domingo, 5 de agosto de 2012

EL PAN DE LA VIDA


Domingo 18 B, T.O.
             La historia de toda la vida.  Dios ha hecho prodigios de misericordia con su Pueblo, sacándolo de la esclavitud de Egipto. Pero cuando el desierto  -su camino de liberación- le presenta las carencias y las dificultades, el Pueblo protesta, echa de menos sus “ventajas” de la esclavitud, y protesta contra Moisés y Aarón, los dos encargados por Dios para conducirlo hacia la tierra prometida.  Ahora protestan porque les han sacado de Egipto para morir de hambre en el desierto.  Dios, entonces,  les alimenta con una extraña escarcha de la mañana que, al evaporarse deja unas semillas que vinieron por los aires (“del cielo”) que pueden alimentarles, con un parecido al pan  Es, pues, el pan que el Señor os da de comer.
             En el Evangelio la gente busca a Jesús con curiosidad porque sólo había una barca para el regreso desde el lugar desértico en donde habían comido el pan multiplicado, y en esa barca habían regresado los apóstoles, mientras Jesús se quedó orando en el monte. De ahí la pregunta extrañada de las gentes:  Maestro, ¿cómo has venido aquí?  Y Jesús les responde que le buscan no por interés por Él sino por el pan que comieron de balde en el desierto.  Se ha establecido un paralelismo entre las dos lecturas.  Pero Jesús aprovecha para enseñarles que el “pan” necesario no es ese que ellos comieron, y ni siquiera el que comieron sus antepasados en el desierto.  Hay un pan muy superior que es ocuparse en las cosas de Dios, en los trabajos que Dios quiere.  Se sigue lógicamente, por parte de los oyentes, la pregunta: ¿y qué trabajos quiere Dios?  Poco a poco Jesús va entrando en materia: - Que tenéis que creer en Mí.  –Y por qué creer en ti?; ¿qué signos das para eso?  Realmente podría Jesús haberles remitido a ese pan del que comieron miles de personas.  Pero el estilo normal de los mismos profetas no es dar como signo algo que ya a ocurrido, sino poner como signo lo que va a ocurrir.  Y Jesús establece ahora la comparación entre aquel “pan” del desierto que vino en tiempos de Moisés, que se acabó y no sació del todo. Y el Pan que Yo daré, el de Dios, el que baja del Cielo, de mi Padre..., y da vida al mundo.  Como en otro tiempo la samaritana no se enteró de qué agua que salta hasta la vida eterna era de la que le hablaba Jesús, ahora tampoco se enteran…, pero les parece algo misteriosamente sugerente y la gente acaba pidiendo: Señor Jesús; danos ese pan..  Y aquí Jesús comienza la gran revelación de sí mismo: YO SOY EL PAN DE LA VIDA, y el que viene a mí no pasará más hambre.
             Hoy queda cortada aquí la lectura. [Es curioso cómo los otros evangelistas sinópticos describieron la multiplicación de los panes a propósito de hechos que habían sucedido, y que fue como la liturgia nos trajo hasta este lugar tranquilo de descanso” hace tres domingos].  San Juan –adonde saltó la liturgia dominical- prescinde de esa circunstancia histórica de lo sucedido y  su recurso a la multiplicación de los panes dará lugar a esto que hoy hemos leído, y que traerá cola.
             Pero si queda el relato donde hoy nos brinda este domingo, dejémoslo estar, y vayamos a buscar fondo y práctica.
             Será la 2ª lectura la que nos ayude. Dos aspectos especialmente reseñables, prácticos y complementarios.  Uno:  No podéis andar como los paganos, con criterios vacíos. Lo segundo: Lo que habéis aprendido de Cristo es lo que os toca penetrar y vivir.  Ahí es donde está la verdad.  Lo que tiene que cambiar es vuestra mentalidad.  Dos conceptos sugieren esa palabra:  en nuestro lenguaje, expresaría la necesidad urgente de examinar nuestros modos de pensar, nuestros criterios, que llevan detrás una manera de actuar. Lo que pensamos es lo que acaba llevando a una manera u otra de actuar.  En lenguaje de San Pablo, la “mentalidad” no es elemento sólo de la mente.  Abarca al ser entero.  Por tanto, el cambio de “mentalidad” está llevando a una profunda renovación de actitudes y formas. Es dejar que el Espíritu renueve por dentro, y revista de una nueva condición y modo de ser, para que la vida personal se desarrolle en justicia y santidad verdaderas.  Justicia y santidad es repetir una misma actitud de vida…  Y de vivirlo verdaderamente, justamente, santamente.
             El Evangelio de hoy dejó las palabras de Jesús en los comienzos de ese capítulo.  Un capítulo que va a ser muy denso… Un capítulo que va a expresar un momento duro para Jesús…  Pero no por eso cambia su enseñanza, ni se echa atrás.
             Cuando hoy nosotros comamos EL PAN DE LA VIDA, ya sabemos que se nos pide una mentalidad nueva y renovada;  ya sabemos que se nos anuncian trabajos mayores.
             Eso es el Evangelio que nos alimenta…, esa es la Eucaristía, que nos conduce.  Pero que esto no es –en el discurso completo de Jesús- la dulce “Comunión” de cada domingo o cada día.  Hay mucho más detrás de todo ello. 

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