martes, 16 de agosto de 2016

16 agosto: "Ricos" y "pobres"

LITURGIA
                Hoy hay un tema de fondo que es común a las dos lecturas: el fracaso del engreimiento (=”riqueza”) y la exaltación de la sencillez (“pobreza”).
            En Ezequiel 28, 1-10 hemos encontrado al príncipe de Tiro que se ha creído a sí mismo ser Dios. Se hinchó su corazón; dijiste ‘Soy Dios’ entronizado en solio de dioses…, pero tú eres hombre. ¿Te crees más sabio que Daniel para descifrar enigmas, y que con tu talento  y habilidad y agudeza ibas a acrecentar tu fortuna?
            Todo eso se te irá al traste y morirás con muerte ignominiosa, a manos de bárbaros, tú que eres hombre y no Dios.

            El evangelio (Mt. 19, 23-30) es la continuación del joven rico (que ha quedado sin ver porque correspondí a ayer, que fue la fiesta de la Asunción). En la parte que tenemos hoy se nos pone delante la reacción de Jesús ante ese rico que no ha sido capaz de dar el paso hacia el reino por razón de sus riquezas. Dice hoy Jesús: Creedme, difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. LO REPITO: es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.
            Es evidente, pues, que la riqueza está como rival de Dios, y que Dios y riqueza no pueden convivir. [Y  cuando se habla de riqueza no se reduce al dinero; el texto de Ezequiel lo pone de manifiesto, pues ahí no se habla de riqueza material económica sino del engreimiento de la persona…, su soberbia, sus bravatas, su pretender estar por encima]. El problema de la riqueza está en el corazón. Y cuando el corazón se ha hecho malamente rico, es muy difícil estar en el reino. Jesús lo dice y lo repite con una comparación tan exagerada como la de hacer pasar un camello por el ojo de una aguja.
            Se han buscado posibles interpretaciones que lo hicieran menos exagerado: hay un puerta en Jerusalén que es muy baja y que se llama “de la Aguja”. Hay un término de construcción gramatical semejante que equivaldría a “soga”. De suyo encajarían mejor en un discurso menos hiperbólico. Pero los autores están de acuerdo en que lo que dijo Jesús fue la exageración máxima del camello y el ojo de una aguja para dejar mucho más señalada la imposibilidad de compaginar riquezas y reino de Dios.
            Los apóstoles se espantaron. Jesús no disminuyó para nada su afirmación. Lo único que matizó es que el rico puede ser pobre por la fuerza de Dios, porque para Dios nada hay imposible. Pero no rebajó un ápice de la incompatibilidad que hay entre Dios y la soberbia (=riqueza).
            ¿Por qué ese paralelismo de ‘soberbia-riqueza’? Porque lo uno llama a lo otro, mientras que el pobre no se engríe y permanece en su justo valor.
            Pedro se señaló de entre el grupo y se presentó como pobre porque había seguido los planes de Jesús: lo habían dejado todo y lo habían seguido… ¿Qué les toca, pues a ellos?
            Pudo Jesús haber entrado más profundo y decirle a Pedro que “TODO” no lo habían dejado, porque la verdad es que les quedaban muchos flecos por dar. Pero Jesús optó por dar por buena aquella pregunta de Pedro y aprovechar el momento para dar doctrina: A los que lo habéis dejado todo y me habéis seguido, cuando llegue la hora de la consumación y el Hijo del hombre se siente en su trono, vosotros también os sentaréis en doce tronos para regir a Israel.
            Y añade: El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre, madre, mujer e hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Quiere decir que hay dos etapas en esa “paga”: una es en esta vida, donde recibirá mucho más de lo que ha dado; otra es en la otra vida, donde la paga es eterna.

            Es muy claro el pensamiento de Jesús. Tan evidente que se hace oscuro porque no nos gustan los evangelios que no saben a miel. Pero siendo Palabra del Señor, el valor de cada evangelio es máximo y es menester asumirlo en plenitud. Frente a la soberbia, humildad; frente a la riqueza, abandonarlo todo por razón del reino. Frente al engreimiento, la sencillez.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad12:08 p. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    LA PROVIDENCIA DE DIOS

    2La confianza en la divina providencia es la fe firme y viva en que Dios nos puede ayudar y lo hará. Que nos puede ayudar es evidente, porque es omnipotente. Que nos ayudará es seguro, porque lo ha prometido en muchos lugares de la Sagrada Escritura y es fiel a sus promesas".

    ¿DIRIGE DIOS EL MUNDO Y TAMBIEN MI VIDA?.-Sí, pero de un modo misterioso; Dios conduce todo por caminos que sólo él conoce, hacia su consumación. En ningún momento deja de su mano aquello que ha creado.
    Dios influye tanto en los grandes acontecimientos de la historia como en los pequeños acontecimientos de nuestra vida personal, sin que por ello quede recortada nuestra libertad y seamos únicamente marionetas de sus planes eternos.En Dios "vivimos, nos movemos y existimos". Dios está en todo lo que nos sale al encuentro en las vicisitudes de la vida,tambien en los acontecimientos dolorosos y en las casualidades aparentemente sin sentido. Dios quiere escribir derecho por medio de los renglones torcidos de nuestra vida. Todo lo que nos quita y lo que nos regala, aquello en lo que nos fortalece y en lo que nos prueba:todo esto son designios y esñales de su voluntad.

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