viernes, 15 de enero de 2016

15 enero: El pecado del pueblo

Liturgia
          1Sam 8, 4-7. 10-22 pone delante un hecho de trascendencia en el pueblo de Israel. Hasta entonces habían regido al pueblo hombres de Dios, que consultaban a Dios sus decisiones. Cuando han perdido aquellas dos batallas con los filisteos –la lectura de ayer- piensan que lo que ellos necesitan  es un rey como las demás naciones, que salga al frente de las tropas. Esa circunstancia de cambiar la mano de Dios por unos reyes que rijan con criterios humanos es lo que desagrada a Samuel, y por lo que les hace las cuentas de lo que les va a suponer llevar a cabo aquella petición: el rey va a tener pretensiones humanas y va a dominar desde poderes humanos y tiránicos. Y les hace una enumeración de consecuencias de nombrar un rey. El pueblo no quiso hacer caso a Samuel y pidió que les nombrara un rey.
          Dicen que el pueblo es soberano…, que el pueblo tiene razón. Y al final el pueblo paga sus propios errores. Y es que el pueblo es más visceral que racional…, ve más a lo inmediato que con perspectiva… Y luego ese pueblo es víctima de su propio error, cuando ha alimentado tanto a la bestia que la bestia lo acaba deglutiendo y dejando sin capacidad de reacción.
          El evangelio es un relato lleno de imágenes. Mc 2 es un canto a la atracción que ejercía Jesús cuando enseñaba y le daba a las gentes una palabra llena de contenido, de profundo contenido. Un pueblo que estaba cansado de la falta de doctrina y el vacío de contenidos de los fariseos, sus mentores religiosos, halla en Jesús un arsenal de principios vitales y de estímulos para la vida religiosa y normal de un pueblo religioso. Las gentes se agolpaban de tal manera a la puerta de la casa que por allí no podía entrar ya nadie.
          Otra historia es la del paralítico aquel que se ha agenciado a cuatro personas que le lleven hasta Jesús. Este hombre no va en busca de esa Palabra. Tiene encima su parálisis y esa es la que a él le preocupa y a la que él quiere dar solución. Sabe que Jesús cura y a Jesus se hace conducir para buscar su salud.
          Resultó que no pudieron ponerlo ante el taumaturgo porque por allí no se podía pasar. Y los cuatro portadores de la camilla optan por rodear la casa y entrar por la parte de atrás y levantar las lascas de encima de la terraza desde la que hablaba Jesús, para desde allí hacer descender con unas cuerdas al enfermo y que acabe ante los ojos del Maestro. Dice el texto que Jesús vio la fe de ellos. ¿Fe religiosa o esa fe humana que hace perseverar en una empresa para alcanzar su objetivo?
          El paralítico quedó entre Jesús y el gentío. Jesús dejó de enseñar y fijando su vista en el enfermo, le dijo: Hijo: tus pecados quedan perdonados. Hay una lectura más amplia que las palabras en sí mismas. Dada la creencia de que la enfermedad era consecuencia del pecado, perdonar los pecados de aquel hombre equivalía a darle la salud. Pero lo que sonó claramente fue el perdón de sus pecados.
          Yo me pregunto si el paralítico quedó confortado o contrariado pues la verdad es que su problema –creía él- era su parálisis. Lo de sus pecados podía quedar para otra ocasión. [Que es, por desgracia, algo muy corriente: lo que se busca en muchos recursos a lo religioso es solucionar problemas de índole personal, familiar…, y humanos. Lo espiritual parece que no acucia tanto, que “no pica”…, como aquel pobre hombre que dejaba a un lado sus pecados “porque yo nunca me confieso y mirad que grueso estoy”. O el frecuente: Peco y no me pasa nada].
          Me quedo mirando a los ojos de aquel hombre y creo ver en ellos una cierta ansiedad: “lo que yo necesito ahora es poder andar”. Está muy bien el perdón de mis pecados pero yo sigo paralítico.
Y me produce dolor pensar en tantas personas que sólo están mirando su estado físico, social, psicológico…, y parece que su religiosidad quedaba solamente como un adorno de los tiempos fáciles, pero que, ahora, a la hora de la verdad, se les ha esfumado y no tiene fuerza para darles respuesta a “sus parálisis” del momento presente.
Por otra parte estaban los fariseos para terciar negativamente contra Jesús. Estaba muy bien que predicara. Hasta les hubiera gustado ver un milagro, que siempre lleva su emoción. Pero de ahí a arrogarse el perdonar pecados, cosa que solo Dios puede hacer, era ya demasiado. Y criticaron, y se escandalizaron.

Jesús les dio respuesta en la persona del paralítico: Para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder para perdonar pecados…, se dirige al paralítico y le dice: levántate; toma tu camilla  y vete a tu casa. Jesús había resuelto dos cosas en una sola nueva palabra: respondió a los fariseos y dio la salud al enfermo.

3 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:15 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÒLICA (Continuación)

    LA LIBERTAD DEL HOMBRE

    Cuanto màs pecamos, tanto màs pensamos sòlo en nosotros mismos, tanto peor podemos desarrollarnos libremente.En el pacado nos volvemos inútiles para hac er el bien y vivir el amor.El Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones nos concede un corazón lleno de amor a Dios y a los hombres.Percibimos al Espíritu Santo como el poder qaue nos conduce a la libertad interior, que nos abre al amor y que nos hace instrumentos cada vez mejores para el bien y el amor.
    "Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de Dios, en el que clamamos:¡Abba, Padre!. Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios" (Rom 8-15-16)

    Continuarà

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    1. La libertad del hombre debe coincidir con la voluntad de Dios; a mí me parece que sólo es libre el hombre que sabe dominar sus pasiones. Sólo conseguiremos defender nuestras libertades, la personal, incluso la difícil libertad interior procurando y defendiendo la libertad de los demás. Ana, soy tu seguidora; me gusta mucho lo que aportas. Te dejo un beso de ternura muy especial y mis mejores deseos para este año que acabamos de estrenar. MºJosé.

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  2. El paralítico de Cafarnaún personifica a todo hombre que está impedido por su situación pecaminosa y por ignorancia, por símismo no puede llegar hasta Dios. Aquellos amigos que lo acercan a Jesús son unos buenos apóstoles, no les arredran los obstáculos, ni el gentío que no les permite introducir al paralítico por la puerta, ni el miedo a qué les llamen locos, ellos tienen que buscar la manera de que el "tullido" encuentre a Dios.Y, Jesús, "viendo la fe que tenían", el paralítico y los acompañantes, realizó el milagro al tiempo que iba diciendo a los fariseos que El puede perdonar los pecados y para demostrarlo le dijo al paralítico, "Levántate, coge tu camilla y echa a andar". Mientras le hace saber que sus parálisis no son un castigo divino y lo invita a dejarse llenar de su amor transformante y hace vivir con plena dignidad.Todos glorifican a Dios cuando perciben los frutos de su misericordia, y no la rigidez de las leyes.

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