sábado, 8 de octubre de 2011

Día 8.- EL EVANGELIO DEL DÍA

[Lc 11, 27-28]
Quien tome este relato independientemente, no lo entenderá. Pero si lo pone en su contexto, verá que es una de las situaciones más confortadoras y hermosas que hay en él. Ayer estaban los doctores de la Ley acusando a Jesús de "haber echado un demonio con el poder del demonio". Una sandez, si no es que vemos toda la mala fe de aquello, pues pretendían ridiculizar a Jesús ante la gente.
Jesús habló, explicó..., les hizo ver a aquellos sabiondos que los finales de quienes se las dan de sabios, son peores que los principios. Porque uno puede equivocarse, y no pasa mada. Lo grave es equivocarse y querer mantener la equivocación..., anquilosarse en el error (y hasta a sabiendas de que es error..., y hasta "hacer campaña" para querer "tener razón" en el error).
Pero una mujer del pueblo, una "simplona" de esas que saben más teología que los teólogos, es la que se da cuenta de dónde está la verdad. Y como la mejor andaluza del mundo, se echó adelante gritando a Jesús la mejor de las alabanzas: Bendita sea la madre que te crió. [Que bien sabemos que las madres son las que "pagan" las obras de sus hijos; las buenas, con alabanzas y las malas..., ¡ya es conocido!].
No le quitó Jesús la razón a esta mujer sencilla y buena, más sabia que el doctor de la Ley. Le dio toda la razón, porque ¡bendita sea la Madre de Jesús! Pero lo que Jesús no desaprovechaba era la ocasión de ir a lo esencial por lo que su Madre es bendita entre todas las mujejes: Porque Ella, como nadie..., más allá de doctores, sumos sacerdotes, fariseos..., fue "la que escuchó siempre la Palabra de Dios y la practicó". Las dos cosas juntas. La que su "hágase en mí la Palabra" llevó toda la cola que podía llevar, entonces, ahora, en la Cruz, y después de la Cruz.
¡Y quien tenga oídos para oír, que ESCUCHE! Porque estamos viviendo a diario a muchos piadosos que "oír", oyen..., y se lo aplican al vecino. ESCUCHAR, lo que es escuchar en las entretelas del alma..., es harina de otro costal.

1 comentario:

  1. Le diría el doctor de la ley a la mujer sencilla, o al hombre sencillo:

    - Mira cuanto se

    El hombre o mujer sencilla diría:

    - ¡Enhorabuena!

    Y el doctor de la ley "hinchado" pensaría:

    - Soy bueno porque se mucho.

    Y la mujer o el hombre sencillo le responderían:

    - Yo soy malo porque se poco. Pero a Dios no le molesta eso demasiado. Vamos, estoy seguro que hasta no me lo tiene en cuenta.

    - ¿Que le molesta a Dios, entonces? (diría el doctor de la ley, sabiendo que lo sabe)

    Y la mujer u hombre sencillo le responderían:

    - Pues le molesta que sabiendo TANTO, hagas tan poco y tan mal, y encima te creas bueno porque sabes más. Sin embargo otros saben menos, y con lo menos que saben, actúan, procuran poner más énfasis en el hacer que en el saber, y así tienen la mejor parte.

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