jueves, 23 de agosto de 2012

La luz se abre, y Jesús explica



            Continuamos con la profecía de Ezequiel (36, 23-28).  Dios, constituido en PASTOR, mostrará su santidad, profanada por el pueblo al vivir entre gentiles.  La santidad de Dios sobresaldrá sobre la infidelidad del pueblo, porque “mi venganza” va a ser “recogeros de entre las naciones paganas, reuniros de aquí y de allá, y llevaros a vuestra tierra”. Una especie de bautismo lustral derramará Dios sobre ellos, “un agua pura que os purificará;  un corazón de carne os daré que arrancará vuestra dureza de piedra…  Os infundiré MI ESPÍRITU y haré que caminéis según mis preceptos. YO LO DIGO Y LO HAGO”.  Ahí podemos ver y comprender esa palabra que –adrede- he dejado colgada para que la entendamos en su valor: haré ver mi santidad al castigaros.  Ese CORAZÓN NUEVO,,, ese mismo ESPÍRITU DE DIOS que les infunde…, ese es “gran castigo” del “Dios del Antiguo Testamento”, al que tantos recelos se le tienen y al que tan poco tenemos estudiado en su profundidad.  Porque, insisto una vez más: el problema que tenemos es que no sabemos LEER HISTORIA DE SALVACIÓN, porque nos quedamos en las "anécdotas".  Dejamos lo que es realmente la intención de Dios en todo el proceso suyo en la historia con el hombre, y nos quedamos en ese necesario envoltorio con que los autores sagrados trasmiten esa historia DE HOMBRES que no tienen otro modo de explicarse.  Y esa historia de HOMBRES RELIGIOSOS TEOCÉNTRICOS, que no sabrán explicar nada si no es poniendo en Dios todo lo que sucede, y expresado del modo que esos autores religiosos "ven" desde sus ojos centrados tanto en Dios, que sólo en Dios pueden explicar las más extrañas y aun bárbaras reacciones de los hombres.
Luego, un Evangelio, una parábola que Jesús tuvo que pronunciar con el alma rota, cuando al cabo de los siglos de la promesa de Dios en Ezequiel, el pueblo –en manos de malos pastores, no acudió a la cita de las bodas del HIJO DEL REY.  Dios convocaba al pueblo…;  el pueblo puso excusas para no acudir…  Y el Rey optó por romper el protocolo y salirse a los caminos (los paganos) e invitar a esos incircuncisos al banquete que hubiera correspondido a los hijos del pueblo.  Y algo para notar:  que no nos creamos que nos han dado salvoconducto para hacer lo que nos venga en gana, porque el ser invitados no exime de la fidelidad, de la educación y el buen porte.  Invitados gratuitamente, ¡con más razón se nos deben exigir las formas!.  Cuando hoy escuchamos tantas a veces a unos y otros, de dentro y de fuera, que con “la misericordia de Dios” ya está todo resuelto, y que nos deja campo libre a ir cada cual conforme se nos ocurre, digo siempre que hemos sido llamados a ser hijos de Dios;  ni mucho menos a ser “colegas”, “primos hermanos”, que podamos hacernos un dios a nuestra medida.  Y desgraciadamente hay mucho de ello con tanta manera de hacer las cosas a mi manera…, con tanto creer a mi manera, y con tanto pretender “ser cristiano” sin vivir la práctica religiosa cristiana como debe vivirse. Porque fuimos hechos personas completas donde cuerpo y alma (hablando al modo que nos entendamos), tenemos que rendir el culto a Dios no sólo en “modo interior” (como si esto fuera cuestión personal, y como si Dios no tuviera que contar y que decir la última palabra.  ¡Padre, sí!, “primo hermano”, NO!

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