martes, 11 de octubre de 2011

11 Octubre.- EL EVANGELIO DEL DÍA

Buena prueba de que Jesús no rehusaba a nadie por unos prejuicios previos es que más de una vez lo vemos invitado a comer en casa de un fariseo. Comer con alguien o invitarlo, era considerado como signo de una buena relación. Lo que no significa, en absoluto, que se acepte todo lo del huésped, ni el huésped acepte todo lo del anfitrión. Una buena relación nunca impone unas formas concretas de segunda categoría (por decirlo así).
El fariseo tiene sus costumbres: los lavatorios o purificaciones previas a la comida, que no era la normal higiene de quien se sienta a una mesa. Para el fariseo era un ritual "religioso"..., un "purificar la persona" ante Dios para poder comer.
Jesús no lo hizo. Lo más seguro es que no lo hizo muy conscientemente, porque quien había venido a liberar (porque "los verdaderos adoradores adoran al Padre en espíritu y de verdad"), no quería entrar por una esclavitud ritual.
Y el fariseo se sorprende y que quieras que no, se le nota en su mohín del rostro.
Jesús lo advierte y le quiere ayudar a avanzar en una actitud sincera religiosa, de las que agradan a Dios. Y se lo dice abiertamente, porque Jesús no se vende por un plato de lentejas. "Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades. Quien hizo lo de fuera ¿no hizo también lo de dentro?"
Era muy claro que no es "lavarse la cara" para aparecer "buenos". Que lo de fuera es muy fácil disimularlo con cuatro ungüentos. Pero ¿y "el dentro"? ¿Y las "intenciones", las verdaderas intenciones, las que hay en el corazón? Besos puedan repartirse como rosquillas, pero beso fue también el de Judas. Lavar platos lo hace cuaquiera. Pero poner el corazón en la mano para verle sus recovecos, y buscar modo de corregirse, eso ya es más difícil y generalmente se huye.
Jesús no lo deja pasar, ni invitado a comer por el fariseo. Jesús no se vende cuando está por medio la verdad y la verdad en la verdadera actitud religiosa. Y esto no es nada fácil. Quizás sea el gran fallo de que adolece un "cristianismo" sin riesgos, donde nos mantenemos a cubierto con nuestras estampas y devociones.

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