sábado, 30 de enero de 2016

30 enero: ¿Quién es Este?

Liturgia
          David había pecado. Y tal como lo había tramado, podía quedar impune su pecado desde los ojos humanos. Pero no ante los ojos de Dios. Y Dios envió al profeta Natán: 2Sam 12, 1-7. 10. No era prudente entrar de frente en el asunto. Y Natán optó por contar al rey “un caso” [imaginario] que pusiera al rey ante una situación de injusticia ocurrida en sus dominios. Y le fue exponiendo el caso del poderoso que abusó de la pequeñez del vecino pobre, y que teniendo todos sus ganados a mano, había tomado la ovejita del pobre para dar un banquete a sus súbditos.
          El rey David sacó a relucir su justicia y su poderío determinando ya de entrada que ese hombre tiene que morir, es reo de muerte. Es que somos fáciles a juzgar hacia afuera lo que no somos capaces de ver en nosotros mismos. Y Natán le dice al rey, ahora muy de frente: ESE HOMBRE VERES TÚ. Dios te dio todo, eres dueño de todo, tienes de todo. Y viniste a tomar lo poco que no era tuyo, quedándote con la mujer de Urías.
          David no replicó. Vio su realidad en el espejo que Natán le había puesto delante y bajó la cabeza con un muy sentido: He pecado contra Dios. En efecto, aquel pecado contra Betsabé y contra Urias y contra la justicia, había sido un PECADO CONTRA DIOS, porque todo pecado es contra Dios.
          Y Natán le anunció que el pecado lleva su penitencia y que ese pecado también la lleva. David rogó al Señor que el niño que iba a nacer no muriera y lo hizo con ayuno y mortificación. Que en definitiva era reconocer su pequeñez ante Dios, a quien sólo quedaba que suplicar desde la pobreza humana.

          Mc 4, 35-40. Acababa yo de escribir mi segundo libro con objetivos tan variados como los mismos tiempos litúrgicos, y buscaba un título que viniera bien a ese conjunto. No me era fácil. Y llegó este día en el que se tenía este evangelio con la pregunta de los apóstoles: Quién es Este. Y ahí encontré el título de mi libro. Porque la gran realidad de nuestra vida es que por muy conocido que creamos tener a Jesús, siempre queda una ulterior pregunta que busca más…: Quién es Este. Porque Jesucristo es inconmensurable. Con razón Pablo lo define sin poner números, en lo alto, lo ancho, lo largo y lo profundo… Poner medidas hubiera sido cercenar la más grande realidad del mundo. No puso ninguna cifra… Siempre queda abierta la pregunta: ¿Quién es Este?
          Jesucristo no tiene límites. Cuando hemos descubierto una faceta y nos parece haber tocado el cielo, a renglón seguido nos damos cuenta que no hemos apenas empezado… Jesucristo es MÁS. A Jesucristo no lo abarcamos nunca. Nunca aprehenderemos a Jesús. Jesucristo se nos desborda y nos desborda. Jesucristo no puede ser metido en el puño del hombre, por muy grande que fuera el puño místico de la persona, por muy lejos que hubiera ido, por muchas revelaciones que hubiera recibido. Jesucristo siempre es MÁS.
          Los apóstoles remaban y Jesús dormía en la popa de la barca. Lo podían ver ellos como el Maestro de siempre, que necesitaba descansar. Se levantó la tempestad y ellos pretendieron solucionar la situación pero las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Salpicaba por todas partes, y Jesús –dormido en popa- parecía no enterarse, aunque debía estar empapado.
          Ya no cabía esperar más. Se iban a pique. Y es el momento en que se van a Jesús y “lo despiertan” diciéndole: Maestro, ¿no te da nada que nos hundamos? Jesús se puso en pie en aquella barca que casi zozobraba ya, increpó al viento y dijo al lago; ¡Silencio; cállate! Y como un corderito manso el mar se echó a sus pies: El viento cesó y vino una gran calma. Entonces los apóstoles, los compañeros de tantas horas y días, los testigos de tantas acciones extraordinarias de Jesús…, el propio Pedro que le había confesado MESÍAS DE DIOS, son los que se hacen la pregunta: Pero ¿QUIÉN ES ESTE? ¡Hasta los vientos y el mar le obedecen!
            Cada vez que entremos en oración, cada vez que estemos orando, cada vez que nos quedemos en silencio…, tenemos que hacernos esa pregunta, a sabiendas de estar ante un pozo sin fondo, ante una pregunta que siempre da respuesta pero que siempre son respuestas parciales, porque siempre queda más por descubrir.

            Cuando se nos dice que veremos a Dios cara a cara y por tanto veremos a Jesús cara a cara, ese va a ser nuestro cielo, el cielo que lo da todo pero que nunca cansa porque siempre sacia y deja abierta la puerta a una nueva saciedad. Allí, el “quién es Este” se convierte en un gozo sin frontera que nos deja al descubierto la fruición eterna.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad8:58 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÒLICA.

    LAS VIRTUDES TEOLOGALES

    ¿QUÈ ES LA FE?.-La fe es la virtud pòr la que asentimos a Dios, reconocemos su verdad y nos vinculamoa personalmente a ÈL.
    La fe es el camino creado por Dios para acceder a la verdad, que es Dios mismo. Puesto qu Jesús es "camino y la verdad y la vida" (Juan 14,6), esta fe no puede ser una mera actitud, una "credulidad" en cualquier cosa. Por un lado la fe tiene contenidos claros, que la Iglesia confiesa en el CREDO (confesiòn de fe) y que està encargada de custodiar. Quien acepta el don de la fe, quien por tanto quiere creer, confiesa esta fe mantenida fielmentew a través de los tiempos y culturas. Por otra parte, la fe consiste en la relación de confianza con Dios, con el corazón y la inteligencia, con todas las emociones.
    Porque la fe "actùa por el amor"(Gal 5,6). Si alguien cree en el Dios del amor lo demuestra no en su proclamación ,sino en sus actos de amor.

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  2. No siempre somos conscientes y responsables del momento que vivimos; Creemos que Dios está dormido, desentendido de las tempestades que azotan al mundo, a la Iglesia; pero Dios está ahí controlándolo todo...ayudándonos a tomar decisiones responsables, avivando nuestra fe: todos necesitamos experimentar miedo, sentinos solos para necesitar a DIOS, como los discípulos aquella noche de temporal.Al día de hoy ya nadie se asustaría viendo a Jesús increpar al mar y éste obedecerle, ya que todos creemos en su divinidad y por lo tanto, en su Omnipotencia.

    Las virtudes teologales están íntimamente relacionadas; la fe enciende la esperanza y ésta sostiene la fe. El cristiano que persevera en su fe a pesar de sus oscuridades, no deja de esperar en las circunstancias más penosas. La esperanza cristiana no falla nunca.

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