martes, 1 de enero de 2013

MARÍA Y LA IGLESIA


MARÍA, MADRE DE DIOS Y DE LA IGLESIA
La fecha del 1 de enero está expresamente dedicada –desde la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II- a celebrar a MARÍA, MADRE DE DIOS.  En realidad es la razón de ser de María, su título supremo, en razón del cual tiene María todos los otros títulos o privilegios-
A su vez, el Concilio proclamaba a MARÍA “TIPO DE LA IGESIA”. O lo que sería igual:  Modelo ejemplar de la Iglesia…, o también, Reflejo de la Iglesia.  De modo que lo que se dice de la Iglesia se puede decir de María, o lo que se dice de María se puede decir de la Iglesia.
De hecho en la Sagrada Escritura hay una serie de textos que se pueden entender indistintamente de una y de otra, o presentan un paralelismo tal que no se sabe si es aplicable a María o a la Iglesia.
Esto tiene mucho más importancia que lo que parece a primera vista, porque es muy difícil que lo que va contra la Iglesia no roce también a María. O que si sentimos una veneración a María, debemos tenerla a la Iglesia en la misma medida.
Es muy hermosa la oración que –en la Misa- se reza antes de dar la paz.  Se pide expresamente: no mires nuestros pecados sino LA FE DE TU IGLESIA.  Lo que quiere decir que hablar de la IGLESIA es estar hablando de lo que Jesús instituyó y que es “santa e inmaculada”, imagen de Cristo.
Luego hay una realidad tan evidente –y para nosotros consoladora- y es que Jesucristo escogió hombres tan humanos como vemos en los relatos evangélicos, que tuvieron variedad de fallos, y de los gordos.  Pero ahí estuvieron las mimbres…;  no pretendió otra cosa. Ahí y desde ahí, puliendo y corrigiendo y enseñando y aprendiendo…, fundamentó su Iglesia. Luego, en la cruz la encomendó a su Madre…;  a su Madre le encomendó su Iglesia…  Y ahí  comenzó esa realidad nueva –con eclosión en Pentecostés- para l andadura de esa Iglesia a la que Jesús sigue trabajando día a día (dice San Pablo) para que la Iglesia vaya progresando hacia la santidad y la vida irreprochable…  Pero siempre a sabiendas de que estamos en peregrinación y de que en este caminar todavía arrastramos nuestros defectos. Todos nosotros. TODOS.  Y podemos dar gracias a Dios de que así sea.

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