sábado, 28 de junio de 2014

28 junio: Corazón de María

Domingo 29:
Procesión del Sagrado Corazón   (Málaga)
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Lunes 30
Presentación del libro del P. Cantero S.I.
TRASPASANDO LA VENTANA
Salón de Actos de los Jesuitas
en C/ Compañía (Málaga)
8 de la tarde
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Corazón Inmaculado de María
             El calendario litúrgico sitúa hoy la conmemoración del Corazón inmaculado de María. Digo yo que debe ser por la proximidad a la gran solemnidad de ayer, la del SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. No tiene esta conmemoración un rango litúrgico especial, hasta el punto que se impone la memoria del mártir San Ireneo. No obstante, una parada en el Corazón de María, merece la pna.
             El CORAZÓN de María aparece más de una vez en el Evangelio, unas veces de modo explícito y otras no. Pero aún en esas otras que no se hace referencia al corazón de María, no podemos menos que sentir que sólo quien tuvo tan inmaculado corazón, tan abierto a Dios en plenitud, pudo ser quien acogiera de par en par la llamada primera que nos consta: en la anunciación del ángel. Un sí incondicional y tan difícil, no se da con la cabeza; sólo se puede dar desde el corazón, ese “sexto sentido” tan propio de la mujer, con el que sobrepasa todas las lógicas humanas.
             Desde ahí a su ida a casa de Isabel, su afrontar la dificultad de un esposo que está dispuesto a marcharse, una ida a Belén tan a la aventura…, y tan penosa porque no hubo lugar para ellos…, y el posterior “silencio” de normalidad en Nazaret…, todo eso no se podía afrontar sino desde un Corazón limpio como el agua cristalina, capaz de reflejar a Dios sin obstáculos.
             Pero el día que Jesús se queda en el Templo a los 12 años y les hace pasar aquella tortura a María y José…, y María –al encontrarlo al tercer día- reprocharle amorosamente que lo hayas hecho así con nosotros, la respuesta del niño la desbanca…, no tiene dónde agarrarse…, y ahí se abre el arcón de los misterios de ese Corazón inmaculado, parta bajar la cabeza sin comprender nada, pero guardar todo aquello en su Corazón. ¡Esto es lo enorme! Ahí es donde se ve la grandeza de aquel Corazón. Corazón silencioso de Madre que no entiende ya nada, pero ni discute, ni se queda con la molestia dentro, ¡Tiene Corazón…, y eso es suficiente!
             Esa es la conmemoración de hoy…, el inmenso ejemplo para todos, y sobre todo para la verborrea de tantos, a veces enfermiza, que parece que tienen que ir “radiándolo” todo, cuando se está tan precioso con el silencio interior bien dispuesto para dejarlo llenar de Dios. ¡Y porque Dios espera ese silencio!, esa “agua clara”, ese espacio donde poder Él hablar y tocar un alma. Guardar en el corazón hasta que rebose…, aunque el arcón que Dios nos ha dado en la VIDA INTERIOR es tan grande, que no está lleno nunca en esta vida.

             Estamos concluyendo el MES DEL CORAZÓN DE JESÚS. La brisa de ese divino Corazón ha pasado por nosotros –y sigue pasando-. Ayer estaba nuestra Iglesia totalmente llena en la Concelebración Eucarística que cerraba la Novena. En un mundo descorazonado (así empezó la reflexión de esos días), está demostrado que la gente anhela, ansía, necesita…, del CORAZÓN DE JESUCRISTO. Es evidente que cada uno a su manera, desde quien confunde la Custodia con una “cruz” y al Santísimo con “unas reliquias”…, pero ahí está, hasta quienes vienen con el alma en las manos para confiarse a ese divino Corazón que nos invira a llegar a Él y llevarle nuestras angustias y agobios y depositárselos en su Corazón…, con la promesa de que Yo os aliviaré. ¡Y necesitamos de muchos alivios! Sea porque la población envejece, sea porque se vive con más penuria, sea porque el alma lo pide a gritos, los creyentes (aunque sean muchos “a su manera”) vienen necesitados del Corazón de Jesús, que tanto ha amado…, y del que necesitan sentirse acogidos y abrazados en el calor ardiente de un pecho amoroso.

              Y no es que Jesús no promete vivir ahora en una ciudad de casas de chocolate. Lo que sí nos dice es la muy diferente manera de vivir nuestras penurias y sufrimientos cuando nos hemos acogido a su Corazón. Porque ahora el yugo es suave y la carga, ligera. ¿Cómo es posible? Porque ahí está Jesús metiendo el hombro bajo nuestras cargas para ayudarnos a llevarlas un poquito más suavemente. Nuestros yugos y nuestras cargas nos abruman. De pronto se nos plata delante el Corazón de Cristo, EL AMOR DE DIOS, la fuerza de la fe, y parece que nos inyectan vida y fuerzas. A lo peor, no ha cambiado nada de lo que cargaba sobre nosotros. Y sin embargo un Corazón amigo ha sabido ponernos alas para poder seguir nosotros adelante.

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