sábado, 25 de febrero de 2012

agua de manantial

JESÚS LAVA LOS PIES A SUS DOCE

Jesús sabía muy bien lo que hacía, y así lo pone claro San Juan: “sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre”, se levanta del diván, se quita la túnica y se va hacia las jofainas de las abluciones, se ciñe una toalla y se va hacia los discípulos para lavarles los pies, un gesto de servidor, de esclavo. Los discípulos se quedaron mudos. Extrañados. No dice el evangelista si empezó por uno o por otro, si en esa estupefacción alguno se dejó hacer, aunque se le enrojeciera el rostro de vergüenza, mientras miraba a derecha a izquierda a ver si alguien reaccionaba.

Así llegó a Pedro, que fue ya el que decidió acabar con aquello, y encogió los pies en su diván, y se negó a que Jesús siguiera arrodillado ante él. Era reverente amor y verdadero amor hacia Jesús, aunque no era acertar con la intención del Maestro. Decididamente, Tú, a mí, jamás me lavarás los pies. Jesús levanto humilde y cariñosamente los ojos, y poniendo énfasis y autoridad en sus palabras, respondió: Si Yo no te lavara los pies, no tendrías parte conmigo. Era un bombazo en el sentimiento de Pedro. Creía haber hecho lo que todos –y su propio sentir- le pedían, y se encontraba con aquella inesperada respuesta. Yo digo siempre que a la hora de ser como Dios manda, los hay “perfectos” y “pluscuamperfectos”· Y esos se colaban. Y Pedro se había colado. Y como Pedro no entiende de términos medios, ahora extiende los pies, se remanga los brazos y le dice a Jesús: Pues entonces lávame los pies, las manos y hasta la cabeza. Jesús se limitó a decirle. No es menester tanto; lo que ahora no entiendes, lo entenderás luego. Y vosotros estáis limpios. Aunque no todos. Ya salía de su Corazón ese sentimiento contenido de Judas, allí en medio, con el alma tan renegrida.

A sus pies se fue también Jesús. Judas aguantó estoicamente. ¡y vaya Vd a saber si hasta sintiendo ridículo el gesto de Jesús!, puesto que Judas ya se reptaba en otra órbita que le impedía entender estas alturas espirituales del corazón de Jesús: lo que pensaba Jesús en ese instante, lo que sentía en su alma, como quien quisiera que aquel agua que derramaba en los pies de Judas pudiera ablandarle la dureza de sus pensamientos.

Luego, Jesús se fue adonde había tomado la toalla y el agua, lo dejó allí, y se revistió con su túnica, y se fue a su puesto. No le apartaban ojo…, y ojos abiertos como platos, porque estaban sobrecogidos.

Con inmensa solemnidad les habló: Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si Yo, el Maestro y el Señor, lo he hecho así es para que vosotros lo hagáis a sí entre vosotros. Porque MI MANDATO es que os améis los unos a los otros COMO Yo os he amado.

Era el gran testamento de quien iba a morir, y quería dejarles un testamento de amor.

El silencio se mascaba. No se oía más que la respiración de aquellos hombres. Y Jesús rompió ya el silencio y –en un abismal contraste con lo dicho y vivido ahora-, Jesús parece necesitar desahogarse, les puso ante el hecho terrible: Hoy, esta noche, uno de vosotros –que está comiendo conmigo- me entregará. Aquello aturdía a cualquiera. Y los apóstoles fueron preguntando, ya sin fiarse ni de sí ¿Soy yo, acaso? - Uno que mete conmigo la mano en el plato. ¡Ay de él!, que más le valiera no haber nacido.

Y Judas se atreve a preguntar también si acaso es Él… Y Jesús le contestó muy bajito: Tú lo dicho, afirmación evidente de que lo era. Pero no enteraron los otros, porque si se enteran, se hubieran abalanzado sobre Judas. Cada vez se le hacía a Judas más insoportable aquella situación. Un corazón que ya se ha ennegrecido, lleva a mal hasta el acto más delicado que pudieran tenerle.

Jesús vio que la cuerda estaba tan tensa que había que liberar toda aquella mala energía del traidor. Y aunque era dar paso decisivo a la propia muerte, se dirigió con sencillez a Judas, como dice la cosa más normal y simple: Judas: lo que vs a hacer hazlo pronto. Nadie se entera lo que hay debajo. Piensan que era un encargo de Maestro a discípulo “tesorero”, y que le encargaba air a socorrer a algún pobre. Y Judas, llevado del mismo demonio, con la cabeza hundida, sin querer ni mirar, de fue hacia la puerta . Y Juan, con su profundidad de palabras (que en una sola mete mil sentidos), aportilla, como quien no dice nada: Era de noche. Claro: de noche sí que era ya, pero había una noche mucho más obscura y terrible, una noche sin amanecer, en el corazón de aquel desgraciado.

La 1ª lectura [sábado de Ceniza] –que en Cuaresma lleva la voz cantante- es una exposición en positivo. Con sus imágenes orientales va dando claves de bendición de Dios: apartar de uno el gesto, la palabra, el sentimiento, amenazador, el que tan fácilmente se traduce en maledicencia (crítica abierta o solapada; insinuaciones, contagio de los propios malos sentimientos)… Partir mi pan con el hambriento (donde estoy yo cabes tú; por eso no es sólo “compartir pan sino “mi pan”, hasta saciar el estómago del indigente. No sólo un gesto y un sentimiento, sino ese momento en que invade la bondad y se detesta todo lo que se alberga negro dentro de uno. Y no cabe duda que hay momentos en que el pozo del alma es más cloaca que manantial de agua clara. (¿Nunca hemos pasado por esa experiencia drástica, aunque sea momentánea, en la que la solución sería que se muriera o se marchara al extranjero aquel de quien albergamos un mal sentimiento?). Dios enciende esa luz suya en las tinieblas del corazón humano, y así brillará tu luz, tu obscuridad se volverá mediodía: ha entrado la Gracia purificadora de Dios, y quien antes tenía tendencia a derruir, hora se convierte en reparador de brechas, restaurador de viejas ruinas.

Así siguen las comparaciones, las concreciones. Y el final, como un juramento comprometido, se acaba diciendo: Ha hablado la boca del Señor.

1 comentario:

  1. Anónimo2:21 p. m.

    ERA EL GRAN TESTAMENTO DE QUIEN Iba a morir PORQUE UN MANDATO,ES QUE OS AMEÌS LOS UNO
    A LOS OTROS COMO YO HE AMADO , ES MI MEDITACION PARA ESTE SABADO DE CENIZA

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