viernes, 5 de octubre de 2012

La lectura continua de HOY VIERNES


GUÍAME, SEÑOR, POR EL CAMINO ETERNO
             Cuando hoy Dios viene a responder a Job, que había hecho protesta de su bondad y rectitud, pensando que él no había hecho algo contra Dios para merecer tanto sufrimiento…, y que él se declaraba inocente…, Dios le dice que se coloque ante sí y que -sabiendo tan convencido su valer- le responda a unas cuestiones: ¿tú has ordenado los astros?;  ¿tú le has puesto límites al mar?; ¿tú dominas la vida y la muerte?  ¡Cuéntamelo, si lo sabes! Me ha recordado una contemplación de san Ignacio en los Ejercicios donde lleva al ejercitante a encontrarse con Dios y descubrir en Dios tanta sabiduría, frente a la propia ignorancia;  tanto poder frente a la debilidad del hombre;  tanta belleza frente a tanta fealdad y malicia que brota en el corazón humano.  Y Job reacciona como únicamente cabe reaccionar quien tiene inteligencia y razón…, y por supuesto fe: Me siento pequeño, ¿qué replicaré?  Me llevaré la mano a la boca;  he hablado una vez y no insistiré ni añadiré nada
             Ese “llevarse la mano a la boca” viene muy a pelo con el tema que tocaba ayer en honor de San Francisco de Asís”saber callar.  Mucho más que guardar silencio. Saber callar es ya sabiduría de arriba.
             El día que nuestro silencio no sea sólo “callar” sino experimentar dentro la humildad que mueve a callar…, estaremos siendo guiados por Dios por el camino eterno. El día que nuestro silencio brote del fondo del alma como una necesidad impulsiva, porque experimentamos que una sola palabra puede poner nieblas a la inspiración de Dios…; el día que el silencio nos haga más felices que el hablar, y podamos estar plenamente llenos en medio de esos silencios ricos en donde se le deja camino abierto y diáfano a Dios…, ese día estaremos ocupando NUESTRO VERDADERO LUGAR…, o posiblemente lo digo mejor: ese día estamos en órbita para tener EXPERIENCIA DE DIOS
             ¿Qué le ocurrió a los habitantes de Corozaín y Betsáida?  Que no supieron “hacer silencio” de ellos mismos; que fueron ciegos para ver los milagros que se hacían en ellos; que pretendieron tener ellos la última palabra…, “el punto y aparte”…, y no dejaron a Jesús SU LUGAR, el que Él hubiera ocupado en el corazón de aquellas gentes…  Que el CORAZÓN DE JESÚS encontró un frontón en la soberbia, la autosuficiencia, el egoísmo fino de los que se creyeron ser más y saber más.  ¡Tantas veces que estuvo Jesús en Cafarnaúm!  ¡Tantas veces que hizo allí sus obras salvadoras…!  No escucharon; no quisieron escuchar.  Sus “ruidos interiores” nacidos en el orgullo de ellos, que quisieron saber más, secaron las fuentes de la salvación, esas que van con Jesús dondequiera que Él va y en donde se le abra la puerta.  Porque no podemos olvidar el respeto inmenso que Él tiene con la libertad humana.  Por eso la palabra del Apocalipsis: Estoy a la puerta llamando; si alguien me abre, entraré y comeremos juntos. Y ahora da ese salto tan propio de Jesús, que traspasa su poder a los que Él deja en su lugar…: quien os escucha a vosotros, a Mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a Mí me rechaza.  Y quien me rechaza a Mí, está rechazando al Dios del Cielo.

             De principio a final, la liturgia de hoy no deja ocasión a perder palabra.  Y a poner el dedo en la boca nosotros, a ver si eso nos da oportunidad para SILENCIAR EL ENTORNO (interior, sobre todo) y deja paso a que NOS VAYA EMPAPANDO LA PALABRA DE DIOS.

LO CORRESPONDIENTE AL DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS Y PETICIÓN, ESTÁ DESPUÉS

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