jueves, 18 de agosto de 2016

18 agosto: Las bodas del Reino

LITURGIA
                Ezequiel 34, 1-11 es más para leer despacio y meditar que para otra cosa. Es de una belleza enorme y de unas connotaciones preciosas que miran derechamente al Nuevo Testamento. Dios “se resiente” de “mi nombre santo profanado entre los gentiles y “su venganza” va a ser hacer ver su santidad. ¿Cómo? Recogiéndoos de entre las naciones  y de todos los países y derramando agua pura sobre todas vuestras inmundicias e idolatrías y purificándoos… OS DARÉ UN CORAZÓN NUEVO Y OS INFUNDIRÉ UN ESPÍRITU NUEVO, arrancaré de vosotros el corazón de piedra y os infundiré un espíritu  para que caminéis según mis preceptos. Vosotros seréis mi pueblo y yo será vuestro Dios.
            Frente al corazón de piedra que se asentaba en las Tablas de piedra de la Ley, se ofrece ahora un ESPÍRITU, un corazón que se fundamenta en lo íntimo de la persona, que se encuentra de frente ante su Dios, que es quien pone en ella un modo nuevo e interior. Se está apuntando –aunque aún sea de lejos- al nuevo estilo que implantará Jesús-

            El evangelio de San Mateo (22, 1-14) es la parábola de la invitación de Dios a estar con él y a celebrar con él la llegada de Jesús, las Bodas reales, a las que llama a todo Israel. De ahí esa embajada primera por la que los invitados son el pueblo de Dios. Pero esos convidados primeros no acuden: se excusan con muchas clases de explicaciones. Todos tienen algo más importante que hacer. Pero el rey –Dios- no está porque esas bodas no se celebren con todo su esplendor, y manda nuevos emisarios para que convoquen a los que no estaban llamados: a las afueras de Israel…, a los cruces de los caminos…, a los gentiles, y que los inviten a participar de las bodas del hijo del Rey –Jesucristo-.
            Es la historia que realmente se produce después cuando Israel se ausentó de la obra salvadora de Jesús, y eso produjo la salida de la invitación a los pueblos no judíos.
            Pero ¡ojo!: que la invitación lleva sus condiciones: al banquete no se puede asistir de cualquier manera. Ha de presentarse cada cual con su vestido de fiesta para honrar debidamente al Rey y a su hijo. Por eso, cuando el Rey entra en la Sala del banquete para saludar a los convidados y repara que uno ha venido vestido de trapillo, le llama la atención y lo echa de la sala. ¿Cómo se ha atrevido a asistir a la boda en esas condiciones tan poco respetuosas? Y el Rey da orden a sus servidores de echar fuera a aquel individuo que ha faltado al respeto de todos los demás y del propio Rey y su Hijo.
            Evidentemente esto tiene un recorrido muy amplio, por cuanto que expresa que al Reino no se pertenece de cualquier manera, ni la invitación “en los cruces de los caminos” es a cualquier precio. Al Reino hay que asistir en las mejores condiciones, propias del honor de Dios y de su Hijo Jesucristo. Muchos son los llamados pero no todos quedan escogidos automáticamente. Hay que disponerse a pertenecer al Reino en las debidas condiciones.
            Es una advertencia seria a ese puñado de cristianos que viven de cualquier manera su fe, en un estado de descafeinamiento notorio de su modo de sentir y de practicar la religión católica.
            En ese “recorrido” de la parábola yo haría una concreción también a la forma en que los convidados deben acudir al BANQUETE DE BODAS DE LA EUCARISTÍA, a la que es posible que hoy día no asistan todos “con el vestido de bodas”. Y no voy a ser tan ingenuo que me quede pensando –como veo en algunos- en el vestido exterior, aun cuando no sería de excluir esa reflexión. Quiero referirme precisamente a otro “traje de Bodas” mucho más interior…, a las disposiciones interiores con las que hay que acercarse a la Comunión, que no se compagina con la manga ancha con la que tantos lo hacen, incluso con la conciencia no limpia. Creo que hoy día se ha tomado la invitación de Dios al Banquete con una manga demasiado ancha, sin hacer caso a algo tan claro como que Dios reprocha al que se presenta sin el traje de bodas, sin el vestido de fiesta. Son muchas comuniones y pocas confesiones…, y poca conciencia de indisposición.

            Es una parábola que tiene hoy mucha actualidad y debemos tomarla más “al pie de la letra” de lo que puede ser que la tomen muchos como si fuera un cuentecillo más al que se puede asistir de mero espectador. Aquí hay materia para tomar en serio la advertencia de Jesús.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad11:04 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    LA PROVIDENCIA DIVINA.

    "Dios susurra en nuestras alegrías, habla en nuestra conciencia.Pero en nuestros dolores grita. Son sus megáfonos para despertar a un mundo que no oye".

    SI DIOS LO SABE TODO ¿POR QUÉ NO IMPIDE ENTONCES EL MAL?.-"Dios permite el mal para hacer surgir de él algo mejor" (Santo Tomás de Aquino).
    El mal en el mundo es un misterio oscuro y doloroso.El mismo Crucificado preguntó a su Padre:"Dios mio, ¿por qué me has abandonado?"(Mt 27, 46).Hay muchas cosas incomprensibles.Pero tenemos una certeza:Dios es bueno.Nunca puede ser el causante de algo malo.Dios creó el mundo bueno, pero éste aún no es perfecto. En medio de rebeliones violentas y de procesos dolorosos se desarrolla hasta su consumación definitiva.
    Existe lo que se denomina el "mal físico", por ejemplo, una minusvalía de nacimiento o una catástrofe natural. Por el contrario, los "males morales" vienen al mundo por el abuso de la libertad. El "infierno de la tierra"(niños soldado, ataques terroristas, campos de concentración" es obra de las hombres la mayoría de las veces . Por eso la cuestión decisiva no es "¿Cómo se puede creer en un Dios bueno cuándo exixte tanto mal?", sino: "¿Cómo podría un hombre con corazón y razón, soportar la vida en este mundo si no existiera Dios?".
    La Muerte y Resurrección de Jesucristo nos muestran que el mal no tuvo la primera palabra y no tiene tampoco la última. Del peor de los males hizo dios salir el bien absoluto. Creemos que en el Juicio Final Dios pondrá fin a toda injusticia. En la vida del mundo futuro el mal ya no tiene lugar y el dolor acabará.

    "Ningún sufrimiento carece de sentido. Siempre se funda en la sabiduría de Dios "

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