domingo, 2 de marzo de 2014

Domino 8 A: Providencia continuada

Somos milagro de Dios
             Muy breve pero altamente expresiva la secuencia de la 1ª lectura Comienza con la queja de alguien que se cree abandonado por Dios. Y la respuesta inmediata de Dios es de una ternura excepcional. Pregunta Dios, sin esperar a una respuesta: ¿Es que puede olvidarse Dios de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Y Dios mismo da la respuesta que va mucho más allá de la pregunta: Pues aunque ella se olvide, Yo nunca me olvidaré de ti.
             Podemos nosotros hacernos ahora la pregunta: ¿Puede una madre olvidarse de su hijo? Y podrían responder algunos: “Me remito a los hechos”. Y los hechos demuestran que hay madres que abominan de su maternidad y hasta la truncan. O que se anteponen de tal modo a esa maternidad, que antes que ello cultivan su propia figura. Con todo el argumento de Dios sigue en pie, y hasta con mucha mayor fuerza: ¡es posible que haya esas madres que desdoran el propio valor de la palabra “madre”! Pues bien: aunque las haya, Yo –dice Dios- nunca me olvidé de ti.
             Era ese el sentido del argumento de Dios…: puede haber amores humanos, naturales, que se sueldan con relación irrompible: hablemos de la madre normal, la que lleva de verdad el nombre de MADRE. Pues aun así, el amor y el cuido y la ternura de Dios siempre saldrá por delante. Porque Dios no puede olvidarse, porque nos lleva escritos en las palmas de las manos y en el corazón.
             No es rara la pregunta de algunos ante un enfermo terminal, que sin embargo no termina… Dicen: ¿tiene esto sentido?; ¡ya podía Dios acordarse! ¡Qué ingenuidad!: “Yo nunca me olvidaré de ti” Y nosotros no podremos barruntar salida a esos sentimientos que no van más allá de lo útil, pragmático, conveniente, placentero. Dio responderá siempre: Aunque una madre se olvide de su hijo de pecho, Yo nunca me olvidaré de ti.
             Y Jesús ratifica y ahonda y adorna esa realidad con un de los más bellos capítulos del evangelio: “No estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer o con qué os vais a vestir. ¿No vale más vuestra vida que el alimento y el vestido? ¡Vuestro Padre celestial los alimenta y viste! Y como Jesús era un observador contante de la naturaleza, observa a los pájaros y a los lirios salvajes: los pájaros comen sin sembrar, sin almacenar… ¡Vuestro Padre los alimenta! Y los lirios pueden ser envidiados por el propio Salomón: No hilan ni trabajan, y sin embargo Dios los viste de lujo. ¡Cuánto más a vosotros!
             Es evidente que podemos aducir –en nuestra peculiar crisis nacional-, que nos falla el argumento, porque hay muchos a los que no llega esa afirmación de Jesús. Y sin embargo hay algo “milagroso”: que por un sitio o por otro, de una forma o de otra, siguen viviendo y vistiendo.
             Adonde nos lleva Jesús con todo esto es a afirmar y hacer patente que Dios es Providente, y que nunca se olvida del hijo de sus entrañas, y que no vivamos PRE-ocupados. Ocupados, sí; Buscando soluciones, ¡aun con más decisión!..., OCUPADOS, responsables, respondiendo al instinto de conservación. Pero NO PRE-ocupados. Y aterriza en algo tan concreto como vivir el hoy, Y no el ayer ni el mañana. “Ayer” ya ha pasado; ya no lo tenemos en las manos; se fue y es inalterable. Sólo Dios lo tomó en sus manos y en su Corazón…, y tiene la capacidad divina de echárselo a las espaldas para no verlo ya nunca más. Una cualidad, tan divina que sin embargo, Jesús nos la pone ante los ojos para que la vivamos desde a madurez adulta.
             Tampoco el “Mañana”, que no tenemos ni lejanamente en nuestras manos. Lo que haya que prever, bien está. Pero lo que pasa de ahí, se sale de la órbita de Dios. Ya tiene “HOY” su afán, sus problemas y sus disgustos, y lo que no debe hacerse es pretender estar “resolviendo” hoy (que nada resuelve) lo que puede ser ese “mañana”.
             Jesús nos lleva a buscar HOY el Reino de Dios y su santidad. Lo demás vendrá como añadido. Y quien añade es el mismo Dios, la Gracia de Dios, y ese cúmulo de gracias que se presentan de veinte mil maneras que ni advertimos, pero que todas han pasado por la mano de un Dios misericordioso y Providente.
             La 2ª lectura remachará el clavo pidiéndonos que la gente vea en nosotros unos servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Y lo que se busca en un administrador es que sea fiel. Para eso está la conciencia, como luz y aldaba para hacernos caminar por las sendas de Dios. Y pondrá al descubierto el corazón de cada uno, y Dios se hará presente.

             Presencia que tiene su realidad sacramental en la EUCARISTÍA, en la que Jesús se ha quedado y desde donde nos sitúa a nosotros en posición ventajosa para abordar nuestro HOY, para darle a HOY la mayor plenitud posible, y para ser felices en este HOY en que Dios nos da la vida. Y para que seamos manos de Dios providente, porque no se trata de ver a Dios como el “Dios de milagros” sobrenaturales, sino el que nos pone a cada uno como milagro vivo ante los que tenemos delante…, los que nos puso Dios para seguir haciendo nosotros SU OBRA.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad9:46 p. m.

    Vivir el momento presente requiere rechazar los falsos temores a peligros futuros,que nuestra fantasía agranda y deforma.También perdemos el sentido de la realidad con las falsas cruces,que nuestra imaginación inventa y padecemos por no aceptar la pequeña cruz que el Señor nos pone delante,la cual nos llenaría de paz y alegría.

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