domingo, 16 de marzo de 2014

CUARESMA como camino

2º Cuaresma-A
             La Cuaresma es un CAMINO. No es un “fin”. Y en ese camino la palabra que hoy marca sentido es la que Dios dirige a Abrán: Sal de tu casa, de tu patria, de tu familia… La fuerza y el sentido están en ese “salir”, dejar atrás, caminar… Lo curioso –y lo que pone fuerza, es que Dios no le dice en qué  dirección… Ha de salir…, aunque no se le muestra el destino: “hacia una tierra que Yo te mostraré”. Y Abrán obedece a ojos ciegas. Y sobre él recae una bendición tan amplia que de ella estamos participando todos los creyentes, descendencia innumerable como las arenas de la playa
             San Pablo le dice a Tito en qué dirección ha de caminar: Toma parte en los duros trabajos del evangelio. Y bajo ese término está señalando la cruz de cada día, la lucha diaria. Timoteo ha de caminar en esa senda. Al final de ella Jesús destruye la muerte y saca a la luz la vida inmortal.
             El Evangelio de hoy es continuación de todo eso: la cruz había escandalizado a Simón Pedro. Jesús lo toma ahora para que vea el cuadro mesiánico completo…; por lo pronto requiere apartarse y elevarse de la vida diaria al “monte muy alto”. Y allí Jesús queda transformado con el brillo luminoso por dentro y por fuera. Moisés y Elías –símbolo de la Ley judía y los Profetas- flanquean a Jesús como parte de un mismo proyecto de Dios, conversando los tres sobre las cosas que iban a suceder en Jerusalén: evidentemente la muerte de Jesús.
             Simón se siente allí a gusto. Hay resplandores luminosos; se habla…, pero están allí a buen seguro… Y querría él quedarse allí: ¡qué bien se está aquí! Y se dirige a Jesús para proponerle un plan: Hacemos tres tiendas, para Moisés Elías y para ti… Y de pronto Dios se manifiesta en solemne teofanía: Éste es mi Hijo muy amado, ESCUCHADLE. Porque es a Él a quien hay que escuchar, porque Él lleva la verdad.
             Cayeron al suelo aterrados y tapándose los ojos… Temían morir ante aquella presencia del Dios del Cielo… Y en eso, Jesús les toca para que se levanten, y cuando lenta y recelosamente empiezan a abrir los ojos, no ven ya más que a Jesús…, ¡a Jesús solo! No hay luces, ni personajes, ni vestidos brillantes. Por decirlo llanamente, ven a Jesús “de calle”…, al Jesús de siempre. A ese Jesús, nuevamente proclamado Mesías, y al que hay que ESCUCHAR. La última palabra, mientras bajaban aún silenciosos y asombrados, fue la de Jesús que les dice que no digan de aquello ni una palabra, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos. Por si no querían oír hablar de muerte, ahí la tienen otra vez.
             Nosotros CAMINAMOS  en la Cuaresma, y nuestro camino ha de empezar por SALIR DE… En muchos detalles concretos no sabemos en qué dirección…, hacia dónde o cómo nos lleva Dios. Hoy es hoy, y solo podemos saber este HOY. Pero HOY Dios nos lleva a una Eucaristía que va a repetir y poner al vivo la muerte y la resurrección…, el Jesús transfigurado, que encierra luces y sombras, “los duros trabajos del evangelio” y el foco potente de luz que nos ilumina el camino. Y nos manda, con mandato de Jesús, IR EN PAZ dentro de nosotros, y TRASMITIR PAZ allí donde estemos. Lo que significará un avance serio de nuestra experiencia de fe.

             Ha acabado la “sobremesa” del Cenáculo. Bien podemos pensar que a Jesús le pesa el cuerpo. Han sido demasiadas cosas las que han sucedido en esas horas: amor al máximo, amor gráficamente expresado en ese ponerse a los pies de los suyos…, para que ellos aprendan y hagan lo mismo. El tremendo momento de señalar al traidor, la buena fe de Pedro, al que hay –sin embargo- que poner ante una verdad que le pica mucho: sus negaciones. Toda esa larga conversación de despedida… Son emociones amontonadas en el sentir de Jesús, que está viendo ante sí la penosa imagen del las ovejas que se dispersan cuando hieren al pastor
             Y cuando salen de allí y se meten por el torrente Cedrón, casi de presencia amenazante bajo las sombras que da la luna llena, Jesús va ya hecho polvo. Sabe que es su último caminar. Y cuando llega al Huerto –tan frecuentado gozosamente en otras ocasiones- hoy se le cae encima. Y sin embargo necesita de ese lugar porque es recogido para orar, y Jesús tiene una necesidad inmensa de oración.
             Al entrar, deja allí a 8; Él se adentra con los tres testigos del Tabor. Son los que pueden apoyar aquel momento de nube oscura que se cierne sobre Él. Y –lo mismo que a los 8- les dice: orad para no desfallecer, para que no sufráis el escándalo de la tentación.

             Es evidente que aquellos Once estaban en este momento muy impactados. Habían visto gestos en el Maestro a los que no estaban acostumbrados. Jesús era siempre positivo pero han podido intuir rasgos de persona que está anímicamente aplastada…; que ha querido mantener el tipo ante ellos, y que les ha enseñado muchas cosas en aquellas últimas horas. Pero ha ido manifestando sones de despedida, de testamento, de algo que a ellos es suena a “final”. Y están cargados de tristeza, mala consejera para ponerse a orar… Les ha advertido Jesús contra la tentación del desánimo y el escándalo, pero ellos ven que la tienen encima… Y en vez de buscar esa fuerza imprescindible de plantarse ante Dios y orar, clamar, y dejar que sea Dios quien lleve la voz cantante, aceptan de antemano la derrota y se echan a dormir… 

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