viernes, 18 de enero de 2013

LA FE en José, María y Jesús


NAZARET:  LA FE
                                             No es un tema fácil. Porque si lo abordamos desde el sentido popular de la fe, sería demasiado fácil, y eso ya nos equivocaría.  En el sentido que manejaos frecuentemente, se dice con toda rapidez: tengo mucha fe…¸estoy perdiendo la fe, como el que tiene una jarra llena de agua o se le está acabando.  Una fe que “cree” más con la cabeza, con el sentimiento… Luego habrá que ver sus efectos, el compromiso que comporta en a vida de la persona.  Y eso esto lo que habremos de buscar en LA FE de la Sagrada Familia…, en la fe de cada uno de los miembros de aquella familia.  Y poco podremos decir con los datos que nos da expresamente el Evangelio, si no es que nos remontamos a sus orígenes.
             Por eso creo oportuno presentar diversas concepciones de LA FE, para que luego podamos entrar en la aplicación o realización que tiene en la vida de María, José y Jesús.
             La descripción más escueta y teológica la dio el Concilio Ecuménico de Trento: La fe es la raíz de toda santidad [“justificación” es la expresión exacta del Concilio].  Tan teológica que no sería precisamente la que menjor nos ayudara a explicar o comprender.  Por otra parte, tan fácil de entender si pensamos que aquella Familia de Nazaret vive su fe hasta los grados más completos de una santidad de cada uno de sus miembros.
             El Catecismo nos enseñó que la fe es la aceptación de lo que Dios revela, porque reconocemos su autoridad y su verdad, que no puede ni engañarse ni engañarnos.  Otra descripción útil para entender que la fe es rendir nuestra mente a lo que diga Dios.  No tanto porque tocamos, palpamos, comprendemos, sino porque lo ha dicho Él, que es Verdadero. Y ese concepto viene a ser el que cree definir la propia fe nuestra: si Dios lo ha dicho, basta.  Y es muy exacto para empezar a hablar de la fe de José, María y Jesús.  Pero se quedaría en el comienzo.
             Una descripción más vital la dio aquella sencilla fórmula: La fe es la capacidad para aceptar (sobrellevar y sobrepasar) la duda.  Entra en un terreno muy vivo, muy diario.  Las cosas no son tan simples como para creer de verdad y a pie juntillas cuando surgen situaciones personales en las que uno no sabe por dónde tirar ante realidades que le azotan en la vida. Una pregunta tácita o expresa surge instintivamente:  ¿dónde estaba Dios?, ¿por qué me sucede esto?, etc.  La duda que nos levantan los hechos de la vida, las noticias, las afirmaciones que nos llegan, las “novedades” que trastornan nuestra rutina creyente.  [Tenemos tan reciente el escándalo ante el libro del Papa].  Evidentemente si no hay capacidad para aceptar la duda, guardar en el corazón, investigar, sobrepasar eso que nos ha tambaleado, lo que está en entredicho es nuestra propia fe: ¿de qué fe estaríamos hablando cuando decimos que tenemos mucha o poca fe?  En la Sagrada Familia hay realidades que provocan dudas muy fuertes.  Pero que se sobrepasan desde la auténtica fe de aquellos tres componentes de la Familia.  Ahora lo veremos.
             Una última descripción: la fe es enamoramiento.  Fe y amor siguen siempre el mismo esquema.  El que ama, cree.  El que cree, ama.  O sea: el que cree y ama, se compromete…, queda comprometido vitalmente por su fe.
             Pensamos en MARÍA. Una jovencita casadera y –de hecho- prometida y comprometida ya en matrimonio.  Un día Dios llega a Ella y le pone delante un proyecto que altera todos los planes…, que compromete una respuesta…, y que esa respuesta compromete no sólo su vida sino el futuro que tenía ella pensado.  En su fe, no pone obstáculo, pero hace una pregunta rendida ante la llamada de Dios: ¿Qué quieres, qué tengo que hacer, puesto que yo aún no vivo maritalmente con varón?  Y cuando Dios le dice que todo es cosa de Dios y que El hará, María sobrepasa toda duda, toda dificultad, todo pensamiento, todo proyecto personal. Y compromete toda su persona y su voluntad: Yo estoy a disposición; hágase en mí según quieres.
             O sea: no se ha quedado en una fe de entendimiento, de aceptación mental, de mujer piadosa. Ha comprometido todo su ser, ha aceptado y sobrepasado toda duda; es una muchacha tan enamorada de Dios que llega a comprometer –en un instante- aún su propio amor a José, si eso es necesario.

