sábado, 20 de agosto de 2016

20 agosto: La Gloria de Dios

LITURGIA
                Estamos concluyendo la profecía de Ezequiel (43,1-7) y el resultado final de todo cuanto ha trasmitido es una visión triunfal de Dios, quien se presenta ante el profeta con toda su majestad. Por eso habla de haber visto la gloria de Dios, que es la visión más profunda de Dios mismo en toda su gloria. Es una visión semejante a la ya tenida junto al río Quebar, cuando se le anunció la destrucción de Israel. Pues el mismo Dios, la mima grandeza y majestad se presentan ahora para anunciar que Dios se quedaba en el Templo y lo hacía lugar de su presencia y el punto donde se manifestaba su gloria por siempre en medio de los hijos de Israel.
            Queda así completada la profecía de cara a la salvación del pueblo de Dios, que Dios cumplirá. Y que en el momento presente queda abierto el anuncio a la realidad del nuevo Israel, al que nosotros pertenecemos y que manifiesta el triunfo de Dios sobre todo. Que, aunque eso quede aún incompleto por la ceguera de un mundo que se resiste, al final quedará siendo una realidad que Dios esté por encima de todo y su gloria acogida por ese mundo que él ha creado, que él sostiene y en el que él ha de asentarse por el triunfo de Cristo Salvador.

            Los fariseos vinieron a comprobar si Jesús estaba dentro de la doctrina de Israel. Jesús les mostró que adoraba al Dios único y que seguía la Ley fundamental. Se fueron los fariseos con esa respuesta de Jesús (lo veíamos ayer). Y ahora Jesús toma la iniciativa ante las gentes y ante sus discípulos para advertirles: Los fariseos y doctores de la ley ocupan la cátedra de Moisés. Es decir: ellos son los mentores de un pueblo al que han de conducir por el camino de la verdad. Por tanto atended a lo que enseñan y cumplidlo. Pero no hagáis lo que ellos hacen porque ellos dicen ero no cumplen lo que dicen, no viven de acuerdo con lo que dicen.
            Ellos exigen mucho a las gentes, a veces con exigencias insoportables, que ellos para nada cumplen…, ni rozan con el dedo… Todo lo que hacen es para figurar, aparentar, atraer la veneración de las gentes. Para eso se presentan con su exterior y sus vestidos y sus símbolos muy visibles y llamativos, y gustan ocupar los primeros asientos en las sinagogas y en los banquetes. Lo que buscan son las reverencias de la gente y que los llamen “maestro”.
            Ahora Jesús utiliza su estilo de irse a los extremos para explicarse más gráficamente, y les dice a sus discípulos y a la gente: vosotros no es hagáis llamar “maestro”, ni “jefe”, ni “padre”, porque solo Dios es vuestro padre, maestro y jefe. El primero entre vosotros será vuestro servidor; el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido. Hasta ahí quería llegar Jesús a través de esa afirmación de no situarse como jefes, maestros o padres, que no es que no puedan tenerse en el plano humano, sino que siempre estén en su puesto y lugar sin pretender suplantar la verdadera autoridad suprema de Dios.
            Aquí enlazamos con la 1ª lectura donde aparecía la Gloria de Dios. Lo que en “argot teológico” es el kabob de Dios, la esencia divina, la densidad interna de Dios mismo, algo que no puede ni aumentar ni disminuir porque es infinito y supremo. Es el “dentro” de Dios y por tanto lo que no puede ser “herido” por nada humano, por muy mal que se porte la humanidad. Cuando hablamos de “la ofensa a Dios” nunca podemos pensar en algo que altera la felicidad suprema de Dios, el “dentro” de Dios. Lo que el mal del hombre puede hacer es empañar la visión de Dios. Pero es el hombre quien disminuye su visión; n Dios el que queda empañado. Por poner un ejemplo (siempre imperfecto), Dios es como una inmensa bola maciza de oro, que nada lo altera desde fuera y que mantiene siempre su riqueza y densidad, a pesar de los elementos exteriores. Lo que sí puede pasar es que el ser humano arroje contra ese Oro macizo algo de sus suciedades. Empañarán la visión del oro, pero no lo alterarán. O puede ser que las buenas obras limpien esas cataratas del ojo humano y pueda recuperar la visión de la hermosura de Dios.

            La Gloria de Dios es inalterable. Siempre será oro puro macizo. Al hombre le queda la oportunidad de enfocar luz hacia ese oro y que brille más a sus propios ojos. Y que así el hombre dé gloria a Dios, agrade a Dios, y con ello se dignifique a sí mismo.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad8:49 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)

    EL CIELO Y LAS CRIATURAS DIVINAS

    "Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida".

    "Porque a sus ángeles ha dado orden para que te guarden en sus caminos. Te llevará en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra" Sal 91.11-12.

    ¿QUÉ SON LOS ÁNGELES?.- Los ágeles son criaturas de Dios puramente espirituales, que tienen inteligencia y voluntad. No son corporales, son inmortales y normalmente no son visibles. Viven constantemente en la presencia de Dios y transmiten a los hombres la voluntad y protección de Dios.
    Un ángel es " como el pensamiento personal mediante el cual Dios se vuelve hacia mí"(Joseph Ratzinger).Al mismo tiempo los ángeles están completamente vueltos a su Creador. Arden en amor por él y le sirven noche y día. Nunca cesa su canto de alabanza. Los ángeles separados de Dios son llamados en la Sagrada Escritura diablos o demonios.

    SE PUEDEN ESTABLECER RELACIONES CON LOS ÁNGELES?.-Sí.Se puede pedir ayuda a los ángeles y solicitar su intercesión ante Dios.
    Cada persona recibe de Dios un ángel custodio. Rezar al ángel de la guarda por uno mismo y por otros es bueno y sensato. Los ángeles tambien se pueden hacer perceptibles por su cuenta en la vida de un cristiano, por ejemplo como portadores de una noticia o como acompañantes que ayudan. La fe no tiene nada que ver con los falsos ángeles del esoterismo.

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