Día26.- EL EVANGELIO EL DÍA

Lc. 13,31-35
Jesús vive la verdad hasta sus últimas consecuencias. A Jesús no le amedrentan losbocazas de turno. Ni los fariseos, cuando se ponen a hacerle la guerra, ni los disgustos que se llevan cuando Jesús actúa en sábado. Cuando él sabe que tiene que hacer una cosa, va adelante.
Ahora los fariseos son quienes le avisan de la voracidad de Herodes, que pretende matarlo. Quien había decapitado al Bautista en el frenesí de una borrachera sensual, no era de fiar. Era capaz de matar también a Jesús porque Jesús seguía una línea recta, que es todo lo contrario del que va acogiéndose al sol que más le calienta.
Pero Jesús responde con toda su fuerza: "Id y decidle a esa raposa que yo seguiré haciendo mi obra hoy y mañana; pasado mañana llego a mi término". Sigo siendo dueño de mis actos. Realizo mi misión por mucho que Herodes quisiera pararla. Y hoy por hoy no me detiene Herodes ni nadie. Tampoco los fariseos, los ancianos o los sacerdotes del Templo. Pasado mañana, llegada la hora que está señalada, cuando sea la hora de Dios y sea mi hora, entoncs llegará mi fin.
Y con la pena en el alma de aquel Jerusalén -la ciudad santa, el centro religioso de Israel, el que será su tumba por la dureza del corazón de todos-, Jesús se queda dolorosamente pensativo. No es ya su muerte. Es la ruina de una Ciudad emblemática, que va a quedar como símbolo de muerte y traición. Y su Corazón siente el enorme pellizco del dolor de la ingratitud: "Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían para salvarte; ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a los pollitos bajo sus alas! ¡Pero nohas querido!"
Ese es el inmenso dolor de su Corazón. Herodes no le da miedo. La casta religiosa extremosa no le da miedo. Lo que le causa una pena inmensa es Jerusalén..., todo Jerusalén, sus hombres y mujeres, Templo santo... Con esa imagen delicadamente bella, expresa la labor que Él ha pretendido: recoger a sus hijos como la gallina proteje y calienta a sus polluelos bajo sus alas... Pero Jerusalén no se ha dejado. Había demasiada soberbia en aquella gente... Bien se verá en la Pasión, en la que su condena será como la confabulación de todos, como quien asiste a un espectáculo macabro, mientras Él caminará deshecho hacia el suplicio.

¡Acógeme, Jesús! Abre tus alas maternales. Trasmíteme verdad y calor, valor y decisión. Dame la valentía de quien sabe que el profeta verdadero no es acogido, y muere en su "propio Jerusalén". Pero dame la fuerza para que las muchas raposas que pululan por la vida, no me achiquen ni amedrenten a la hora de expresar y vivir hoy y mañana mi fe. Que "pasado mañana" ¡ya veremos!