domingo, 7 de diciembre de 2014

07 dic.: 2º Adviento: CERCANÍA DE JESÚS

Esperanza que se toca  
          El 2º domingo de adviento abre las lecturas con una expresión muy tierna: Hablad al corazón de Jerusalén. Ya no es una palabra que se escuche con los oídos…, ,que se escuche como sermón… La palabra se está dirigiendo al mismo corazón de un pueblo, cuyo núcleo es Jerusalén. Hablar al “corazón de Jerusalén” es hablar al corazón de cada uno.
          Y lo que ese pueblo tiene que “oír con el corazón” esuna palabra de esperanza cierta y de exigencia también cierta: porque se acerca el Mesías Salvador, cada uno tiene que disponerle “el camino” para que el Mesías pueda entrar hasta las entrañas de ese pueblo, y realizar en ese pueblo las obras de Dios.
          ¿Qué se le pide a cada uno: que prepare los caminos, que los enderece. Que allane sus montículos, rellene sus baches, enderece sus curvas”. Ya ha pasado ese pueblo su gran purgación en el destierro; ahora toca abrir ese corazón a una novedad. Pero hay que abajar soberbias, durezas del corazón, traiciones a las llamadas de Dios… Hay muchos montículos de amor propio y orgullos que hay que terraplenar. Hay crestas que no se doblegan y siempre aparecen.
          Baches también los hay: las pasividades, las omisiones o pecado de no dar la talla a la que estamos llamados. Baches de justificaciones que se agazapan, de engaños sutiles bajo los que se esconde –de otra forma- el mismo amor propio que antes levantaba colinas…
          Caminos en zigzag, con demasiados disimulos, mentiras, medias verdades… Ese pecado tan simple, tan repetido y tan grave que deja vivir cada día en monotonía rutinaria con el de ayer, y sin dejar lugar a una introspección honrada que –por una vez- se mire la persona a sí misma, en vez de buscar fuera los porqués de esas “curvas” que hacen molesto el paso del Mesías.
          Cuando llega el Bautista –el evangelio de hoy- se presenta como esa voz de antes pero que ya señala la cercanía, la llegada inmediata de ese Mesías del que él ni merece ser su esclavo para desatarle la sandalia. Y aunque su predicación era fuerte y no se andaba con disimulos, y señalaba a cada estamento sus defectos y sus nuevos caminos a seguir, le venían gentes de toda Palestina porque hallaban un alivio en la sincera propuesta que hacía el hombre enjuto, penitente, honrado que vivía en el desierto y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
          Y venían a recibir un símbolo de purificación, un bautismo de agua, que les fuera como marca y exigencia de un cambio de sus vidas. Y del que el propio Bautista advertía que era el presagio de ese otro Bautismo que traería el Mesías, que es un bautismo de fuego.
          Nosotros estamos bajo ese fuego, bajo el bautismo cristiano, y por tanto con mucha mayor exigencia de enderezar caminos, porque ya se ha hecho realidad la llegada de Jesús. Y lo que el adviento litúrgico nos ofrece cada año es ese recordatorio purificador de los nuevos zigzag que se nos van metiendo como polvo del camino que se pega a los pies.

          Nuestro encuentro con Jesús es un hecho real en cada Eucaristía. Desde ahí nos habla Jesús al corazón… Y desde ahí ve perfectamente si nuestros caminos son rectos o si aún le quedan baches y colinas y demasiadas curvas que impiden que nuestra vida vaya derechamente ordenada a Dios. 

11 comentarios:

  1. San Juan el Silencioso o Hesicasta, monje y obispo

    En Palestina, san Juan el Silencioso, el cual, habiendo renunciado al episcopado de Colonia, en Armenia, vivió como monje en la laura de San Sabas, en humilde servicio a los hermanos y en áspera soledad y silencio.