             JOSÉ, definido como varón justo (=cabal, bueno de corazón).  Tiene su ilusión, como varón, como judío, de crear un hogar con María –su ya prometida- y llenar su hogar de hijos.  Y un día se topa con la más terrible duda que podía presentarse.  Su novia y prometida está encinta, y él no tiene nada que ver en ello.  La duda recorre todo su horizonte. Aquello no puede explicarse porque nunca hubo una concepción sin intervenir varón. ¿Qué ha ocurrido allí?  Por una parte no quiere dudar de María, ni hacerle daño.  Por otra parte, la realidad es la que es. ¿Puede permanecer impávido?
             Duda espantosa y atenazante. Se acuesta hecho polvo y ya no tiene más salida que huir, desaparecer. Y en sueños –lo que equivale a la bruma de la nueva duda que nada deja evidente…, y sin embargo es duda que se ilumina bajo la inspiración en sueños en que “oye” que Dios es quien lleva el caso a su manera; que no tema; que siga todo adelante como si nada pasara...-, José pliega toda su mente y su corazón y su ser…, y recibe a María en su casa.  Esto es LA FE.  Está comprometido hasta las orejas y, en la duda, doblega su razón, su pensamiento, su decisión de irse… José compromete toda su persona en un misterioso proyecto… Porque está enamorado de Dios y se pliega totalmente a Dios

             JESÚS vive treinta años metido en Nazaret.  Cualquier compañero del pueblo se casa en la edad normalmente joven en que lo hacían los judíos. Jesús esta allí…  Tanto José como María se preguntarían muchas veces qué haría Jesús.  Jesús n se mueve. ¿Porque ha muerto ya José y está ocupándose de su madre?  No hubiera sido el único hijo de viuda que contrajera matrimonio sin dejar a la madre.  Hay algo más.  Jesús está allí porque todavía no ha hablado Dios.  Porque Jesús está a la espera, a la escucha.  Y Dios sigue callado.  ¿Dudas?  Debieron surgir muchas en María y en Jesús.  Y sobrellevan y sobrepasan ese silencio de Dios.  Hasta que Dios puso en Jesús una lucecita, todavía no totalmente definida, y Jesús vio que había llegado el momento. Así lo comunicó a María.  No sabía a ciencia cierta hacia dónde y hacia qué.  Y salió en busca de aquel movimiento religioso que Juan Bautista llevaba en el Jordán, predicando un bautismo de penitencia…  En él se enrola Jesús…, hasta que allí se manifiesta e Padre, y Jesús experimenta SU VOCACIÓN: Hijo amado –Mesías- en quien se complace Dios…, y al que hay que escuchar.  Y Jesús entrega toda su vida a hacer lo que agrada al Padre, con una misión que ahora ha quedado definida.

             Sólo en ese análisis profundo de las realidades que tenemos delante, entenderemos ahora lo que fue la FE DE AQUELLA FAMILIA. No precisamente la fe “devota” o de sensibilidades religiosas, sino de compromisos vitales que abarcan la vida y el ser entero.

2 comentarios:

  1. Me suscita lo siguiente, y escribo de seguido lo que me sale en este momento.

    CREO EN LA IGLESIA. Eso significa para mi que todo lo que la Iglesia me propone y me enseña para ser creído, forma también parte de mi fe. Mi fe no tiene nada que ver con la absoluta comprensión de todas las cosas. Simplemente me fío de la Iglesia, y se que Dios quiere de mi que me fíe de la Iglesia. La Iglesia es UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA.

    Si creyere en algo diferente a lo que la Iglesia me enseña, me pondría al margen de la Iglesia, frente a la Iglesia, contra la Iglesia. Eso es típico de las sectas protestantes, en las que cada iglesita tiene un papita al que siguen, y cuando no estás de acuerdo con el papita de tu iglesia, tu mismo te conviertes en papita y fundas tu propia secta para confundir a otros.

    "CREO EN LOS CURAS". Esta expresión típicamente utilizada por personas que no frecuentan la Iglesia o que discrepan en doctrinas de la Iglesia, no se dan cuenta que no se trata de creer en los curas, sino de "creer al cura", cuando el cura está totalmente de acuerdo con el Magisterio de la Iglesia. En caso de que no fuera así, no habría que creer lo que dice el cura. Por otro lado, es incorrecto usar esta expresión, porque yo no creo en los curas, es decir, mi fe no está puesta en los curas, sino en la Palabra de Dios, es decir, en Dios mismo, nuestro Señor Jesucristo. El cura es una persona que se dedica a anunciar el Evangelio y enseñar la verdad, siendo fiel a la Iglesia.

    ResponderEliminar
  2. Se me olvidó añadir, que no es por alarmar a nadie, sino por alertar, pero dentro de la Iglesia Católica también existen papitas que pretenden llevar adelante sus propios criterios a veces en contra del Magisterio de la Iglesia. Un ejemplo: Los partidarios de la mal llamada teología de la liberación. A eso me refiero por ejemplo con "papitas" dentro de nuestra Iglesia. Esos constituyen un peligro para la fe, y hay que tenerlos localizados y protegerse de ellos. Como dijo uno de los padres de la Iglesia, "una gota de veneno en un vaso de leche envenena toda la leche" (no es textual).

    Desde luego yo tengo claro, que conmigo se toparan y que me voy a batir a fondo por tenerlos localizados, porque tengo la obligación de defender la fe de la Iglesia. Por eso digo y siempre he dicho, que el que se esconde detrás de un anónimo es porque no quiere ser conocido, y si no quiere ser conocido, y escribe ciertas cosas, pues "blanco y en botella".

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!