viernes, 31 de agosto de 2012

Una lección de SABIDURÍA


”LO NECIO” Y “LAS NECIAS”
La misma palabra y dos sentidos absolutamente diversos. En la 1ª lectura tenemos uno de los textos clásicos y más significativos del lenguaje neotestamentario.  Lo mismo que Jesús expresó la suprema bienaventuranza con los pobres de espíritu… [los que ellos mismos eligen ser pobres, porque ese es el camino para tener a Dios por Rey… (para poder entrar la persona en los tesoros de Dios)], así San Pablo desarrolla hoy el pensamiento de que Dios se eligió para sí a los necios y pobres, para confundir a los sabios y ricos de este mundo.
Ha empezado San Pablo diciendo que fue enviado a predicar el evangelio,  No con sabiduría de estudioso sabio y palabras persuasivas para captar adeptos.  Vino en la pobreza del predicar..., y predicar a Cristo en la cruz.  No venía con dulzuras engañosas, ni para cazar furtivamente. Pablo enía como arma la necedad que deja frustrada la sabiduría de los sagaces, Nadie le puede tildar de haberles tendido un lazo para engañar a los corintios.  Él presenta a Cristo tal cual es y por ese camino  salvar a los que quieran creer.. Los judíos exigen signos mesiánicos;  los griegos cultivan la sabiduría, pero nosotros predicamos a un Cristo crucificado que escandaliza a los judíos y suena a locura a los griegos, Para nosotros es la fuerza de Dios y la sabiduría de Dios, pues “lo necio” de Dios es muchos más sabio, y “lo débil” de Dios es lo verdaderamente fuerte.
San Pablo ha presentado ante la comunidad de Corinto el extraño programa de su labor…, tan “extraño” como el evangelio mismo…, como Cristo mismo.
Y yo me pregunto hoy si no es exactamente lo que andamos viendo y palpando cuantos vivimos creyendo en Jesús en el momento actual, con planteamientos y actitudes absolutamente al revés que lo que “el mundo ama y abraza: honores, fama, estima de mucho nombre en la tierra”, mientras que el creyente ama y abraza todo lo contrario. Sabe el cristiano que su triunfo no se da con los valores y criterios que maneja “la sociedad” y que privan en “el ambiente”.  Remamos contra corriente y vamos “al revés”. La gente “que sabe vivir” nos cree tontos. Nosotros, viviendo esta distinta realidad evangélica, sabemos que los absolutamente necios son ellos, los que pretenden dominar, los que se basan en sí mismos, los que se creen en  posesión de la verdad y de esa vacía felicidad del momento, que se les desinfla entre las manos.  Nosotros sentimos la fuerza que no es nuestra ni nos puede apoyar por ser “nuestra” sino porque estamos pertrechados por la fe de la Iglesia, que es la fe que Cristo nos puso en las manos, vasijas de barro ciertamente…, y sin embargo fuertes como cedros del Líbano..
Ahora es muy fácil entender que el Evangelio llame necias  a las muchachas que acuden con tanta esperanza a la llegada de su novio…, pero ni se han preparado debidamente con la previsión de que puede retrasarse y que sus lámparas pueden apagarse y que ellas se duermen…, y que cuando suena  el grito de que están llegando los novios, ellas ni tienen luz ni tienen aceite para avivar su candiles.  Mucho tiempo preparando el encuentro…, pero tan mal preparado, que en la hora de la verdad ellas no están allí porque han tenido que ir a comprar aceite… Luego vuelven…, pero ya está la puerta cerrada, y aquel novio se ha encontrado despreciado.  Por eso ahora:  no os conozco.  ¡Realmente necias, y malamente necias!  Y lo curioso es que pretendieron ser de “las listillas”, las que no habían preparado el encuentro, y luego pretenden que las otras, las prevenidas, las sensatas y responsables, fueran las que les resolvieran el problema. En efecto eran de las que el mundo considera que saben vivir…, porque no dan golpe, o “barren para adentro” y luego echarán la culpa a las egoístas” sensatas que no le dieron de su aceite.
Lo curioso –y lo penoso- es que muchos lectores puedan pensar lo mismo.  Porque serían parte de ese grupo necio y egoísta auténtico, que pretende vivir y medrar a costa de los que son hormiguitas del día a día para que su aceite nunca falte.  Pero digo que es penoso porque es que no se ha entendido nada de la intencionalidad de Jesús.  El capítulo va orientado por el evangelista a unir todos los dichos de Jesús sobre la necesidad de vivir preparados porque no vale improvisar a la hora de la muerte. (ya toqué ayer este punto).  Y precisamente es el pensamiento que subyace en esta otra parábola de las jóvenes que esperan al Novio.  No cabe “prestarse” nada. Cada uno se presenta con su bagaje personal.  No es que quisieran o no dar de su aceite… Es, sencillamente que nadie puede darle a nadie lo que cada cual vivió en vida.  La hormiga encontró sus depósitos llenos. La chicharra se murió de hambre porque no preparó nada.  Y a cada persona le ocurre igual: cada uno tiene lo que él hizo.  Y quien vivió preparado y preparándose, aun en medio de etapas de “somnolencia”  no dejaron de ser previsores de su futuro en fidelidad a Dios.  Acumularon sus buenas obras, y –al llegar su hora de la muerte- está “ese aceite” ahí.  Y los que se dedicaron a saber vivir, a chupar del bote…, a la hora de la muerte se encuentran vacío su candil.  Quieran ahora que otros “le prestaran”…, pero es imposible: ellos llevan lo que ellos han sembrado.  Y sembrar viento, acaba escapándose de la mano.

2 comentarios:

  1. José Antonio9:13 a. m.

    Hemos de ser fuertes en esta sociedad banal, superficial, tan de valores terrenales, para ir acumulando ese "aceite" (obras buenas) gotita a gotita (incluso alguna se puede "derramar"), aún a costa de ser considerados "necios" por una sociedad que en parte no es que se aleje, sino que prescinde de Dios. Nuestras obras,nuestras palabras, nuestro seguimiento de la Cruz, nuestra sencillez y austeridad de vida... han de ser lámparas que iluminen este mundo y, para ello, no debemos olvidarnos de disponer del aceite necesario para ello. Que el Señor nos ayude en esta tarea.

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  2. Ana Ciudad1:45 p. m.

    Yo entiendo en esta parábola que el aceite que mantiene encendida la lámpara es la actitud que se ha de tener a la llegada del Señor,es decir,el amor y para mantenerla encendida es necesaria la oración cuidada,perseverante y llena de amor.Un trato intenso y continuo de tú a Tú con nuestro Señor.Cuando descuidamos la oración,la luz languidece y acaba por apagarse.No está el amor a Dios en haber comeenzado,incluso con mucho ímpetu sino en perseverar, en recomenzar una y otra vez

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