que se desmejoró y enflaqueció que quedó reducida a los huesos.

    Francisca es una maravillosa ama de casa. Todos la quieren y la admiran. Educa cristianamente a sus hijos a los que ama más que a sí misma. Los criados depondrán en el proceso de su Beatificación: "La Señora sirvió a Dios a quien mucho amaba y practicaba la virtud continuamente, pero sin llamar la atención. A nadie molestaba con sus rezos. Era muy atenta y buena con todos".

    Las cruces no le faltarán nunca. Así no se apegará su corazón a las cosas de este mundo. En vez de refugiarse con su padre que la idolatraba o de quedarse en su palacio, decide marcharse al lado de su suegro que tiene un carácter déspota y agrio, como si fuera hecho de vinagre y hiel. Siete años a su lado, fueron cruces sin cuento las que hubo de sufrir la sensibilísima Francisca.

    No todo había de ser desconsuelo y mano dura de parte del Señor. El santo Obispo de Ginebra -S. Francisco de Sales- pudo decir de ella: "Hallé en Dijón -donde vivía Francisca- lo que Salomón no pudo encontrar en Jerusalén: hallé a la mujer fuerte en la persona de la señora de Chantal".

    El encuentro con San Francisco fue providencial. Iba un día montada a caballo y cerca de un bosque vio a un sacerdote venerable que rezaba fervorosamente su breviario. Poco después este mismo sacerdote vio en una especie de visión a una mujer joven, viuda, modesta. Un impulso interior le dijo que ésta sería el instrumento que el Señor le destinaba para la obra que pensaba llevar a cabo.

    Vino a predicar aquel sacerdote a Dijón. Éste era el obispo de Ginebra San Francisco de Sales, empieza a extenderse y a echar sus cimientos esta cieron. La santa empezó a dirigirse con él y él vio que la obra de Dios iba por buen camino. De modo prodigioso y como si fueran Florecillas de San Francisco de Sales empieza a extenderse y a echar sus cimientos esta obra de las Religiosas de la Visitación. A las afueras de Annecy, en una modesta casita, se reúne un grupo de mujeres que quieren seguir del todo a Jesucristo.
    Mucho hubieron de sufrir los dos santos. No faltaron habladurías y burlas, pero como era obra de Dios, la cosa siguió adelante. Un día la varonil Francisca se verá obligada a pasar por encima del cuerpo de su hijo que le impide siga la llamada de Dios. Mucho le amaba, pero era mayor el amor que sentía a su Dios. Por fin, el 13 de diciembre de 1641, cargada de buenas obras, la joven, la esposa, la viuda, la religiosa y la fundadora, partía a la eternidad. Sus hijas siguen su ejemplo.

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  2. José pudo sobrevivir a la noticia porque era un Hombre especial, predestinado también para favorecer la inserción del Hijo de Dios en la Historia.Descendiente de David," hijo de David"(Mt,1,20) , emparenta a Cristo con la estirpe de David, de la que Israel esperaba al Mesías. José no es el padre natural de Jesús, porque no le ha dado la vida, pero es el padre virginal del Hijo del Altísimo. Por mandato divino cumple una misión legal como padre: le da un nombre, lo inserta en su linaje, lo cuida y trabaja para procurarles el sustento a Él y a María, su Esposa. José es un Hombre justo, es decir: posee una virtud perfecta y una santidad que le va permitir convivir con el propio Hijo de Dios. Su justicia, penetra todo su ser mediante una total pureza de corazón y de vida y una total adhesión a Dios y a su voluntad. Jesús le llama padre, pero José sabe muy bien que no es su hijo, Jesús mismo se lo recordará:¿ No sabiáis que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?. Y, María es su esposa, pero José sabe que ella pertenece exclusivamente a Dios y la guarda para Él.

    San José ocupa un lugar importantísimo en la Iglesia; como custodio, como protector y como Modelo de todas las virtudes. Es Abogado de la buena muerte.

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