sábado, 27 de agosto de 2016

27 agosto: Según sus capacidades

LITURGIA
                El texto de San Pablo a los Corintios (1ª, 1, 26-31) vuelve sobre el tema que ayer desarrolló más detenidamente: Dios no se apoya en las cualidades y los valores humanos para montar sobre ellos la fuerza de su obra. Al contrario: se vale de la poquedad de lo humano para manifestar su fuerza. Así se ha elegido a lo que es necio en el pensar humano para hacer patente su sabiduría, y se vale de la impotencia humana para dar constancia de su poder.
            Ese argumento lo avala hoy refiriéndose a aquella comunidad de Corinto: es evidente que entre ellos no hay aristócratas ni sabios sino gentes del pueblo. Eso, que el mundo considera necio y débil, eso es aquella comunidad, esa comunidad a la que Dios se ha manifestado. Por Cristo vosotros sois salvación y santificación, sabiduría y justicia y redención. De donde se sigue que el que se gloríe, que se gloríe en el Señor.
            Es la gran lección de Pablo, que nos incumbe a nosotros porque nuestra salvación y santificación no es fruto de nuestras fuerzas ni de nuestras bondades, sino regalo y don de Dios que se ha fijado en nosotros y se ha venido a nosotros y nos ha escogido. Y somos lo que somos por pura gracia y obsequio de Dios.
            Mt 25, 14-30 es una buena continuación de lo anterior. El dueño aquel reparte su fortuna como él quiere, y da a uno cinco  talentos, a otro dos, a otro un talento. En cualquier caso es un don a cada uno, quedando  la libertad del amo el dar más o el dar menos, pero siempre es un don. Y a todos les manda negociar con aquello que les ha dado. Dice Jesús que ha dado a cada uno según su capacidad, lo que significa cómo se adapta Dios a la realidad de cada cual, para no pedir a nadie más de lo que puede responder de sí mismo. Cada uno con su capacidad es en realidad cada uno según su pobreza personal. Pero dando a todos y confiándole a todos sus bienes.
            La diferencia estará después en la respuesta de cada cual, según lo que ha recibido. Y así el que recibió cinco negocia de modo que duplica lo recibido y merece la alabanza del amo, porque ha sido fiel y trabajador. También el que recibió dos ha duplicado los dos y puede entregar cuatro. Y recibe la misma alabanza del dueño, porque ha rendido plenamente aunque sólo tenga cuatro y no iguale al de diez. Pero lo que se le pedía no era ser igual que el que más sino que él diera de sí el “más” de que podía ser capaz. Y lo ha dado con sus dos talentos ganados con los dos que recibió.
            Quiere decir que el que recibió uno va a ser alabado si trae otro nuevo talento, sin que se la vaya a pedir igualar a los otros. Se trata de que él rinda según su capacidad, según el talento recibido. Pero no fue así. Pusilánime y poco trabajador, se limita a traer en un pañuelo la misma moneda que había recibido. Y encima lo justifica con la razón de que el amo es exigente y quiere recoger donde no ha sembrado. En realidad, como dice Jesús en su narración: por tus mismas palabras te condeno. Lo que pretendía ser una justificación era una acusación porque tendría –por la misma razón que él da- que haber puesto ese dinero en el banco y al menos ahora tendría sus intereses. Ya no se le pide siquiera que entregara otro talento además del recibido. Bastaría que hubiera ganado intereses en el banco… ¡Qué menos!
            La historia está en la misma línea que los días anteriores: el fin de la vida de cada cual. Se nos pide que nuestra vida haya fructificado, que no la hayamos escondido en un pañuelo, que hayamos negociado con lo que hemos recibido, que nuestra vida sea fértil, que hayamos aprovechado el tiempo y las posibilidades que se nos han entregado a cada uno cuando entramos en la vida. Y que al llegar a rendir cuentas esos dones que hemos recibido hayan dado su fruto.
            Se me viene a la mente Santa Teresa del Niño Jesús, cuando se imaginaba con las manos vacías al presentarse ante Dios en su última hora, siendo así que ella había vivido una vida plena. Pero en la pequeñez de su convento y de su mala salud. Y se consolaba pensando que al verla Dios con las manos vacías, él mismo se las llenaría con sus gracias, y entonces Teresa salía ganando.

            No se veía ella con cualidades ni méritos, pero ciertamente había trabajado todo cuanto estaba en sus manos. Podría decirse que aunque ella no tuviera méritos propios (¡que sí los tenía y muchos!), al menos se presentaría ante Dios con su pobreza “en el banco” habiendo ganado así “los intereses”. Nuevamente queda patente la tesis de Pablo: lo pequeño el mundo se lo eligió Dios como grande.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad8:36 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    EL HOMBRE CAÍDO

    "Lo peor no es cometer crímenes, sino no haber realizado el bien que se podría haber hecho. Es el pecado de omisión, que no es más que la falta de amor,y nadie se acusa de esto".

    ¿PECADO ORIGINAL? ¿Y QUÉ TENEMOS QUE VER NOSOTROS CON EL PECADO ORIGINAL DE ADÁN Y EVA?
    El pecado en sentido propio es una culpa de la que hay que responder personalmente. El término "pecado original" no se refiere a un pecado personal, sino al estado caído de la humanidad en el que nace cada individuo antes de pecar por decisión propia.
    Por pecado original, dice BenedictoXVI, tenemos que entender que "todos llevamos dentro de nosotros una gota del veneno de ese modo de pensar reflejado en las imágenes del libro del GÉNESIS.Esta gota de veneno la llamamos pecado original. El hombre no se fía de Dios. Tentado por las palabras de la serpiente, abriga la sospecha de Dios...es un competidor que limita nuestra libertad, y que sólo seremos plenamente seres humanos cuando lo dejemos de lado, es decir, que sólo de este modo podemos realizar nuestra libertad...El hombre no quiere recibir de Dios su existencia y la plenitud de su vida. Al hacer esto, se fía de la mentira más que de la verdad, y así se hunde con su vida en el vacío, en la muerte.

    ¿ESTAMOS OBLIGADOS A PECAR POR EL PECADO ORIGINAL? No. Pero el hombre está profundamente herido por el pecado original y tiende a pecar. Sin embargo, con la ayuda de Dios, es capaz de hacer el bien.
    No deberíamos pecar en ningún caso. Per, de hecho, pecamos una y otra vez, porque somos débiles ignorantes y caemos en la tentación. Por lo demás,un pecado a la fuerza no seía tal pacado, porque el pecado implica siempre la decisión libre.

    Continuará

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