miércoles, 15 de febrero de 2012

VIDA EN PROCESO

VEO…, Y NO VEO
Mc 8, 22-26
Veo…, y no veo. Me parece que es la realidad más evidente para la gente sensata. Los humanos quisiéramos ver y comprender y dominar todo en un santiamén. Por eso somos impacientes, inconformistas, y hasta imprudentes. Por eso no estamos de acuerdo ni con Dios. En nosotros se levanta un afán del “YA”, como muy frecuentemente vemos en pancartas u oímos en gritos de la plebe. Parece como si un país, una situación de empresa, un problema de familia, pudiera solucionarse con la varita mágica de uno que quiera y en el momento que otros quieran. La Sagrada Escritura nos advierte que Dios tiene mucha paciencia; que para Dios mil años son como un día. Y esa lección la tenemos que ir aprendiendo en actitud humilde de fe, o sufriremos inútilmente desengaños y hasta crisis
El evangelio de hoy nos da una lección interesante. Le traen a Jesús un ciego y le piden que toque. ¿Más fácil? Y sin embargo Jesús actúa con un ritual que no tiene nada que ver con aquello que le pedían tan inmediato. Primero se lo saca de la aldea. ¿Qué falta hacía, cuando –además- otras veces no lo había hecho así? - Cosas de Jesús, cuyos caminos no son nuestros caminos.
Luego le toca los ojos con su saliva (la saliva, considerada de efecto sanador, y como trasmisora de una parte de uno mismo). Y Jesús pregunta al ciego si ve… Me imagino que, con cierta desesperanza, responde: - Veo hombres; me parecen árboles…, pero andan. Al menos ya ve más de lo que veía. Y aunque la visión no es completa ni perfecta, hasta es posible que se hubiera contentado –aunque a medias- el que antes no veía nada. Ha de ir pacientemente, y si sólo quedara con eso, ya tenía algo.
Ahora Jesús le pone las manos sobre los ojos…, las mantiene…, va dejando salir esa energía transformadora… Mientras tanto, el ciego ve menos aún que antes, y el momento se le hace eterno. Pero ¿por qué no ha resuelto Jesús el caso mucho más fácilmente? Cosas de la fe. Tiempo que necesita la fe. Cualquier persona espiritual sabe que ha necesitado tiempo…, a veces años, para llegar a ver una realidad que antes no comprendía ni podía imaginar. Todos tenemos la experiencia de extrañarnos que alguien no vea y no comprenda una cosa que para nosotros es evidente… ¡Cosas de la fe! ¡Tiempos de Dios! Paciencia de Dios que quiere trasmitirnos con esa pedagogía de la “ceguera” temporal o parcial (“hombres que parecen árboles”; situaciones que me ocurren que me parecen absurdas…)
Cuando Jesús levantó por fin sus manos (que trasmitían calor sanador) de los ojos de aquel hombre, ahora es cuando ve diáfanamente. ¡La paz que ha perdido tan inútilmente mientras tanto!) ¡Lo listos que pretendemos ser los humanos, sin dejar que sea Dios el que lleve su ley en nosotros! ¡Ahora ve todo con claridad! Y hasta es capaz de preguntarse: ¿y cómo no lo he visto antes! ¡Qué chiquillos somos! Es que Dios es el que tiene su momento, y tendremos paz y disfrutaremos cuando sepamos “poner nuestros relojes en hora”..., en la hora de Dios.
Y todavía, cuando lo que él quisiera sería volverse al grupo y gritar su alegría, Jesús le dice que ni diga nada en el pueblo. ¡Ya ves si tenía que saberse a la primera de cambio! Pero no es eso: cada cual deberá ver cuando le llegue su hora. ¿No recordáis, cuando el ciego de nacimiento –en San Juan- que hasta la gente empezó a dudar si ese era el ciego o uno que se le parecía? Seamos muy humanos para dejar a cada uno VER cuando le llegue la hora de ver. Mientras tanto es inútil; tan inútil como explicarle a un ciego lo que es el color amarillo.

Que no se queda atrás en el tema la carta de Santiago: sed prontos para escuchar y tardos para hablar, porque la ira no produce luz de Dios. Lo que sí es básico es eliminar toda suciedad y maldad ¡que tanto sobra!, y aceptar la Palabra que ha sido plantada y es la que salva (da luz). Porque no se sabe hacer eso, somos tantas veces como el que se mira en el espejo y luego ni se acuerda de su imagen. La representación de la inutilidad con un ejemplo simplicísimo.
El secreto es concentrarse en la ley perfecta, la de la libertad, el respeto y el amor, única ley para no olvidarse de cómo es uno mismo y para comprender a los otros. Que puede uno ser de los que se creen “buenos”, “religiosos”, y no lo son. Sencillamente porque les traiciona su lengua, su juicio rápido, su poca paciencia.

5 comentarios:

  1. Anónimo1:01 a. m.

    Me ha encantado en especial esta meditación ;será que da respuesta a la inmadurez en mi vida de fe y en general ;gracias Padre ;este blog me está ayudando mucho ;siempre sorprende la novedad y literalidad con la que escribe .Gracias ad eternum .

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  2. Me alegro que este blog te esté ayudando, pues para eso se creó. Para ayudar a la gente a conocer más y mejor a Jesucristo y su Palabra. Me parece llamativo que te ayude a darte cuenta de tu respuesta en tu vida de fe, y estoy seguro que desde ya estás poniendo todo para avanzar un paso adelante. Yo te animo a ello.

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  3. Anónimo3:31 a. m.

    GRACIAS JAVIER POR ESOS ANIMOS ,QUE DIOS SABE QUE LOS NECESITO PORQUE A VECES
    TIRARIA LA TOALLA Y NO VOLVERIA A PISAR UNA IGLESIA.

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    1. Querida en el Señor: TODOS necesitamos ánimos para seguir adelante, y el que diga que no necesita nada, es que es un soberbio o soberbia.

      Nuestro adversario el Diablo está rabioso buscando a quien devorar, pero recuerda lo que decimos en la Misa cuando declaramos: TUYO ES EL PODER, y nos estamos refiriendo a CRISTO. El es quién te dará la fuerza interior para seguir adelante en medio de tus dificultades.

      El ánimo exterior, el visible, el que Dios quiere, es el que debemos darnos unos a otros en nuestras luchas, siendo generosos los unos con los otros. Eso lo quiere Dios.

      Estoy a tu disposición cuando me necesites.

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  4. Anónimo2:16 p. m.

    TE AGRADEZCO TUS PALABRAS ,LO TENDRE EN CUENTA ;MUCHISIMAS GRACIAS ,JAVIER .

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