domingo, 28 de octubre de 2012

GOZO Y ALABANZA

ALEGRÍA, REGOCIJO, ALABANZA
Así ha estallado hoy la Liturgia de la Palabra. El profeta Jeremías lleva esos sentimientos a un pueblo –al resto de un pueblo- que se ha mantenido fie a Dios y a sus preceptos y que ahora puede regocijarse con toda el alma porque ya vuelve a su patria, a su libertad, a su lugar santo: El Señor ha salvado a su Pueblo, cumpliendo sus promesas.  Y con cita especial nombra a los más débiles como los más alegres: los ciegos y las mujeres.
El tema de los ciegos tiene en la historia de Israel un sentido muy significativo, y viene a simbolizar una característica mesiánica.  David, rey belicoso, luchaba frente a una plaza fuerte para conquistarla. La embajada irónica de deprecio que le mandan los mandatarios d aquella ciudad es que los ciegos y los cojos se bastarán para impedirle entrar.  Aquella ofensa al rey que es emblema de Israel por su importancia en la historia mesiánica, dejó en Israel tal sentimiento adverso que se plasmó precisamente en el desprecio a los ciegos y a los cojos.  Y de ahí que la promesa mesiánica e salvación incluya precisamente el dar vista a los ciegos y hacer andar a los cojos.
De ahí también que en los evangelios aparezcan tantos ciegos y tantos paralíticos, objeto de la atención de Jesús.  Y por ahí va hoy el Evangelio.  Un ciego pide limosna. Era su única manera de subsistir. Oyó el tropel de muchas gentes que pasaban y preguntó qué era aquello. Y como si no fuera nada con el ciego, le dicen que pasa Jesús Nazareno.  Posiblemente las gentes no alcanzaban a más de ir tras el hombre de los milagros y de las enseñanzas que llenaban sentimientos del alma. Pero el ciego –que en realidad no es ciego del alma- traduce inmediatamente a aquel “Jesús Nazareno” por el Hijo de David, el Mesías. Y si era el Mesías, daría vista a los ciegos.  Y el hombre se puso a gritar desde su cuneta… Con tanta gente hablando, Jesús no lo oyó.  Y la gente, que iba a lo suyo y que –al fin y al cabo- era un ciego quien gritaba, le regañaba para que se callase. Pero él gritó más fuerte, y sus gritos llegaron a Jesús, que se detuvo y lo mandó llamar. Y cuando lo tuvo ante sí, le hace una pregunta que nos podría parecer absurda: ¿Qué quieres que haga por ti?  No es la primera vez que nos encontraremos ante “el mendigo” que se acerca a pedirnos, y que lo que nos pide no es ni una primera necesidad, sino “algo” que está más allá de ella…, más oculto… Y entonces lo que nos va a pedir es dinero, y no nos va a aceptar el trabajo que le ofrecemos, ni el bocadillo.
Jesús ha preguntado al ciego qué es lo que realmente quiere y por lo que ha gritado. Y el ciego que, en realidad, ha llamado con su grito no a Jesús, sino al Hijo de David, pide lo que realmente es su gran necesidad, y lo que tiene prometido en la llegada del Mesías: Señor, que pueda ver. Y como eso es reamente LA FE, y como la fe mueve montañas cuando es fe verdadera, Jesús le responde:  tu fe te ha salvado.  Y el ciego deja de ser ciego y ahora ve.
Una segunda lectura, tomada de la carta a los Hebreos –de autor desconocido- nos pone delante a Jesucristo como el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, escogido de entre los hombre para representar a los hombres y ofrecer en nombre de ellos sacrificios y dones que equilibren la balanza de una humanidad pecadora. Por una parte es hombre y puede comprender y sentir el dolor de la humanidad y participar de él, envuelto en las debilidades de la humanidad para así sacarla desde su fango de pecado, porque –por otra parte- Él no tiene pecado y tiene libre acceso para  entrar en el Santuarioen Dios- y así levantar de la basura al pobre.
Nadie puede arrogarse esa misión ni es dignidad.  Y sin embargo de la exuberancia de su fuerza salvadora, Él puede llamar y atraer a sí otros hombres y trasmitirles esa misión.  El Sacerdote ministerial es uno que es incorporado por Jesucristo a la misión salvadora que Él obtuvo desde su Sagrado e infinito Sacerdocio.  Y asocia a esa misión a hombres débiles, pero a los que comunica su misión sacerdotal

