jueves, 26 de junio de 2014

26 de Junio: Sobre roca

Novena al Sagrado Corazón
Día 7º: La pasión del pueblo judío
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LA ROCA
             El Sermón del Monte concluye con una parábola de mucho fuste. Y más, si se tiene en cuenta por dónde ha empezado Jesús a hablar: por la diferencia total que hay de la palabrería religiosa a ponerse delante qué es lo que Dios quiere. Con un ejemplo gráfico –muy al estilo de su pedagogía- Jesús hace caer en la cuenta de los muchos que llegan a Él con un “Señor, Señor”…, o lo que hoy se traduciría igual: con muchas estampas y medallas y devociones y rezos de papagayos…, pero siendo un pueblo que está lejos de mí; su religión es de cosas humanas, y su corazón está en otras cosas. Y Jesús contrapone toda esa hojarasca externa (si se queda sólo en esas cosas), con lo que es buscar y hacer la voluntad de Dios. Porque la autenticidad de la fe tiene que empezar y que arraigarse en ese buscar hacer lo que Dios le agrada, y luego, saber aprovechar elementos que puedan ayudar y conducir a ello. Las devociones piadosas pueden ser instrumentos válidos, con tal que no sean el “lugar” de parada sino “pasos” de tránsito hacia lo fundamental. Y lo fundamental es hacer la voluntad de Dios.
             Entonces ilustra Jesús ese principio fundamental con la parábola de la casa construida sobre roca y la casa construida sobre arena. Cuando las parejas de novios se encuentran en el Ritual con esa lectura, la pasan de largo como quien le habla de las musarañas. Yo vengo advirtiéndoles de antemano que cuando lleguen a ese evangelio, cambien la palabra “casa” por “hogar”, “matrimonio”… Y entonces suelen elegir tal evangelio, porque tiene un enorme sentido a la hora de planificar una vida.
             Ahora también advierto que en vez de “casa” se ponga “oración”, “servicio al prójimo”, “actitudes personales” (religiosas y humanas y familiares), “carácter”, “vida interior”… Y a partir de ahí poder comprender qué dice Jesús cuando contrapone la casa construida sobre roda, que resiste todos los envites que le llegan desde fuera. Si Jesús dice: vientos, ríos que descargan contra la casa…, nosotros tenemos que leer: contrariedades, incomprensiones, malas interpretaciones, enfermedades, tragedias personales…, etc. Quien ha pasado de la verborrea o los modos externos de “religión” a la fe arraigada en Dios, ninguna de esas calamidades le tumba. Está asentado sobre roca.
             En el extremo contrario está quien construye sobre arena, aquel cuya religión está prendida de una estampa, un santo, una vela, una fotocopia, una amenaza, un problema fútil como “la partículas”, “las promesas”, una “práctica matemáticas” que han de repetirse bajo peligro de desgracias; o quien ha centrado “su fe” en si comulgar en la mano o en la boca, de pie o de rodillas. Quienes han constituido pareja sobre naipes de cartulina (sexo, “amor a mi manera”, libertad… Y quienes se quedaron en una fe prendida con los alfileres de “lo fácil” (las procesiones, las romerías, las devociones de “portar andas”…)  Y cada cual podemos tener nuestro índice particular.
             Jesús dice que es construir sobre arena “una casa”, que cuando vienen sobre ella los vendavales o se le desbordan los ríos, se hunde totalmente. Hemos visto caer “estrellas del cielo y columnas del firmamento” religioso. Hemos visto deshacerse matrimonios que parecían enamorados. Hemos visto hogares destruidos por el egoísmo… ¡Habían construido sobre arena! Y a la menor contrariedad, dificultad, “ego” no satisfecho, incapacidades para vivir PARA EL OTRO…; piedades sin Evangelio ni exigencia…, todo se viene abajo.
             Y lo grande es que la gente que escuchaba a Jesús (y que bien podemos imaginar que no es que estaban en grandes compromisos personales), se admiraban de la enseñanza de Jesús, porque enseñaba con reciedumbre y autenticidad (=con “autoridad). Es que LA VERDAD y LA HONRADEZ tienen su atractivo.

             Una referencia a la 1ª lectura, la que defino como la pasión del pueblo judío. Ayer teníamos la emoción y la belleza de la adoración hacia la Palabra de Dios, el Libro de la Ley de la Alianza. Hoy, en 2Re 24, 8-17, nos encontramos con la tragedia mayor a la que podía llegar el Pueblo: deportación de su patria, expolio de sus tesoros sagrados para profanarlos, Templo destrozado, jefes y familias llevadas al exilio… Y aún no habían tocado fondo, porque hasta aquí perdían bienes materiales, religiosos o patrióticos. El gran desastre se producirá cuando los jóvenes, olvidándose de la Palabra y mandato de Dios, emparentan con los hombres y mujeres del lugar (Babilonia), y eso les arrastra al abandono de su propia fe.

             Se me viene a la mente nuestro mundo, nuestras “nuevas generaciones” (y la infección de muchos “antiguos”, que han cambiado también a Dios “por la imagen de un toro que come hierba”, como dice un Salmo. Porque los criterios que lleva en sí la fe cristiana, los principios morales esenciales, las actitudes y hábitos, la falta de fidelidad y respeto a la vida sacramental…, me recuerda a aquel pueblo tan amante de Dios…, que el día que entró en el ámbito pagano, se olvidó del mismo nombre que llevaban…, de la fe que habían mamado, del Dios a quien habían servido. Y se pone carne de gallina.

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