miércoles, 26 de marzo de 2014

26 marzo: Padece y QUIERE PADECER

LA SAGRADA VOLUNTAD DE DIOS
             Este es el leiv motiv de este día. Si vamos a las lecturas correspondientes –[Deut 4, 1, 5-9: Mt 5, 17-19]- todo el mensaje de este miércoles 3º de Cuaresma es el valor de la voluntad de Dios, expresada en mandatos, decretos y preceptos con los que Dios dignificó a un pueblo primitivo y lo condujo a unas formas religiosas, sociales y humanas que superaron las de todos los pueblos circundantes. Y como detrás de toco ese planteamiento estaba la gloria de Dios, Jesús –el gran “innovador”- no dejará de vivir y ayudar a vivir hasta los puntos de las íes de esas manifestaciones de Dios. La diferencia que aportará Jesús es la plenitud, porque la vida de una persona no puede enmarcarse en un código de leyes sino en la relación personal con un Dios que merece mucho más que los serviles cumplimientos… Porque ese Dios es PADRE, y la relación con un padre se lleva y se vive desde el corazón. Inmensa plenitud que agrada a Dios y da una categoría nueva, superior, al que así cree, ama y vive como HIJO.
             Jesús ha quedado ya entre el grupo de criados… Echado allí como una alimaña con la que se puede jugar impunemente. Azuzados por el otro, aquel de la bofetada, a quien Jesús le ha pedido razones de aquella acción.
             Pero hoy pensaba yo que todos ellos no merecían mucha atención en mi tiempo de oración. Que el objeto de mi contemplación era Jesús. Y que Jesús está allí con esa espantosa sensación de animal enjaulado y maltratado. Sin justicia, sin defensa, sin salida. Y en aquel mal asiento de piedra en el que lo han tirado, Jesús está viviendo esa Pasión diferente a la que ha comenzado desde los hechos y personas de fuera. Jesús está viviendo ese horror que la propia imaginación amplifica, pero con muchas razones reales para ver lo que va a venir.
             Caifás –el verdadero Pontífice ese año- estaba agazapado. Con su conocimiento y consentimiento o sin él, Anás –el vengativo y mal hombre Anás- había sido el que recibió a Jesús “en su casa”. ¿A título de qué? Ya era un indicio para Jesús de que aquello iba a funcionar muy mal… Y había sido Caifás quien –sin saber siquiera el alcance de los que decía-había previamente sentenciado que “era mejor que muriera un solo hombre por tal del bien del pueblo”. Jesús, en esas horas de la noche, y casi sin que pudieran afectarle mucho más las burlas y golpes de los criados, lo que estaba “leyendo” iba mucho más allá… Caifás ya lo había condenado sin juicio…
             Pero la historia iba más lejos y atravesaba sus límites y saltaba a la eternidad. Cuando Dios creó al hombre y la mujer, tuvo el gran sueño de su vida. Serían el primer eslabón de una cadena de hijos… Pero UN HOMBRE “despertó” a Dios de sus “sueño” y se arrancó de Dios…, y por un hombre vino el desastre y la muerte. Ahora Caifás, sin saberlo, acababa de pronunciar las palabras que reproducían en renovado “sueño” de Dios: que sería OTRO HOMBRE quien tenía que morir para que todo un pueblo no perezca… 
En ese nuevo “sueño de Dios”, sería el HOMBRE NUEVO quien restañara la herida…, quien redimiera… (que es lo mismo que “comprar lo propio, a alto coste”). Y ese otro Hombre –bien lo sabe Jesús- es Él… Por eso su recién incoada Pasión está abocada a la muerte…, y cuanto ahora le va sucediendo está dentro de esa decidida voluntad de Dios de salvar al mundo entero. Por supuesto que no mueve Dios las manos sacrílegas de los criados, ni los envenenados pensamientos de Caifás, ni la diabólica venganza de Judas… Pero Jesús va leyendo todo eso desde “la traducción simultánea” del “otro idioma” de la Historia de la Salvación.
¿Y eso le hacía sufrir menos? No. Sufría todo el inmenso dolor de la impotencia humana, del terror de lo que puede irle cayendo encima, de lo que ya está viendo en aquella chusma que le escupe…, y en ese pobre discípulo, tan querido, que se ha confiado a sus fuerzas y se ha metido en el avispero, y ahora está jurando y gritando que no conoce a “ese hombre… Y es que ni oró a su tiempo (y ahora cae en la tentación), ni supo medir sus fuerzas… Los sentimientos de Jesús son crecientemente más dolorosos, pasando del sufrimiento que le echan encima los enemigos, a esa puñalada en el alma que le asesta el pobre aturdido Simón…
Cuando, por fin, cansados de un juego al que el preso no colaboró con protestas…, aquellos criados decidieron irse a dormir, llevaron a Jesús a la mazmorra para que allí estuviera hasta que llegara la hora del juicio). Y Jesús quedó a solas, en sus pensamientos, en sus sentimientos profundos, en su dolor agudo del alma… Y fueros horas muy oscuras, muy difíciles, muy espantosas.  Verdaderamente que el día que el demonio le dejó para otra ocasión”, fue como la amenaza del espíritu del mal… Y ahora ha llegado esa “hora del poder de las tinieblas”, y Jesús está comprobando en propias carnes lo tremendo que es pasar por esta hora. No es sólo lo que padece, sino las imaginaciones fantasmales de lo que queda por delante…, y eso es mucho más espantoso que cuando llega cada padecer.

Y no es que Jesús se eche atrás. San Ignacio nos hace pensar lo que Cristo padece y QUIERE PADECER. No le cae encima por desgracia. Lo tiene asumido… Y esto es precisamente llevar le ley de Dios a su plenitud, aunque eso cueste tanto trabajo…, duros trabajos del Evangelio.

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