Hoy estamos aquí, y tenemos un sacerdote, y tenemos abundancia de Misas, y tenemos la facilidad de elegir horario y lugar. ¿Cuánto nos va a durar esto?  La realidad nos va mostrando que no pasará mucho tiempo en que muchas Iglesia permanecerán cerradas y pocos sacerdotes podrán seguir realizando esta esencial misión.  Y lamentamos la falta de sacerdotes…, la carencia de vocaciones a la vida sacerdotal y consagrada. Y sin embargo todo eso nos ha de llevar  a una reflexión que nos implica más directamente de lo que parece.  El ritmo de vida subió a límites insospechados. A más abundancia nos fuimos acostumbrando a un tren de vida subido al vagón de la comodidad…, y a esos padres que pusieron como ideal que sus hijos no pasaran por donde ellos. Se disminuyó el número de hijos y se mantuvo el tren de vida consumista y de disfrute.  A menos hijos, menos posibilidades de jóvenes para una posible vocación. Pero es que a menos hijos –y cada vez menos- se aumentó exageradamente el hedonismo de la vida, centrado en el tener y el gozar…, en no carecer, en no tener que sacrificarse, en poseer todos los caprichos…, y más a allá de los caprichos. Y esa disminuida juventud se encontró con la vida placentera en sus manos, sin haber tenido que sacrificarse por nada.  Y, encima, sus padres, fomentaron ambientes de competitividad, asegurar puesto en la vida…  Y quedó ahogada la posibilidad de generosidades de entrega… Se pusieron trabas  a las llamadas de Dios (que sigue llamando), pero que da en oídos sordos y ensordecidos voluntariamente.

Cuando hoy llegue el momento de vivir el Sacrificio de Cristo Salvador, que hizo su obra sacrificándose…, cediendo de sí para dar vida a los demás, ¿no tendremos que preguntarnos hasta cuándo podremos tener facilidad de participar en esta inmensa obra de salvación que oficia un sacerdote…, y hasta qué punto llevamos muchos una responsabilidad de que esto esté así?

3 comentarios:

  1. José Antonio9:42 a. m.

    Hoy el Evangelio me hace meditar desde el principio hasta el fin. Pero concretando, me cuestiono cuántas veces me diluyo en ese "mandar callarnos" que la sociedad impone cuando buscamos a Jesús, al Hijo de David. El Señor escucha, pero no a voces titubeantes, dubitativas, que hoy llaman y mañana silencian, sino a quien desde su corazón grita y desea acercarse a El. Ojalá nuestra búsqueda del Señor sea la de Bartimeo que sin importarle las recriminaciones de los demás le buscó, incluso a pesar de su limitación como era la ausencia de vista. Y me impacta esa pregunta de Jesús: "¿Qué quieres que haga por ti?". Bartimeo pidió "luz" (ver); simplemente dejo para mi reflexión... ¿Qué deseo que El haga por mí?

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    1. Ana Ciudad3:05 p. m.

      Comentario al Salmo 125.
      EL SEÑOR HA ESTADO GRANDE CON NOSOTROS,Y ESTAMOS ALEGRES.
      Este Salmo de júbilo y alegría recuerda la dicha de los israelitas al conocer el decreto de Ciro para la repatriación del Pueblo elegido a la tierra de sus padres y la reconstrucción del Templo yde la Ciudad Santa..
      Se considera uno de los Salmos más bellos del Salterio a pesar de ser muy corto.
      Comienza el Salmo por evocar la inmensa alegría de los deportados que vuelven a la patria.Hasta hacía poco tiempo estaban sentados junto a los ríos de Babilonia llorando su desventura, pero ahora,les parece que están soñando, parecen como resucitados.Ya están libres como lo había predicho el profeta Isaias.
      El Salmo tiene un fondo histórico ,pero en la segunda parte tiene también un trasfondo mesiánico.
      "Al ir iban llorando,
      llevando la semilla
      al volver vuelven cantando
      trayendo sus gavillas".
      Esta alegría íntima y profunda no impide las pruebas y las luchas de la vida.Pero debemos superarlas con esfuerzo y valentía ,sabiendo que no se cosecha el fruto,sino tras un duro trabajo de siembra,cultivo y espera.
      Imaginar que todo se nos va a dar hecho,es una ilusión que sólo fabrican soñadores inutiles.









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  2. Ana María6:27 p. m.

    El Evangelio de hoy, con el "Ciego Bartimeo", me hace pensar: "Si tuviéramos una FE como él..." y encontrarnos con la mirada de Jesús...¡Cuántos ciegos, tuyidos y leprosos acudían a Jesús, con la misma FE!...Nuestra oración podría ser: ¡"Señor, que vea"!...¡"Si quieres...puedes curarme!...-como el leproso- o simplemente echarnos a sus pies, en silencio`, y oír de los labios de Jesús: "Tu FE te ha salvado, vete en PAZ"...Todos ellos confiaban en Jesús, en el Maestro, en el Señor...Que ÉL nos conceda conocerlo y amarlo cada día más, pues la FE sin el AMOR no puede vivir.

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