miércoles, 1 de agosto de 2012

SUEÑOS


POR SOÑAR, NO QUEDE
             Un día para gozar. Arranca Jeremías, en una personificación del Pueblo de Dios, lamentándose de esa idiosincrasia tan de ese pueblo que parece nacido para pleitear y guerrear. Un pueblo que se ve resecado por su mismo proceder. Ni da ni recibe de los otros pueblos porque ha acabado maldecido por todos.  Y de pronto vuelve su pensamiento a sus orígenes y se da cuenta de que su felicidad está el día que encontró la Palabra de su Dios y el pueblo devoró aquella Palabra…, advirtió que en ella había vida…, que el horizonte tenía otro color…  Que Israel recobró la risa y la alegría de su corazón, porque tu Nombre fue pronunciado sobre ese pueblo…:  ¡porque ese Pueblo volvió a pronunciar el Nombre de Dios, con amor y con el alma rendida a ese Dios Fuerte (“de los ejércitos”)y a su proyecto divino de salvación).  Ese día volvió a descubrir una vena que había perdido: que no podía sentarse y ver venir…;  que tenía que romper el modo de vivir hedonista y placentero en el que parece que todo se vive en diversión y descanso… Que había que ponerse a actuar…, y que a ello me llevaba la fuerza de tu mano…  Y ¡gran descubrimiento!: cuando advertí que el SILENCIO no era un sufrimiento, ni un abandono, ni una desgracia, sino que en el silencio descubría a Dios.  Hay silencios que son aplastantes, cuando el silencio se provoca porque ni uno sabe hablar, ni tiene con quién…, ni los otros quieren hablar conmigo.  Esos silencios son dolorosos, negativos…, destruyen.  El otro SILENCIO es el que se vive en el fondo del ser…, cuando hay tanta riqueza dentro…, cuando se ha hecho un pozo sin fondo y sereno, donde las aguas siempre permanecen sin alteraciones… Es el silencio de la vida interior, el silencio que deja el espacio a Dios, para que Él sea quien hable.  Y entonces estorban las otras palabras.  ¡Cómo seríamos de felices y equilibrados si descubriéramos el VALOR de ese SILENCIO!  Creyó Israel, de primeras, que ese sentarse solitario era que Dios estaba disgustado.  Y descubrió que fue EL DESIERTO el lugar donde más presente se le hizo Dios.  Descubre Israel que se le ha hecho crónica la herida del hablar, del hablar siempre, de no saber estar callado, de no saber disfrutar de estar callado…, y llegó a sentir que era un arroyo sin agua.  Tanto habló que se resecó…, que habló lo que no debía hablar, que se fue de la boca y eso mismo le aisló.
             Y la voz de su Dios le habló, a ver si sabía Israel, escuchar el camino de rehacer su felicidad: Si vuelves, ya me tienes presente. Si regresas a tu silencio interior, si apartas de ti tu verborrea, ¡ya me has encontrado!..., ya el arroyo se ha conectado al manantial.  Si separas la escoria del buen oro, ya tú mismo serás mi boca…, hablarás palabras sabias…, pocas y oportunas…, sin sacar la cresta para “ser YO”, sino dejando al otro ser “Tú”.  Y que en vez de que sean “ellos” quienes te ganan la partida, quienes te atraen a su terreno, quienes te apartan de tu finalidad auténtica, seas tú quien los atraigas a ellos.  Mundo del siglo XXI, como “pista de entrenamiento” para comprender la realidad…  Si tú, creyente en Jesucristo retomas tus principio, vuelves a mirar a Dios, y al Dios verdadero (hay demasiados “diosecillos” esparcidos por ahí…), si en vez de irte a lo cómodo, lo placentero, lo que no requiere compromisos, a ese “cristianismo de butaca”, eres activo en pura búsqueda de Dios…, y no seas tú el que cedes sino el atalaya que vigila y da la voz de alarma, tendrás una Presencia de Dios que será activa, eficaz, liberadora.  Si en vez de perderte en ese bosque de las políticas partidistas, en esos mundos sociales falseados por los intereses, en esos otros mundos “religiosos” ausentes de los sacramentos, en ese “dios de bolsillo” que manejas a tu conveniencia…, entras en un compromiso de tu fe, que pide y exige mucho más de lo que estás dando, HAS ENCONTRADO A DIOS, lo has vuelto a situar en su sitio.
             Imagina que caminas por un campo yermo, donde apenas nace un cardo, y en tu patear descubres que algo resuena bajo tus pies…, y escarbas un poco y descubres un tesoro copioso, ¿qué harías?  Andabas perdido en noticias, en el último tema de baja sociedad, en tu pequeño mundo, en tus preocupaciones…  Y de pronto, ante tus ojos se presenta un tesoro incalculable… ¿Qué harías?  Jesús, buen tasador, dice que el hombre inteligente cubriría de nuevo ese tesoro, se iría a su casa, vendería todo lo que poseía hasta ahora, que era mera bagatela al lado de lo que le esperaba…  Y se va al dueño del erial y le regatea hasta conseguir que le venga aquel terreno.  Ahora está de pronto sin nada, “lo ha perdido todo”, no tiene ni lo suyo, ni el campo aquel… Pero cuando llega de nuevo al tesoro y empieza a sacar las nuevas joyas de una vida cristiana, de un Dios en el centro de todo, de una sociedad que se rehace: en las familias, en el sentido de la vida, en la honradez de los dirigentes de todo tipo, en una sociedad sin pobres obligados, sin personas reducidas al vicio como negocio; una sociedad sin explotación del pobre… Cada persona, leal, justa, abierta al otro para bien del otro, unos hijos y unos padres “en su sitio”, en sus valores esenciales recuperados…, ¡cómo agradece haber perdido todo para ganarlo TODO… ¡  ¡Cómo comprende ahora que no vale para nada el engallamiento, el protagonismo, el querer estar sobre…, el parecer que “ha ganado el mundo”, pero que arruinó su vida, su participación en la vida común donde todos están para todos!...

2 comentarios:

  1. Anónimo10:01 a. m.

    Hay un tiempo para callar y otro para hablar...dice la Palabra de Dios.

    El profeta cuando habla suele molestar, como demuestran las Escrituras. El profeta sufre, como sufría Jeremías, por ejemplo, pero sigue fiel a su llamada.

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  2. Anónimo5:03 a. m.

    ¿ Cual es la razón de nuestra existencia ?

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