viernes, 19 de octubre de 2012

Salvados por Cristo


CRISTO ES SALVADOR
          San Pablo escribe a los fieles de Éfeso. Él es judío y “estábamos destinados a ser alabanza de la Gloria de Dios  por decisión del que lo hace todo según su voluntad”  “También vosotros, los que escucháis la Verdad, la extraordinaria noticia de que habéis sido salvados, habéis sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo prometido, el cual es prenda de nuestra herencia para alabanza de la Gloria de Dios”
             Ya está dicho todo. El Salvador es Jesucristo. “Nosotros” o “vosotros” tenemos el mismo destino, y ese destino es alabar a Dios. Ese es el canto que resonará siempre en el Cielo.  No ha pedido Pablo condiciones. Ha asegurado que el Salvador es Jesús.

             En el Evangelio advierte Jesús –eso sí- que hay que precaverse de la levadura de los fariseos, precisamente el estilo de condicionamientos añadidos para obtener la salvación, como si esa salvación fuera a venir de las minucias farisaicas. En el fondo de esa “minucias” que no son tan “minucias” porque su esencia es la hipocresía, la apariencia, el aferramiento a leyes y leyes, y ridículas leyes.  Y dice Jesús que a esos es a los que hay que temer porque –en el fondo- matan.  Matan el cuerpo;  no pueden matar el espíritu…, pero pueden hacerle mucho daño y acabar “mandando al fuego”, encendiendo aversiones.  A eso sí hay que tenerle miedo.  En realidad toda esa mentira de la vida, todo ese disimulo, toda esa apariencia –que parece que no se hace nada, pero se está haciendo solapadamente, se acaba sabiendo, porque hasta ls piedras hablan…, o sale en cualquier momento a la luz del día.
             A quien no se le puede tener miedo es a Dios, porque Dios no mata sino que da vida; no agobia sino que ensancha; no atosiga sino que da oxígeno.  Porque Dios se cuida de nosotros…, hasta del pelo de nuestra cabeza que no podrá caer sin el permiso de Dios.  Si ya cincos gorriones se venden por dos cuartos, y Dios no se ha olvidado ni de uno solo, ¡cuánta debe ser nuestra seguridad de un Dios que ama a los hombres con pasión!

             Sigue, a la viceversa: estamos nosotros pendientes de muchos detalles. Nos ocupamos de muchas pequeñeces. No tenemos tiempo de dedicar a Dios un espacio. Perdemos el tiempo en “construir” paja y encima de todo nos quedamos satisfechos. Hasta nos creemos estar “haciendo algo meritorio”. Es evidente que luego “se pregona desde las azoteas” el ridículo de esas cosas. Uno se pegunta si corresponden esas “perfecciones” al amor cuidadoso de Dios o lavadura de fariseo.  Si está en el objetico central de muchas actuaciones DIOS, por ser Dios, y por el amor que merece SOBRE TODAS LAS COSAS, o si nos camuflamos de “dioses” y nos servimos a nosotros mismos, hinchándonos como pavos reales, para aparecer como salvadores de nosotros mismos por nuestros propios méritos.  Y surge esa pregunta de si hemos sentido en el fondo del alma la verdad inmensa del Dios providente, de Cristo Salvador, que ha proclamado el valor del humilde y sencillo frente al inflamiento del pagado de sí mismo, que se cree el “no va más” de toda la humanidad: “yo no soy como los demás”, prototipo del más llamativo ridículo humano.
             NO MÁS LEYES. MUCHA MAYOR FINURA. Mucha mayor sensibilidad para pensar antes en el otro que en sí mismo. Para saber que la vida no gira en torno a mí, que soy un insignificante punto en medio de la sociedad.  Y muchos más poner la mirada en Dios, orar, examinar, profundizar, analizar…, porque la insensatez es la carencia de la sensatez de quien hace inventario para saber lo que ayuda y lo que estorba.  Sin lo cual no se puede avanzar.  Bueno: es que ni se vive decentemente ante Dios, ni se deja vivir a los demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!