    San Juan fue apodado «hesicasta», es decir, «silencioso», por su gran amor al silencio y el recogimiento. Nació al año 454, en Nicópolis de Armenia, de una familia en la que se contaban varios generales y gobernadores de aquella parte del imperio. Después de la muerte de sus padres, Juan, que no tenía más que dieciocho años, construyó un monasterio para él y otros diez compañeros. Bajo la dirección del joven superior, la pequeña comunidad vivía entregada a la devoción y al trabajo. Pronto adquirió san Juan gran fama de santidad y prudencia en el gobierno. Debido a ello, el arzobispo de Sebaste le consagró obispo de Colonia, en Armenia, a los veintiocho años de edad, muy contra la voluntad del joven. San Juan desempeñó durante nueve años las funciones episcopales; instruyó celosamente a su grey, se privó aun de lo más necesario para socorrer a los pobres, y conservó, en cuanto pudo, el severo régimen de vida del monasterio. Pero, incapaz de poner remedio a ciertos abusos y sintiéndose llamado al retiro, el santo decidió finalmente abandonar su sede. En vez de volver a Armenia, se dirigió secretamente a Jerusalén, sin saber a ciencia cierta lo que iba a hacer ahí. Según cuenta su biógrafo, una noche en que san Juan se hallaba en oración, vio una cruz muy brillante en el aire y oyó una voz que le decía: «Si quieres salvarte, sigue esta luz». Guiado por la cruz, san Juan llegó a la laura (así llaman en Oriente al claustro) o monasterio de san Sabas. Convencido de que tal era la voluntad de Dios, el santo ingresó al punto en el monasterio, que contaba con más de ciento cincuenta monjes. Tenía entonces treinta y ocho años. San Sabas le puso al principio bajo las órdenes del maestro de obras para que acarrease agua y piedra y ayudase a los obreros en la construcción de un hospital. San Juan iba y venía como una bestia de carga, totalmente concentrado en Dios, siempre alegre y silencioso. Después de esta prueba, el experto superior le nombró encargado de los huéspedes, a los que el santo servía como si se tratase del mismo Cristo. Al ver que su novicio avanzaba rápidamente en el camino de la perfección, san Sabas le permitió retirarse a una ermita para que pudiese entregarse del todo a la contemplación. Los cinco primeros días de la semana, el santo, ayunaba en su celda; pero los sábados y domingos, asistía a los oficios en la iglesia. Al cabo de tres años de vida eremítica, san Juan fue nombrado supervisor de la laura. A pesar de los numerosos asuntos en que se ocupaba por su cargo, su gran amor a Dios le permitía vivir con el pensamiento fijo en Él, continuamente y sin esfuerzo.

    SIGUE

    ResponderEliminar

  2. Cuatro años más tarde, san Sabas juzgó a san Juan digno del sacerdocio y decidió presentarle al patriarca Elías. Al llegar a la iglesia del Monte Calvario, donde la ordenación iba a tener lugar, Juan dijo al patriarca: «Santo Padre, tengo que deciros algo en privado; si después de oírme me juzgáis apto para el sacerdocio, recibiré las sagradas órdenes». El patriarca le concedió una entrevista a solas. San Juan, después de obligarle al más estricto secreto, le dijo: «Padre, yo soy obispo; pero, por mis muchos pecados, tuve que venir a refugiarme en este desierto a esperar la venida del Señor». Elías quedó sumamente sorprendido y se comunicó con san Sabas para decirle: «No puedo ordenar a este hombre, por lo que me ha comunicado en secreto». San Sabas volvió al monasterio muy preocupado, pues temía que Juan hubiese cometido un crimen horrible; pero, en respuesta a sus oraciones, Dios le reveló la verdad y le obligó a no comunicarla a nadie.



    El año 503, algunos monjes rebeldes obligaron a san Sabas a abandonar la laura. Entonces, san Juan se retiró, durante seis años, a un desierto vecino y volvió a la laura al mismo tiempo que san Sabas. Vivió todavía cuarenta años en su celda. La experiencia le había mostrado que las almas acostumbradas a hablar con Dios no encuentran más que amargura y vacío en el trato con los hombres. Además, su humildad y su deseo de vivir olvidado de todos le impulsaban, más que nunca, a la soledad. Pero la fama de su santidad atraía constantemente a los visitantes y, el santo comprendió que no debía negarse a quienes necesitaban de sus consejos. Entre éstos se contaba a Cirilo de Escitópolis, quien escribió su biografía cuando el santo tenía ya ciento cuatro años; según Cirilo, san Juan conservaba todavía la lucidez que le había caracterizado toda su vida. El mismo biógrafo relata que, de joven, había ido a consultar al santo ermitaño acerca de su vocación. San Juan le aconsejó que entrase en el monasterio de San Eutimio. En lugar de obedecer, Cirilo ingresó en un monasterio de la ribera del Jordán, donde contrajo una fiebre que le puso a las puertas del sepulcro. Pero san Juan se le apareció en sueños, le reprendió bondadosamente y le dijo que en el monasterio de San Eutimio recobraría la salud y el favor de Dios. A la mañana siguiente, Cirilo partió al monasterio de San Eutimio, completamente restablecido. El mismo autor cuenta que, en su presencia, san Juan arrojó eI mal espíritu que se había apoderado de un niño, con sólo trazar con aceite, una cruz sobre su frente. Con su ejemplo y sus consejos, san Juan convirtió muchas almas a Dios. Su vida en la ermita fue una imitación perfecta -en cuanto eso sea posible para la naturaleza humana- de la de los gloriosos espíritus que, en el cielo, aman y alaban constantemente a Dios. Con ellos fue a reunirse el santo el año 558, después de pasar setenta y seis años en una soledad sólo interrumpida por los nueve años de episcopado.

