martes, 3 de junio de 2014

3 junio: Sabiduría del Corazón de Jesús

TRONO  de la Sabiduría y de la Gracia
             En el Corazón de Jesús está entronizada la SABIDURÍA, la que es sabiduría de Dios. Y la Sabiduría de Dios es la misma Gracia divina, ¡Dios mismo! Una sabiduría en encierra todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia. De cuanto el hombre va avanzando y progresando y “descubriendo” (que en realidad ya está más que descubierto y sabido por Dios; el ser humano no hace sino hacer salir hacia afuera lo que ya está creado y más que puesto en la existencia por Dios). En el Corazón de Jesús, mientras vive en el mundo durante sus treinta y tantos años, hay un CRECER, un aprender, un ganar experiencia y descubrir sentimientos de reacción ante las realidades que se presentan delante. Pero ese mismo Corazón, eterno como el mismo Corazón de Dios, ya encerraba toda la sabiduría que puede irse desglosando en los siglos.
             Pero evidentemente hay una Sabiduría mucho más alta, más sublime, infinita…, que el Corazón de Jesús nos fue descubriendo en su vida entre nosotros: la sabiduría que se adquiere en las cosas de Dios, la se fomenta desde las posibilidades de cada persona, la que supone parrase a descubrir y pensar y repensar, sin prisas…, y con una gran convicción de que –detrás de cualquier descubrimiento del alma- hay siempre otro mayor. Que los humanos nunca podemos llegar al fondo de ese pozo que es Jesús, y que son los amplios tesoros que Él encierra. Cualquiera que busque en el evangelio, y que su vida de persona orante se adentre en el evangelio, irá descubriendo que nunca toca fondo; que siempre hay más…; que es como un manantial que cuanto más se bebe, más queda. Y que es una ciencia que no hincha pero que satisface y llena. Y, ¡paradojas de la vida!, más se bebe y más se desea.

             San Marcos 11, 12 nos trae un suceso que tiene amplitudes que hay que buscar para que tenga coherencia. Estamos al día siguiente de la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. Jesús había regresado a Betania y  de ahí sale otra vez hacia la gran Ciudad para seguir realizando su obra. Por el camino realiza lo que se llama “parábola en acción”: un gesto que equivale a palabras y busca la enseñanza que se deriva de tal gesto. A la vera del camino, y sin dueño alguno, ve una higuera. La higuera es árbol que prolifera y significa mucho en aquel Israel: es símbolo de prosperidad. Jesús ve todo el ampuloso ramaje de aquella higuera y va a buscar a ver si encuentra algo en él. Naturalmente no eran higos lo que buscaba porque no era tiempo de higos (en marzo/abril).
             Siendo árbol simbólico de un próspero Israel, Jesús busca frutos buenos en ese Israel. Pero esa nación judía no ha respondido a los años que Jesús le dedicó para llevarlo lo que podía ser su salud y salvación. Y en ese gesto –“parábola en acción”- Jesús expresa la esterilidad de un pueblo, lleno de follaje y carente de fruto. Y Jesús advierte así ante sus discípulos que se ha acabado el tiempo. Y pronuncia palabras definitivas hacia “ese árbol”: “Nunca más coma nadie fruto de ti”. Los apóstoles no le dieron más importancia a la cosa; casi lo tomaron como un juego caprichoso de Jesús. No en tendieron más allá.
             Fue a la tarde, al regresar a Betania cuando los apóstoles observan desde lejos que la higuera aquella se había secado, y le llaman la atención a Jesús para que se fije. Jesús ahora eleva a universal lo que era un símbolo muy concreto en la higuera seca: Tened fe en Dios. Quien dijere a este monte, álzate de ahí y plántate en el mar, y no titubeare en su corazón, lo alcanzará.
             Es evidente que poco fruto iba a sacarse de cambiar a un monte de su sitio. Pero hay “montes” mucho más próximos y reales y más necesarios de remover que las rocas de una montaña. Hay “montes de granito” en los corazones… En los corazones de aquel pueblo… En los otros corazones. ¡Qué difícil le resulta a una persona remover “sus montes defectuosos”! ¡Cómo están asentados determinados modos que parece no haber fuerza humana que los pueda cambiar! Ahí entra esa SABIDURÍA Y GRACIA que brota del Corazón de Jesús, y que ha de irse desdoblando a través de la sincera oración sobre el Evangelio…, sobre el Corazón de Cristo…, para acabar removiendo –aunque sea poco a poco- esos arraigados granitos de cada corazón humano.
             Se extrañó Pedro de aquella higuera seca de repente… Samos por perdidos determinadas carencias personales. Más peor: ni se las llega a plantear la persona. Y puede llegar a secarse la “higuera” por el hecho de no querer verla y no advertir que lleva mucho follaje y poco fruto…, mucho ruido y pocas nueces.


             En la liturgia, Pablo se despide de Éfeso (Hech 20, 17-27) y confiesa que va impulsado por el Espíritu…, y que ve que le esperan cárceles y luchas en Jerusalén. Pero él ha de acabar su carrera de fidelidad a los pasos que va marcando Dios.              El Evangelio (Jn 17, 1-11) es más para meditar que para explicar. Punto clave es el de Jesús, venido como Salvador de la HUMANIDAD, que sin embargo no ruega por el mundo…, ese que se sitúa decididamente contra los planteamientos de Jesús.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad2:40 p. m.

    Señor,si no tuviéramos tu CORAZÓN DIVINO,estaríamos;
    Desesperados y el mundo no tendría sentido.
    Desesperados,cuando nos sentimos agobiados por nuestras faltas y dudamos del perdón.
    Desesperados cuando sufrimos,sin que nadie nos eche una mano y sin amor.
    Si no tuviéramos tu CORAZÓN , oh Señor,morirìamos de tristeza y congoja.....
    Si no tuviéramos tu CORAZÓN,nuestras manos estarían vaccías para Dios y para el prójimo.

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