miércoles, 31 de agosto de 2016

31 agosto: Jornada de Jesús

LITURGIA
                La carta primera a los corintios apunta ya las ciertas discrepancias de Pablo con aquella comunidad (3, 1-9), y Pablo les hace ver que tuvo que hablarles como a personas que no poseen ese Espíritu del que comentó ayer. Les expresa la idea en una imagen fácil de captar: no os puedo dar alimento sólido porque no estáis para eso. Os tengo que alimentar con leche (como a niños pequeños). Ni ahora estáis par más por vuestras disputas y críticas, y porque andáis discutiendo si unos seguís a Pablo u otros a Apolo, y no os dais cuenta de que ni Pablo ni Apolo son otra cosa que sembradores de una misma verdad, agentes de Dios que os llevan a la fe. Y que Dios es el que da crecimiento a esa semilla. Nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros sois el campo de Dios, el edificio de Dios.

            Llegamos en el evangelio a una página tan conocida como la continuación de la jornada, después de la actuación de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm. Lc 4, 38.44 nos lleva hasta la casa de la suegra de Simón, y precisamente en un día en que la pobre mujer está en cama con mucha calentura. Simón se disculparía de que no podría ser atendido debidamente porque la ama de la casa estaba enferma. Aunque también podemos pensar que la mujer no vivía sola en aquella casa, y que la esposa de Simón y su hija (la que se nombra como Petronila) vivían también allí.
            Jesús pasa al dormitorio, saluda a la mujer y le pregunta cómo se siente… Le bromea y le dice que eso va a pasar al olvido. La mujer se resigna a su suerte. Y Jesús la toma de la mano y deja pasar su fuerza hasta aquella mujer que se empieza a sentir bien. Jesús le dice que puede levantarse, y hacerles la visita, porque ya se ha acabado aquella fiebre.
            Jesús se retira a otra pieza de la casa a departir con Simón mientras la mujer –recuperada- se levanta de la cama y se arregla. Luego ella se asoma a la estancia donde está Jesús con Simón, saluda y agradece. Y se retira. Sale a la puerta, comunica a sus vecinas la buena y llamativa noticia, y se mete en la cocina para preparar la comida. Por una parte ella se ocupa de esa labor; por otra se empieza a correr por el barrio la noticia de aquella curación, que se une al clamor que se ha levantado por la liberación del endemoniado de la sinagoga. Me pregunto también si no estarían allí la esposa y la hija participando en aquellas enseñanzas al menos en algún rato.
            Y mientras Jesús está en la casa con sus conversaciones con Simón, y almorzando con las viandas que ha preparado la suegra de Simón, en la calle se está preparando una concentración ante aquella casa, porque todos sentían mucha curiosidad por conocer a ese hombre que hacía cosas tan llamativas. Y porque si tenía poder para curar enfermedades y expulsar demonios, había allí otros enfermos y víctimas de “posesiones” que podían ser atendidos y curados.
            Jesús prolongó la sobremesa. Simón y familia congregados en aquella estancia, disfrutaron de las enseñanzas y explicaciones de Jesús, y también de su buen humor. Que todo hay que decirlo, pues Jesús estaba lleno de alegría, era ocurrente, tenía una imaginación estupenda para inventar cuentecillos e iluminar así muchas de sus enseñanzas y trasmitir la Palabra de modo que se metía por los poros.
            Delante de la casa se agolparon muchas personas llevando a sus enfermos. Y alguien de la familia se lo hizo saber a Jesús. Y a la caída de la tarde Jesús salió a ellos y se fue derecho a sus enfermos que estaban estratégicamente colocados en primera fila para atraer l atención de Jesús. Pasó por medio de esos enfermos imponiendo las manos sobre cada uno y curándolos y lanzando a los malos espíritus, que pretendían imponerse nombrándolo: Tú eres el Hijo de Dios. Él los increpaba para que se callaran, porque sabían que era el Mesías. Y acabó aquella tarde hablándoles a todos y enseñando.

            Cuando estaban ya a dos luces despidió a las gentes y él se retiró al interior de la casa. Llegada la noche se retiró en aquella estancia que le habían preparado y descansó. Tras el sueño de la noche él pudo levantarse sigilosamente de madrugada y salir de la casa a un lugar más solitario para dedicarse a orar, a presentar a Dios todos los gozos del día anterior y las súplicas por tantas personas que estaban necesitadas de los favores del Cielo. Oración llena de vida y de fe y agradecimiento a Dios por la obra que hacía por su medio.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad10:06 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    CREO EN JESUCRISTO HIJO ÚNICO DE DIOS

    "Dios es tan grande que puede hacerse pequeño. Dios es tan poderoso que puede hacerse inerme y venir a nuestro encuentro como niño indefenso para que podamos amarlo" (Benedicto XVI).

    ¿POR QUÉ DIOS SE HIZO HOMBRE EN JESÚS?.-"Por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo".
    En Jesucristo, Dios ha reconciliado al mundo consigo y ha liberado a los hombres de la cautivadad del pecado. "Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénto"(Jn 1,16). En Jesús Dios asumió nuestra carne humana mortal (ENCARNACIÓN), compartió nuestro destino terreno, nuestros sufrimientos y nuestra muerte y se hizo en todo igual a nosotros , excepto en el pecado.

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