jueves, 6 de marzo de 2014

6 mar.: Elegir el bien o el mal

Enfoque de la Cuaresma
             Este “jueves de Ceniza” viene a ser en la liturgia el arranque de todo lo que está por decirse: lo que vayamos a hacer es completamente libre, y está en nuestras manos la elección. Deut 30, 15-20 es la Palabra de Dios que dice: Ante ti pongo la vida y el bien; la muerte y el mal. Elige el bien y vivirás”. Y cada uno de nosotros tomará una decisión y vivirá una Cuaresma en plena libertad de elección. Quiere decirse que no es una elección “de juguete cuaresmal”, sino una dirección hacia una vida más acorde con la vocación cristiana.
             El Evangelio nos pone ante la razón fundamental en una sana elección: Jesucristo, en su plena libertad, elige “padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y doctores, ser ejecutado… Y resucitar al tercer día”. Y ahora, puestas las bases, “el que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”. Las bases de la elección están echadas.

             Hoy me preguntaban “dónde empieza la Pasión de Jesús”. Es ponerme en un compromiso. Porque lo mismo puedo decir que en la Encarnación, que decir que fue en la resurrección de Lázaro, o en el banquete de Simón, o en el pacto de Judas con los senadores, o que fue en el Huerto de los Olivos. Quizás la respuesta más complexiva sea: en el instante mismo en que eligió la vida y el bien. Y por tanto, en el mismo primer instante en que se aplicó a sí mismo el Salmo: “Aquí me tienes, oh Dios, para hacer tu voluntad”.
             Jesús pudo vivir “tranquilo” sin entrar en confrontación con los fariseos y dirigentes. Pudo quedarse en Efrén cuando había logrado escabullirse de los sacerdotes que ya habían decidido su muerte. Allí le llegó el aviso de las hermanas de Lázaro que le anuncian que “tu amigo está enfermo”. Y Jesús desconcertó con sus respuestas al mensajero: Esta enfermedad no es de muerte; mi amigo duerme y voy a despertarle; son doce las horas del día… Sabían los apóstoles que volver a Judea era meterse en los cuernos del toro, y Tomás también toma su decisión y hace su arenga: “Vayamos y muramos con Él”. Siguen, pues, las elecciones del bien y –aunque parezca una contradicción con el texto original- también elección de la muerte.
             Y Jesús fue a Betania, se presentó a Mata como quien es “la resurrección y la vida”, y acaba sacando a Lázaro de su sepulcro. Unos amigos se congratulan mucho, otros toman el fácil camino de la queja y la crítica (“¿por qué no estuvo aquí para que no muriera?”), y otros judíos se van a los sacerdotes para avisarles del caso. Realmente haber “elegido Jesús la vida y el bien” le supondría –en diverso sentido- tragarse la muerte y el mal. Pero “eran doce las horas del día” y Jesús camina a pleno sol de la verdad, de la fidelidad, de la misión encomendada, de la elección hecha hacía mucho tiempo, y por la que tuvo tantas dificultades con sus mismos discípulos y los apóstoles.
             Jesus volvió a retirarse, porque no tuvo nunca la “vocación de suicida”. Siguió haciendo el bien y enseñando, aunque ya sabía que colgaba sobre Él la espada de Damocles. Luego volverá a Betania y emprenderá una etapa final desbordada como quien sabe que ha llegado la recta final y hay que aprovechar lo más posible en la culminación de lo elegido. El blog intentará llevar a los lectores, paso a paso sobre esta ruta de escalofrío, en la que se mezclan las más bajas pasiones y la Pasión… En una humanidad, representada allí –y hablamos ahora más expresamente de una porción religiosa- va a salir a flote lo más sucio del corazón humano. Y va a emerger por encima de ello la nobleza sublime del HOMBRE que llevó su elección hasta el final, sin dar un solo paso atrás.
             Como el eco de tantos personajes, vamos a estar siempre cada uno de nosotros, y nos deberemos ir situando en nuestro verdadero lugar. Hay una “dinámica de grupo” en la que se ponen varias sillas, y a cada uno corresponde un estilo de vida definido: Heroico – Fiel – Sin compromiso – El que se escaquea lo que puede – el que huye. Y se invita a los participantes a sentarse en la silla que crean ellos que les corresponde. Una vez situados, se invita a los otros a que muevan de esa “localización” a los que piensen que deben estar en otra silla…
             Confieso que queda muy mal sabor cuando uno se coloca en un puesto intermedio y llega otro y le cambia a una silla “peor”. Pero se me ocurre que pensar que esta dinámica la podríamos hacer, aunque sea en el secreto del alma, porque todos vamos a pretender estar en la silla media alta… Pero examinando nuestras elecciones del día a día…, de los años que llevamos vividos…, puede llegar la conciencia a decirnos que nuestro sitio es otro. Que si hiciéramos la dinámica tal como es, casi seguro que nos iban los “otros” a cambiar de lugar.

             La pregunta de comienzos de Cuaresma es: ¿dónde me situaría yo?; ¿dónde me situaría el mismo Jesús?  Queda ahí la cuestión. Y es desde la plena libertad de hijos de Dios y seguidores de Cristo (y “a lo Cristo”), la que tiene que irnos dando respuesta…, y cambiando de “silla”.

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