lunes, 3 de marzo de 2014

3 marzo: ES POSIBLE PARA DIOS

UN “CLÁSICO”
             El episodio del innominado joven rico es uno de los que más me hacen pensar. Porque, además, es de los que no se me quedan en “algo que ocurrió” sino como un eco que traspasa de muy diversas formas la vida de muchas personas. En evangelio nos presenta el momento crucial de un muchacho en plenitud de deseos, generoso hasta venir por su cuenta a ofrecerse…, y luego fracasado, disgustado consigo mismo, porque en cuanto le ha llegado la realidad concreta a sus manos, se ha quedado achicado, avergonzado, incapaz de dar el paso que tocaba ya con sus manos. Jesús lo había visto tan noble, tan formado y fiel, tan dispuesto a un paso nuevo y superior, que los ojos de Jesus hacia aquel joven fueron unos ojos llenos de cariño. El momento aquel en que ha quedado ya establecido que la condición para entrar en el Reino es renunciar al Yo y a los propios bienes antes de dar el paso para ponerse al lado de Jesús, son unos segundos de verdadera emoción. En el muchacho, porque es el instante en que se juega su futuro, su decisión, su “vergüenza torera”, su sinceridad de voluntad, y hasta su propia honrilla. Y está con un vaivén de pensamientos vertiginosos que le pasan del al no como un tiovivo que marea… En Jesús es la respiración contenida…: aquel joven que Jesús ya ha acogido en su corazón con tanto cariño…, aquella posibilidad de un discípulo de cualidades tan buenas…  El que le haría tan feliz a Jesús… El dolor de un posible no… Un instante, ciertamente, pero de esos que se hacen eternos. [Como yo lo he vivido igual en propias carnes, me hago cargo de la tensión y dramatismo de eso segundos de espera].
             El muchacho se entristeció; bajó la cabeza con la vergüenza en el alma, aceptó dolorosamente su fracaso, y volvió las espaldas y comenzó la retirada. ¡Tenía muchos bienes!…, apostilla el evangelista. A Jesús se le cayeron los palos del sombrajo: ¡había puesto tanta alma en aquel joven…! Y con un suspiro que le salió de lo hondo de su alma, se dijo para sí, pero no en voz baja: ¡Qué difícil es que un rico entre en el Reino! Los discípulos lo oyeron y se extrañaron. Jesús les vio aquella cara de asustados por lo que habían escuchado, y –ahora, ya de frente y hablándoles a ellos- Jesús habló con toda su fuerza (su dolorida fuerza…): Hijos: qué difícil les va a ser entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en las riquezas. [Esos son los “ricos” desgraciados; en la expresión de siglos anteriores era mucho más drástica: “maldito quien pone su confianza en la riqueza”]. Y aquí entran las riquezas de bienes económicos y, para mi mirada honda, están las muy peores “riquezas” que hay encerradas en el YO: todo ese mundo que atrapa a la persona, al joven, al niño, al anciano, al hombre y a la mujer…, y que queda encerrada en ese mundo del amor propio salido de madre, la “personalidad” que se antepone a cualquier otra cosa…
             Es que estoy viendo ahora mismo a esas familias de hoy, encerradas entre los barrotes de sus propios caprichos, apetencias, egoísmos individualismos, egocentrismos, comodidades, satisfacción de los sentidos, y todo tan resuelto y tan a pedir de boca. Estoy viendo la incapacidad actual para que un joven –atiborrado de todo- pueda solucionar en plano de donación de sí esa encrucijada que se le presente: ¿optar por el Reino o huir por “poseer muchos bienes”. Aquel momento evangélico esta a la orden del día. Estoy seguro que hay jóvenes excelentes, que están dando parta de su tiempo y descanso para atender una ONG de las de verdad, en beneficio de otros que están necesitados. Estoy seguro que entre esos jóvenes los hay muy posibles para dar el paso por el Reino, bajo la mirada llena de amor de Jesús… Pero he aquí que en ese momento pasan por su mente todo ese cúmulo de “bienes” de todo orden que le llaman en su interior acomodado… Y dan la espalda y prefieren quedar como cobardes fracasados…, pero con sus “bienes” a disfrutar. [Di Ejercicios en un noviciado, con 8 novicias. Una me dijo: la semana pasada éramos el doble. Me quedé un poco perplejo. La novicia me dijo: “Eran chicas estupendas: espirituales, trabajadoras, de excelente carácter… Pero los viernes se venían abajo porque no podían pasar si “la movida”. Pienso en los ojos y la mirada de Jesús sobre aquellas 8 que se habían ido, y comprendo su tristeza y su exclamación…] Y comprendo que Jesús insistiera ante los apóstoles y les recalcara: “Es más difícil que un rico entre en el Reino que hacer pasar un camello por el ojo de una aguja”.

             Los apóstoles se extrañaron más, y acabaron formulando un sentimiento penoso: “Entonces, ¿quién puede salvarse? Y Jesús les respondió con una luz de esperanza. ”Es imposible a los hombres; no para Dios”. O sea: mientras cada persona se mantiene en sus trece, en su hedonismo, en su querer hacer de esta vida su falso paraíso, no hay posible entrada en el Reino (en ese “venir detrás de Mí”). Pero Dios puede hacer milagros… No porque fuerce a nadie, sino porque la Gracia de Dios puede ser gota que va empapando y un buen día esa persona descubre que su vida y sus bienes son vacíos…; que su alma tira hacia arriba…, que Jesús le atrae, que algo se remueve dentro…  Que “el joven rico” puede dejar de ser tan rico…, puede tomar un nombre propio si deja a un lado sus “bienes” de latón y se lanza hacia adelante.  ¡Es posible para Dios!

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