01 dic.: Intentando la EXPERIENCIA

LARGO ADVIENTO

          Titulé ayer mi entrada en el blog como: EXPERIENCIA DE ADVIENTO. Y en la medida que me sea posible voy a intentar que el adviento nos sea algo distinto que un conjunto de lecturas. Sin que ellas falten, porque dibujan el clima de expectación con que se vivió el ancho período de siglos que va desde el exilio en Babilonia, por la invasión babilónica de la Tierra de Israel, hasta el momento en que se plasma la inmediatez del anuncio de la venida al mundo del Hijo de David e Hijo del Altísimo.

          Un pueblo que ha perdido su identidad al ser forzado al destierro…, que sus lugares sagrados y utensilios de culto han sido destruidos, expoliados o profanados…, y que –ya en el exilio- sufre el desgarrón más fuerte de los propios hijos del pueblo que se van adaptando a las costumbres paganas, y –contra toda ley judía- se realizan matrimonios con mujeres babilónicas que acaban apartando de la fe de Israel…, es evidente que creaba en los fieles, los auténticos fieles, una sensación de derrumbe y de casi sensación de “fin del mundo”.

          Ahí surgen profetas como Isaías y Jeremías que intentan levantar la moral del pueblo, y lo hacen con anuncios de días felices en que todo va a cambiar. Y no es invenciones o fábulas de hombres optimistas, sino creyentes profundos y mensajeros de Dios para asegurar que van a volver a su patria, que van a recuperar su Templo y sus sinagogas… Y sobre todo, que Dios va a enviar a aquel Mesías liberador que ya estaba anunciado desde los albores de la humanidad.

          La liberación del exilio ha llegado de manos de Ciro, el pueblo que ha quedado fiel –el resto…, los pobres de Yavhé- han regresado a su tierra…, pero las penurias siguen y el clamor a Dios también: Envía el rocío del Cielo; ábrase el Cielo y llueva al Salvador.

          Las promesas se van clarificando cada vez más, dentro de la nebulosa de siglos, y llegan a profetizar a una virgen que dará a luz un hijo y que le pondrá por nombre EN-MANUEL, lo que significa que Dios está a favor de ellos. El misterio no está en las palabras de “una virgen que concibe y da a luz” sino en que esa señal se ofrece a Acaz, la quiera en el Cielo o en el abismo…, allí donde no son las fuerzas ni poderíos humanos los que pueden realizarlas.

         

          NAZARET es una aldehuela sin nombre, o –peor aún- un lugar del que el dicho popular expresa como que de Nazaret no puede salir cosa buena. Y precisamente ahí, ahí donde no puede atribuirse nada a la acción humana, ahí se va a poner el foco de esa liberación prometida.

          Ahí va a hacerse realidad la profecía de Isaías (2, 1-5) que con imágenes orientales anuncia: subimos al monte del Señor; él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas… De las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.

          María era una adolescente de Nazaret que pedía con toda su alma que se realizara ya esa nueva maravilla de Dios. Ella, en una familia muy religiosa que formaba parte de ese RESTO fiel, vivía la confianza total en el Dios de Israel. Hasta la aldea iban llegando los sones de algo cada vez más cercano. Y María –ajena por completo a los planes misteriosos de Dios- lo que sí tenía muy cierto es que Dios cumplirá su promesa. Y Ella la pedía para que se realizase, sin más deseo ni idea sino que aquello llegara ya.

          Remito a mi libro: ¿Quién es Este? para acercarse al Adviento con la cercanía de “una historia” vivida paso a paso.