domingo, 30 de marzo de 2014

La fe como implicación personal

LUZ Y FE.  4º A Cuaresma
             Un mensaje queda claro por encima de los detalles, amplios detalles, de estas Lecturas del 4º domingo A de Cuaresma. Y el mensaje esta sintetizado en las dos palabras que enuncian esta reflexión: LUZ Y FE.
             Samuel [1Sam 1, 6-7, 10-13) sale, encargado por Dios, a buscar y ungir al que ha de ser nuevo rey de Israel. Llega al destino, una familia con siete hijos. Seis están presentes y Samuel, apenas los ve, piensa que allí está el que Dios quiere ungir rey, pues la presencia delata la dignidad y porte que tienen. Sin embargo no tiene Samuel el impulso interior de Dios para que sea alguno de ellos sobre quine derrame el aceite de la unción. Samuel queda extrañado y pregunta al padre de familia si no quedan más… Y con cierta displicencia responde el padre que queda uno que está en el campo con el rebaño. Samuel lo manda llamar y, en cuanto aparece, siente el profeta la inspiración interior de que ESE ES.
             No ha sido ni el más apuesto, ni el mejor considerado. Pero es sobre el que Samuel recibe esa luz que lo señala desde arriba.
             En el Evangelio, (Jn 9), Jesús se encuentra con un ciego de nacimiento. Jesús declara que mientras es de día tiene que hacer las obras del que le ha enviado. El tema de la luz vuelve a aparecer, porque Jesús –aun arriesgando ahora, porque es sábado- va a actuar dando luz a los ojos de un ciego de nacimiento, o lo que es igual; para que también el ciego tenga luz.
             Pero esta vez va a actuar Jesús de muy diverso modo a otras veces. Esta vez él toma la iniciativa; no pregunta al ciego, no le devuelve la vista sin más… Jesús –que camina en la luz y quiere iluminar las mismas tinieblas el mundo esclavizador de los fariseos- hace barro (con su propia saliva), unta los ojos del ciego; y si ahora quiere el ciego, también él se ha de implicar en el riesgo de actuar frente a las normativas farisaicas del sábado: ha de ir a lavarse  al piscina.
             Se está jugando con los conceptos paralelos de oscuridad/ceguera y luz/visión. Y más todavía: con la Luz/fe. Y eso requiere la implicación directa del sujeto que quiere ver. Porque si QUIERE, ha de superar los obstáculos y hasta la lucha abierta frente a un mundo hostil.
             El ciego va y se lava y encuentra que su fe le ha abierto un mundo insospechado. Tan inmenso y bueno es ver ahora la luz, los colores, los ríos y los montes y mares…, como insospechado es el mundo  diferente que se abre cuando vive uno la fe.
             Por eso la 2ª lectura -que está tomada de la cara de Pablo a los fieles de Éfeso-,  insiste en el mismo tema de la luz frente a las tinieblas. Las tinieblas vienen de un mundo que deja a un lado a Dios…, de lo que hay que avergonzarse cuando ya se ha conocido a Dios; la luz viene de actuar en la verdad y la justicia (=bondad), que es lo que dignifica, y lo que nos une a la obra de Cristo. Una vez más sale a relucir la luz cuando exhorta a despertar para poder ver la luz de Cristo.


             Cuaresma como LUZ, como paso necesario de tinieblas a luz, y paso que no viene solo, y en el que hay que implicarse, aun cuando a veces suponga un riesgo contra la propia tranquilidad. Pero o el ciego acepta el reto, o se queda ciego.

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