miércoles, 29 de agosto de 2012

Martirio de Juan Bautista


DOS POSIBLES CAMINOS
Habrá hoy muchos sitios donde las lecturas del martirio de San Juan Bautista se prefieran a las que corresponden en la lectura continua. De suyo, en rigor, correspondería la lectura continua, porque la otra celebración está “catalogada” litúrgicamente como memoria, y eso no le da primacía. Pero trataremos los dos caminos y, así, todos contentos.
En la correspondiente al miércoles se acaba la 2ª carta de San Pablo a los tesalonicenses, en el mismo tono cordial con que empezó.  Les exhorta a trabajar y ganar su pan con su trabajo, pues el propio Pablo que hubiera tenido derecho a una ayuda por su labor, nunca quiso aprovecharse de ello, sino que trabajó para sacar su sustento.  Les advierte que no entren en trato con los que pueden hacer daño a sus convicciones y a su fe y que llevan una vida desordenada, y –aunque la carta está escrita de mano de un amanuense, aún pone Pablo su firma de puño y letra, como contraseña de que es de verdad una carta suya.  El Salmo incidirá en esa paz y buen hacer  de esa comunidad cristiana, repitiendo el típico saludo hebreo: Dichoso el hombre que teme al Señor, lo que es bíblicamente igual que dichoso el hombre que AMA al Señor, puesto que el Espíritu de Dios que hemos recibido no es espíritu de temor sino de amor, por el que somos elevamos a la dignidad de hijos que se dirigen a su Padre, que es Dios de Amor.
El Evangelio continúa en la línea de los días anteriores, con ese capítulo 23 de San Mateo, cuando está bastante cercana la hora de Jesús (su muerte), y quiere dar a las hipocresías farisaicas el último zamarreón para que puedan reaccionar.  Y les va a esos casos concretos que dominan la vida farisaica:  son como sepulcros blanqueados.  Por mucha cal que le pongan por fuera, lo que tienen dentro son cadáveres, huesos, podredumbre. Todo muy bonito por fuera…   Volvemos a lo mismo de ayer, y desde luego que no se queda en los fariseos, y que mucho tenemos todos que penetrar dentro de nuestras intenciones, actos y actitudes, palabras y medias palabras, para no caer en esa “categoría” que tanto rechaza Jesucristo:  por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y malicia. [No se me escapa todo ese conjunto de expresiones que constituyen para muchos “su religión”, y que luego queda todo eso tan alejado de la vida que Cristo vino a instaurar en la tierra, donde lo externo podrá tener un sentido si es expresión de lo interior…  Porque todos los modos exteriores que quieren expresar devociones populares son válidos y meritorios y laudables en la medida que reflejen un mundo interior evangélico, auténticamente cristiano, y,  POR TANTO, SACRAMENTAL.  Y en la medida que los sacramentos estén ausentes de las velas, las flores, los tronos, las “promesas”, las medallas y las varas de mando, etc., se convertirá todo en hojarasca y apariencia, en un querer y no poder y no saber.  Jesús, todavía afinando más aquella diatriba contra los fariseos: alabáis a los profetas y le construís mausoleos suntuosos… Muy fácil a toro pasado, cuando llega “el día de las alabanzas” (ya muertos)…, pero son los mismos profetas que mataron vuestros antepasados.   Colmáis así la medida de vuestros antepasados, porque vosotros ahora mataréis a otro profeta y vuestros hijos les harán las tumbas con piedras preciosas.  Muy fácil alabar después de haber arrumbado a quien os hace sombra.

De otra parte, SAN JUAN BAUTISTA, no ya en la solemne fiesta de su NACIMIENTO, que celebramos en Junio, sino en el recuerdo de aquel día que Herodes lo mandó decapitar por instigaciones de Herodías, la mujer de su hermano, con la que incestuosamente convivía el tetrarca.
Una primera lectura con el paralelismo de Jeremías, el profeta del Antiguo Testamento que fue tan perseguido y acusado, al que Dios le puso delante la causa de la verdad y –por tanto- la necesidad de hacer cara a quienes pretendían acallarlo.  La peor “amenaza” sería que Jeremías tomara miedo a sus enemigos y transgrediera el mandato de Dios. Por tanto, aún amenazado de muerte por los jefes de Israel, Dios incita a Jeremías a permanecer justo y cabal con la verdad. La fuerza para Jeremías es la promesa absoluta de Dios:  Yo estoy contigo.
De ahí el SALMO:  Mi boca cantará tu salvación.  Podrá estar Juan en la cárcel, podrá estar amenazado, podrán hasta cortarle la cabeza…, y sin embargo Juan Bautista será el mayor de los nacidos de mujer, el hombre recio que no se bambolea al viento, que no vivió para servirse a sí mismo y andar por ahí pavoneándose de sí.  Su misión fue anunciar a Jesús, y luego –como él mismo dijo: Disminuir él y crecer Jesús. Que no penséis que eso fue propio solamente del Bautista.  Todo el que quiera vivir la causa de Jesús, ha  de contar con ese saber disminuir…, dejarse disminuir, par que quien realmente aparezca y emerja sea JESÚS, EL SEÑOR. Por eso cuando sentimos la tentación fácil de “medrar” a costa de nuestro servicio a la fe, aún nos queda que pasar por tribulaciones, que vendrán a ser el crisol de nuestra auténtica verdad.
Y esa situación del Bautista no ha sido la última en la historia , ni con ella se acaba este estado de cosas.  Decapitar es siempre fácil.  Lucir con luz propia, no.  Porque para ese lucir hay que tener luz.  Y la LUZ la tiene Cristo, y lucirá quien se deje emprender y abrasar por esa LUZ.

1 comentario:

  1. Anónimo9:35 a. m.

    La exhortación de Pablo a trabajar y ganar el pan con su trabajo va dirigida a aquellos que viven desordenadamente y no hacen nada de nada, sólo tocarse la barriga y mirar como pasa el día. Va más allá el apóstol y especifica que hay algunos que no trabajan nada, pero que se meten en todo. Trabajos hay muchos, y hay mucho por hacer pero hay quien no hace nada más que pasar el rato y el tiempo. Muchas mujeres se pasan el día viendo telenovelas y programas del corazón, y en el otro lado también las hay. Muchos hombres se pasan el día sentados en la plaza o jugando al dominó en el bar, pero en el otro lado también hay de esos. A esos exhorta Pablo en este fragmento de la carta. En los días en que vivimos no es suficiente con mandar a alguien que trabaje, también los demás tenemos que colaborar para ayudar a crear las condiciones necesarias para que el trabajo sea posible, y si sólo nos limitamos a criticar pero no hacemos nada por poner soluciones a los problemas de los demás, eso me parece que valdrá poco.

    Efectivamente Pablo afirma no haber comido el pan de balde mientras estuvo en Tesalónica, pero más bien lo hizo para dar ejemplo a los aquellos que andaban metiéndose en todo y no haciendo nada por los demás, porque derecho, como bien dice Pablo, tenía, a haber comido sin tener que añadir una nueva carga sobre sus hombros. Ya lo dice la Escritura en otro lugar, concretamente el propio Jesús: El obrero tiene necesidad de su salario, y Pablo era obrero libre de toda duda de su trabajo por el Reino de Dios. Ese es para mi el principio evangélico más importante para aquellos que dedican su tiempo a servir a Dios, que no necesariamente tienen que ser los curas y las monjas.

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