martes, 19 de enero de 2016

19 enero: Señor del Sábado

Liturgia
          Saúl no respondió a las expectativas que Dios había deseado Y Dios busca otro hombre que pueda ser el rey que sea acorde con los planes de Dios. En 1Sam 1, 32-33. 37. 40-41, está la elección de ese nuevo rey. De entre los hijos de Jesé, y habiendo otros mayores y que a simple vista alguno pareció a Samuel que podría ser el elegido, Dios viene a volcarse en el más pequeño, el que está con los rebaños, el que ni siquiera está en la casa junto a sus hermanos. Samuel está perplejo porque a ninguno de los otros lo señaló Dios… ¿Acaso no queda otro? Y Jesé manda venir a David. ¡Ese era el elegido de Dios!
          La Biblia, en sus panegíricos sobre determinados personajes, lo presenta rubio, de bellos ojos, hermosa presencia. La verdad es que podría haberse omitido esa descripción y hasta hubiera quedado mejor. Porque no estaba en esa apariencia la razón de la elección, porque Dios no se fija en las apariencias (como ha dicho al principio). Dios elige a quien quiere y porque Él lo quiere. Y Dios le dijo a Samuel: ESE ES. Y ahora, como puro don de Dios, gratuito y no dependiendo de otras cualidades, en aquel momento invadió a David el espíritu el Señor y estuvo con él en adelante.
         
          El evangelio (Mc 2, 23-28) es una vez más el acoso de los fariseos a todo lo que se relacionaba con Jesús. Ha sido antes por comer con publicanos, y luego por el tema del ayuno. Ahora por “el trabajo” que se tomaban los apóstoles en desgranar unas espigas de un sembrado por el gusto de echarse los granos a la boca.
          Jesús siempre apunta a más alto: No tienen necesidad de médico los sanos…; mis discípulos no ayunan porque están conmigo de fiesta… Y ahora recurre al caso de David, a quien veneraban los judíos, y que en un determinado momento de sus batallas, exhausto él y sus hombre, se decide a comer los panes presentados en el altar, cosa que sólo podían hacer los sacerdotes. Pero ante una necesidad mayor, David sobrepasa la ley y acude a esa mayor necesidad.
          Con lo cual da la lección básica de que el sábado se hizo para servicio del hombre, y no al hombre para ser esclavo del sábado. Ésta era la lección básica. Una vez más lo que decíamos ayer: ante un vino nuevo (una doctrina nueva, un enfoque nuevo de la relación con Dios), hacen falta mentes nuevas, actitudes nuevas, planteamientos nuevos, profundidades nuevas en ese mundo de respuesta a Dios. Pues bien: el Hijo del hombre es SEÑOR DEL SÁBADO. Era ya la explosión del alma de Jesús ante tanta mezquindad de miras de los fariseos: el Hijo del hombre (término mesiánico) es SEÑOR DEL SÁBADO…, está por encima de las minuciosidades farisaicas sobre el descanso sabático.
          ¡Cuánta falta haría que esto nos entrara dentro! Porque nos queda aún mucho terreno que purificar en nuestra vivencia religiosa y cristiana: en nuestros rezos, en nuestras prácticas sacramentales, en nuestra lectura meditativa o contemplativa del evangelio (“lectio divina”), en nuestra concepción social de la pareja humana, en la necesidad de dar a los hijos las bases –a tiempo- para que ellos tomen una postura de fe; en el modo de atender a los mayores con la dignidad que les corresponde; en el pago de los impuestos, en el respeto de los conductores y en las conductas de conducción…, en la planificación de los hijos de un matrimonio, acorde con unos principios cristianos… Y así se podría seguir. ¡PORQUE EL HIJO DEL HOMBRE ES SEÑOR DEL SÁBADO!, y eso abarca toda la vida humana.

          La soberbia de nuestro mundo endiosado es pretender de nuevo querer ser como dioses…, o más brutalmente dicho (pero real), en querer ser más que Dios, en arrogarse la persona el derecho sobre la vida y la muerte, sobre el amor y el sexo, y pretender que Dios nada tiene que decir allí donde el hombre tiene todos los derechos para decirlo todo. Y sin embargo, EL HIJO DEL HOMBRE ES TAMBIÉN SEÑOR DEL SÁBADO. Y hasta que las aguas no vuelvan a su cauce, el desbordamiento de esas aguas va a provocar –como ya lo está provocando- un tsunamis de incivilización que acaba destrozando la vida, la convivencia, los valores, la política, las relaciones humanas…

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:15 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÒLICA (Conyimuaciòn)

    LA CONCIENCIA MORAL

    Es preciso que cada uno preste mucha atención a sì mismo para oir y seguir la voz de su conciencia. La dignidad de la persona humana implica y exige
    " la rectitud de la conciencia moral", que comprende la percepción de los principios de la moralidad, su aplicación a las circunstancias concretas mediante un dicernimiento prctico sobre los actos que se van a realizar o se han realizado ya.
    La conciencia hace posible asumir la responsabilidad de los actos realizados.

    ¿Se puede obligar a alguien a hacer algo contra su conciencia?
    Nadie puede ser obligado a actuar contra su conciencia, mientras su acción se sitùe dentro del"BIEN COMÛN".Quien pasa por alto la conciencia de un hombre, la ignora o la presiona , atenta contra su dignidad. Pocas hacen al hombre màs hombre que el don de poder distinguir por sì mismo el bien del mal y poder elegir entre ellos. Esto es vàlido cuando la decisión, vista desde la luz de la Verdad, es errónea. Si una conciencia se formò rectamente, la voz interior habla en consonancia con lo que es razonable , justo y bueno ante Dios.
    "Hacer violencia a la conciencia de la persona es herirla gravemente, dar el golpe màs doloroso a su dignida.En cierto sentido es màs grave aùn que matarla" (SAN JUAN XXIII).

    Continuarà

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  2. El hambre y las necesidades del hombre no pueden esperar; las necesidades básicas hay que solucionarlas; no hay ninguna ley que justifique a una sociedad que teniendo los recursos, permite el sufrimiento de los demás. El gran objetivo de los políticos y, de cada uno de nosotros, debe ser promover la vida de cada persona de tal manera que alcance toda su dignidad. Ninguna norma ha de distraernos del compromiso de ayudar a los hermanos necesitados y de orientarlos para que tengan una vida ordenada y digna.

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