viernes, 8 de enero de 2016

8 enero: los Magos en Belén

Liturgia
          A 1Jn 4, 7-10 le voy a dar la vuelta. Dice el texto: Amémonos unos a otros porque el amor es de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios, porque Dios es amor. Pues bien: si comienzo la frase por el final, Dios nos queda definido como AMOR, es decir: en Dios no hay nada que no sea amor; no hay brizna de algo que no fuese puro amor y sólo puede pensarse en Dios pensándolo como el amor hecho persona.
          Consecuencia: todo el que ama ha nacido de Dios. O dicho por su contrario: la falta de amor recela carencia de Dios. Y falta de amor es la visión negativa de las cosas o personas, las reticencias, los recelos. Todo eso no ha nacido de Dios. Por consiguiente: para mostrar que hemos nacido de Dios, amémonos unos a otros sin brizna de recelo.
          Y es que el amor está no en que nosotros hayamos amado sino en que Dios amó y mostró su amor enviando al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor. Ese Hijo es enviado para perdonarnos los pecados.
          En el evangelio de Marcos (6, 34-44) Jesús ve venir a Él a una muchedumbre, y lo primero que siente por ella es compasión: padece Jesús con el propio padecer de esa gente, que es gente que busca y sin embargo andan como ovejas sin pastor. Y Jesús se olvida de sí y su amor compasivo se dedica a servir a esa multitud. Los santos Padres de la Iglesia primera descubren en este episodio a la Eucaristía, que se multiplica sin fin y en la que Jesus se da sin pedir el “carné de identidad” previamente. Se trata de darse, y de darse de sobra, en abundancia total hasta saciarse. Porque así es el AMOR.

RELATOS DE NAVIDAD.
          La Sagrada Familia –según Mateo- sigue el Belén. Viven en Belén como si se hubieran asentado allí. Aquel día José –por la razón que fuera- no acudió a la plaza para buscar trabajo y estaba en la casa. Se oye un alboroto, niños que gritan y festejan… San José se asoma a la puerta y ve venir una vistosa caravana oriental. Llama a María para que goce del espectáculo que va a pasar por su puerta… Pero la sorpresa surge cuando todo aquello se viene hacia ellos, y un servidor se acerca a preguntar si allí ha nacido el rey de los judíos. María recuerda en este momento el anuncio  primero de la encarnación: se le dará el trono de David, su padre, y su reino no tendrá fin. Aquello se traduce ahora en esto. José titubea; María –pudorosa- se ha retirado al fondo de la habitación. José, aturdido, asiente…: allí ha nacido… Y unos señores se bajan de sus camellos y se dirigen a la casa, seguidos por sendos servidores que portan unos cofres.
          José se hace a un lado, saluda sin que le salga la voz, y aquellos hombres piden licencia para entrar, y se dirigen a María que tiene al Niño en sus brazos. Los señores aquellos toman de manos de sus sirvientes los cofres y van ofreciendo: uno, un cofre con oro; otro, un cofre con incienso; un tercero, otro cofre con mirra. Los Santos Padres identifican esos presentes con tres características de Jesús: Rey y Sacerdote (oro), Dios (incienso), hombre mortal (mirra). Toda una teología sacada de los tres dones que ofrecieron aquellos personajes. Si San Mateo pretendió eso exactamente no lo sabemos, pero no cabe duda que en el orden de la fe, está bien traído.
          ¿Cómo han quedado María Y José? Anonadados, admirados, pasmados… La mano de Dios queda evidente. Ya no han sido los pastores judíos en su ámbito propio de un establo para recoger el ganado… Ahora han sido unos señores llamativos, orientales y por tanto, no judíos… ¿Y cómo llegaron hasta allí? ¿Y quién les avisó? No cabe duda que Dios seguía haciendo de las suyas y que todo esto es admirable y es fantástico.
          José los despidió. El pueblo se había venido a la puerta. La chiquillería alborotaba. La gente quería ver porque lo que ellos conocían de aquella casa era todo normal. ¿Qué era verdaderamente aquella familia para recibir tal embajada? José estaba deseando poder cerrar la puerta y quedarse a solas con Maria, porque ellos eran los primeros que necesitaban digerir aquel suceso.

          Los magos (como los llama Mateo) se retiraron a un campamento en las afueras de Belén, esperando la mañana siguiente para regresar a sus tierras. Aquella noche un sueño revelador les dijo que no regresaran por Jerusalén y por Herodes. Y ellos, ignorantes de todo lo que aquello suponía, se volvieron a su Patria por otro camino.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:27 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CAYÒLICA.

    CÒMO OBTENEMOS LA VIDA EN CRISTO

    "PORQUE SIN MÌ NO PODÈIS HACER NADA".Necesitamos la fe y los sacramentos para llevar una vida buena y justa.Si sòlo dependiéramos de nuestras fuerzas, no avanzaríamos mucho en nuestros intentos de ser mejores. Por la fe descubrimos que somos hijos de Dios y que hemos sido fortalecidops por Èl.Cuando Dios nos da su fuerza, hablamos de "gracia".Especialmente en los signos sagrados que conocemos como SACRAMENTOS Dios nos otorga la capacidad de hacer realmente el bien que queremos hacer.
    Como Dios ha visto nuestra necesidad, nos "ha sacado del dominio de las tinieblas"(Col 1,13) por medio de su Hijo Jesucristo. Nos ha concedido la posibilidad de empezar de nuevo en comunión con Èl y de avanzar por medio del amor.

    Continuarà

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  2. "En las tinieblas ha brillado una Luz: el Señor justo, compasivo y clemente".

    Jesús "vio" y "le dio ´lastima". Dos actitudes que deben tener los cristianos ante las necesidades de la gente..."empezó a enseñarles muchas cosas". Tal vez empezó por la primera de todas las enseñanzas:Que no nos desentendamos de los problemas de los demás ni tratemos de solucionarlos con paternalismo. Que nuestra actitud sea respetuosa con todos, que seamos solidarios y todo lo generosos que esté en nuestras manos; que nos dejemos guiar por la palabra de Dios; que procuremos amar y valorar a cada persona como el Señor la ama y la valora y se preocupa por ella.

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