miércoles, 15 de agosto de 2012

La "Virgen de Agosto"


ASUNCIÓN DE MARÍA
                Día grande en la Iglesia y día grande en muchos pueblos y ciudades, que se han situado bajo el patronazgo de esta Virgen de Agosto.  Sea cual sea el sentido que se le pueda dar en la vida social, el hecho es que emerge María como figura determinante en la razón de festejar.
                La Liturgia de hoy pone primero la imagen del Arca de la Alianza, esa forma de sentir el pueblo hebreo las presencias de Dios, a través de objetos sagrados que se guardaban en el Arca, haciendo permanentemente presente las maravillas de Dios con su Pueblo. A María se le invoca en la letanías como Arca de la Nueva Alianza porque María no sólo fue un “arca” que guardara objetos representativos de la presencia de Dios, sino porque llevó en su claustro materno a Dios mismo, a Jesús , el Hijo del Altísimo.  Y María es identificada entonces con LA MUJER prometida por Dios en los albores de la vida, como el instrumento obediente y fiel a Dios –frente a la otra mujer, Eva, que había desobedecido-.  María ahora aparece como signo en el Cielo.  Tan por encima de aquella otra mujer que ésta lleva la luna bajo los pies (Ella está por encima); las estrellas le hacen de corona y la viste el mismo sol…  Cuando el dragón, aquel que engañó a Eva, pretende su nueva jugada, de infestar a la Mujer y tragarse el Hijo que lleva en sus entrañas, Dios mimo interviene arrebatándola hasta el Cielo, dándole alas de águila para sobrevolar sobre todo lo creado…  Y así Dios lleva al Cielo a esta MUJER sin que pueda mancillarla con su baba el dragón infernal.  María, pues, es llevada al Cielo, junto al trono de Dios.
                Llegará en su momento, por su orden.  Primero será Cristo, el que aplasta la cabeza del dragón. Y en su ascensión, llevará cautivos de amor y de gloria  todos los que permanecieron fieles.  Y , por su orden, María es la que lleva la primacía.
                Ella, que es bendita entre todas las mujeres y sobre todas las criaturas, porque es la Madre de mi Señor, como la define Isabel.  Eso sí:  Para María no es un título ni grandeza que se apropie como suyo.  Ella lo refiere todo a Dios, y con su maternidad divina proclama a Dios como el digno de toda alabanza, el que hizo en en Ella, su pobre esclava, todas las maravillas.
                Cuando hoy vivimos la Eucaristía, una mirada se eleva hacia el Cielo, atraídos por el movimiento de asunción de María, y nos ha de hacer levantarnos sobre lo terreno, que siempre apega y abaja esa llamada que Dios nos hace permanentemente a subir. Porque los que hemos resucitado con Cristo, y nos sentimos hijos de María, hemos de mirar hacia las cosas de arriba, sin detenernos tanto en las cosas de abajo

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