    ResponderEliminar
  3. He escuchado recientemente a una musulmana de decir, que cuando va a la mezquita se siente como en familia. Que se sorprende que le saluden con mucho afecto aún personas que no la conocen de nada. Siente que son hermanas. Recuerdo la experiencia de esta semana, un rumano no católico romano abrazándome por sentirse agradecido. Esta semana he tenido otro abrazo. El de un sacerdote que no veía hacía 5 meses. Me extendió las manos y me dijo: "Dame un abrazo". El otro día vi a una persona conocida en la Iglesia, la saludé y me dijo que estaba bien. Pero le miré los ojos y vi que no era así. Cada persona tiene sus luchas y sus problemas que le agobian. Yo he sabido, que lo que quiere el Señor es que seamos portadores de esperanza para con el otro. De esa forma, estaremos llevando a otros a Jesús. Es lo razonable si somos creyentes de veras.

    ResponderEliminar
  4. Anónimo12:09 p. m.

    Faltan comentario que se habían publicado esta mañana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En efecto hay dos o tres comentarios que no aparecen en el blog (y no es la primera vez que ocurre, extrañamente). En mi ordenador -correo electrónico- sí han aparecido.
      Tened por cierto que el blog no se manipula por lo que a mí respecta. Por eso, o bien, repetid, o si yo dispongo de tiempo hoy, yo intentaré copiar y pegar para que aparezcan.

      Eliminar
  5. Anónimo1:03 p. m.

    Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "06 dic.: EL ANUNCIO":

    "No llores por el pasado, lucha por el presente" (Papa Francisco).

    ResponderEliminar
  6. Ana Ciudad1:04 p. m.

    Ana Ciudad ha dejado un nuevo comentario en su entrada "06 dic.: EL ANUNCIO":

    Vivamos en esperanza nuestra fe,María velaba en su corazón,esperó siempre la sorpresa....
    , Con su "FIAT",en María,¡ALGUIÉN "empezó a germinar en sus entrañas ¿ Podría yo como ELLA dar un "SÍ" en mi vida?.El amor de Dios requiere la confianza plena.El propósito de Dios es dar vida, y no está satisfecho hasta que engendre a su Hijo en nosotros.
    Dicen que necesitamos tres "sies" más uno para crecer para ser lo que somos.
    El primer "sí" lo recibimos de Dios ,es el Sí de Dios a nuestra vida; en este sí de puro amor respiramos y somos.
    El segundo "sí" es el de aquellos que nos cuidaron.Su sí nos ha permitido crecer y ocupar nuestro lugar único en el mundo.
    El tercer "sí" lo damos.,Éste a veces nos cuesta trabajo,es nuestra historia del día a día,con sus posibilidades aún sin estrenar.
    El cuarto "SÍ"es el que nos hace más parecidos a Dios.Es el "sí" que entregamos a loa otros que sana y que potencia.Está hecho de reconocimiento,de respeto y de alegría por el trabajo secreto de Dios en cada ser humano
    Vivir como criatura amada con un proyecto,:"alabar,hacer con reverencia y servir a Dios.

    ResponderEliminar
  7. Juan ha dejado un nuevo comentario en su entrada "06 dic.: EL ANUNCIO":

    Sé noble siempre en todos tus modos de trabajo, si quieres merecer la"nobleza de tus compañeros de trabajo.".
    Demuestra,siempre desde el comienzo, la nobleza de tu ser,para que los demás se miren en tu ejemplo y te imiten.
    Sé bien educado con ellos antes de exigir educación.
    La fuerza del ejemplo es la que convenze más en ese mundo.
    Un ejemplo vale más que mil palabras.
    Adelántate a ser el primero en mostrar una conducta ejemplar.
    UN MINUTO DE SABIDURIA.

    ResponderEliminar
  8. Gracias , padre, tenía interés en comentar porque me ha parecido muy a propósito para este tiempo de Advierto.

    ResponderEliminar
  9. José Andrés4:58 p. m.

    En este segundo domingo de Adviento estamos ante una llamada a la preparación para la venida de Jesús que pasa por nuestra reflexión, conversión y nacimiento a una nueva vida. El cambio de vida exige el abandono de todo lo que obstaculiza y dificulta que Dios pueda nacer entre nosotros. Nuestra misión está en la preparación de la venida de Jesús. Los creyentes somos los encargados de preprarar su llegada, de actuar como Juan el Bautista, de ser pregoneros de la conversión y preparación para su venida.

    ResponderEliminar
  10. Ya finaliza la tarde de este segundo domingo de adviento cuando he podido venir a nuestro querido Blog.
    Y después de una lectura atenta y reposada de la homilía "Cercanía de Jesús", deseo dejar aquí mi comentario para agradecer el servicio y el bien recibido. Y para hacer mención de las expresiones que han sido clave para mi hoy y me han abierto a un mejor entendimiento de la enseñanza de la Homilía. Son esas frases dentro del párrafo quinto: "Ese pecado tan simple...tan repetido..."
    ¡Dios sea siempre bendito y alabado!
    Saludos cordiales

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!