sábado, 22 de marzo de 2014

El tío de la sábana

22 marzo: Todos en la misma mesa
             Hoy nos lleva la liturgia a la gran parábola del PADRE BUENO. Y así presentar un rasgo esencial de la Cuaresma: una mesa donde caben todos, donde cabemos todos: pródigos e “hijos mayores”. Tenemos de pródigos esa independencia de pretender vivir “nuestra vida”, “a nuestro modo”, y no permitir que nadie entre en “nuestro terreno”. Y lo reclamamos como la parte que nos corresponde”. De hijo mayor tenemos una fachada de cumplidores, fieles, honrados, que no rompemos un plato. De pródigos, la vida de falsa libertad de vivir gozando, alegremente, sin que nos echen problemas…, gastando de cualquier manera los talentos que recibimos para que fructificaran. De hijos mayores, el recelo, el silencio que recome por dentro, la apariencia. De hijos pródigos el encontrase un día sin nada que llevarse a la boca, y aun peor que cerdos, porque así se gastó “el capital” de la dignidad, de aquella falsa libertad, de aquellos sueños de creer que uno se bastaba a sí mismo. De hijo mayor, el capital de estar en la casa paterna y estar al amparo de la buena fama de su padre fiel. De pródigos, la necesidad de volver adonde nunca debió de salir…, porque ahora ha descubierto que “ahí donde él está, se muere de hambre” y carece de todo. De hijos mayores, el tesoro de levantarse cada mañana con la seguridad de que tendrá todo a mano. De pródigo, el abrazo de un padre fiel que nunca dudó, nunca renunció. De hijo mayor, la indignación por la alegría del regreso de “ese hijo tuyo”. De pródigo, sentirse indigno de ser acogido. De hijo mayor, el reproche a su padre… (ahora es cuando nos estamos retratando…, porque era muy bonito tener todos los días la mesa preparada, pero con el egoísmo que lo disfruta y no quiere compartirlo, y encima echa en cara que no recibió nunca un cabrito para festejar con los amigos…; no piensa que lo tuvo un día tras otro y no se dio cuenta de ese tesoro... No dejemos de reflexionar, porque hay muchos detalles y actitudes de la vida que nos pueden meter en el pellejo de esos dos personajes).  EL PADRE, destacándose sobre los dos, porque CONSIGUE QUE LOS DOS SE SIENTEN A LA MISMA MESA… Ni pródigos ni “mayores”, porque todos comen de la misma riqueza de amor de un Padre que aúna, abraza, acoge, ama… La CUARESMA nos quiere encaminar a esa “mesa común”. Pero requiere de varios pasos… ¡Gracias que el Padre está siempre ahí, en el mismo sitio!

             El personaje de la sábana, en el Huerto, no suele meditarse demasiado. Lo pasa uno como anécdota. A lo sumo, surge la costumbre de asignarle un nombre –el del único evangelista que narra ese hecho-. Sin embargo yo le veo mucha mayor profundidad a la narración. Porque esa sábana que “cubre” me deja sensación de curiosidad, escondimiento, ausencia de la realidad…, máxime cuando a la primera dificultad opta el “protagonista” por dejarse la sábana en manos del peligro, y huir vergonzosamente desnudo para perderse entre las sombras de los olivos. Y me pregunto qué diferencia tiene ese anónimo con los otros apóstoles, los de la entrada y los tres testigos…, que han aguantado el tipo (aunque malamente) hasta que las cosas se han puesto feas. Al final, ¿no se han ido todos desnudos”, perdiéndose del lugar donde estaba Jesús?
             Es que me toca muy dentro ese “fantasma” del Huerto, que sólo salió a curiosear… Que posiblemente dormía cuando escuchó ruido, y salió envuelto en la sábana que le cubría. Sólo pretendía otear, amparado en su sábana. En cuanto alguno de aquellos salió en su persecución y agarró la sábana, no tuvo inconveniente de dejar sus vergüenzas a la intemperie, con tal de librarse. ¿Y es que no hago yo eso montones de veces? ¿Es que no se repite esa “sábana” que está uno dispuesto a perder, con tal de quitar el compromiso de encima?
             Y pienso en lo que Jesús vio entonces… Y lo que sigue viendo. Montones de “personajes” que en tanto se acercan en cuanto no les comprometa. Montones de gentes que no llevan encima más verdad que “la sábana”…, que están dispuestos a dejar en manos de otro, mientras ellos se ponen a buen recaudo entre la mentira, el disimulo, la falsa apariencia, el “maquillaje” de “bondades”…, mientras se quedan desnudos a la primera de cambio. Y luego sucede que nadie se fía de nadie, que todos recelamos de la mentira o media verdad o falso halago protocolario que nos llega… Que vivimos un baile de fantasmas con sábanas que se pueden perder sin ningún pudor, con tal de ese clásico: “sálvese quien pueda”. Que Jesús está viendo y le queda que ver hasta que llegue al Calvario, las filas de “curiosos” a quienes no les interesa más que el enterarse o comunicar la última noticia, como un alimento que engorda. Y luego, como suceda la menor contrariedad, se escurren como anguilas y aparentan quitarse de en medio…, pero sólo hasta el siguiente curioseo. Sábanas, sombras, oscuridades, apariencias, huidas vergonzosas, mentiras o medias verdades, sin que uno pueda saber a ciencia cierta el terreno que pisa y de quién puede fiarse.

             El joven de la sábana no salió en el texto evangélico por casualidad. En él está reflejada una postura bastante real ante el padecer de Jesús, ante el compromiso que pide la vida, y sobre todo la vida cristiana. “Pródigos” o “hijo mayor”, el único que destaca es EL PADRE.

1 comentario:

  1. José Antonio12:19 p. m.

    El Hijo Pródigo, tuvo "necesidad" de volver con su Padre. Entiendo que más peligroso que alejarse, es el no desear volver. Podemos adulterar la imagen de ese Padre con la de un Padre "permisivo", que todo lo admite. Pero el Padre, permanece en su sitio, ejerciendo como tal, pero en la plenitud de la acepción del término. Esta Parábola en labios de Jesús, nos ha de acercar a comprender al auténtico rostro de Dios Padre.

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