viernes, 14 de marzo de 2014

14 marzo.: PARADO ANTE LA EUCARISTÍA

Yo soy responsable de mis cosas
             El argumento de la 1ª lectura es tan simple como lógico: cada uno es responsable de lo que hace o deja de hacer y de cómo vive. Tan lógico como que quien peca, es el responsable de su fallo; y el que hace el bien, es el responsable de lo bien hecho. Por eso, él tendrá que rendir cuentas de su actitud. Luego, me hace recordar la famosa novela de nuestro siglo de Oro: “El condenado por desconfiado”. Puede ocurrir que el que había procedido bien se desvíe hacia el mal; y viceversa: el que había obrado maldad, se convierta. En ese momento sigue en pie el mismo principio anterior: que cada uno es responsable de su cambio, y que el bueno que se hizo malo, es ahora malo; que el malo que se hizo bueno, es ahora bueno. Y cada cual sigue siendo el que ha de rendir sus cuentes del momento actual. No valen “medallas antiguas” colgadas, ni “sambenitos antiguos” arrastrados. Cada uno es lo que AHORA  es.
             Y Jesús, sobrepasando el “no matarás” del Decálogo, advierte de otra manera de matar: con la lengua, con la ofensa, con el desprecio, con el “ninguneo” que se hace de otro. Ese otro queda herido. Y si tú vas tan tranquilo a hacer tu ofrenda al Altar mientras ese otro sufre por estar así ninguneado, no sigas hacia al altar, sino vuélvete, vete al hermano dolorido y resuelve tu caso. Luego regresas al Altar y haces tu ofrecimiento. No se trata de que no puedas llegar a hacer tu obra buena con Dios, sino que antes tienes que subir “la grada” que conduce a tu hermano, que es la que deja paso franco a subir al Altar.
             Esa es la nueva “justicia”, la que supero la de los fariseos, que se quedaba en meras prácticas que se cumplen…, y basta.

             Jesús ha repartido SU CUERPO…, y se ha dado a comer…, a formar una sola masa con él. Ha dado a beber del CÁLIZ, el de su Sangre salvadora, que libra del pecado y REDIME, y ha penetrado en las regiones del alma de aquellos Once.  Ahora me gustaría tener un super-aparato que detectara el fondo de los sentires de ellos… ¿Qué conciencia tienen aquellos Once de lo que ha hecho Jesús…, de lo que hay ahora mismo dentro de ellos…? ¿Están de alguna manera, “tocados” por un hecho tan misterioso que –aunque no puedan entenderlo en plenitud- al menos les deja transidos del Misterio? ¿Se están preguntando qué significará aquello? ¿Alguno estará rememorando aquella explicación amplia que Jesús dio sobre el comer su Cuerpo y beber su Sangre, que escandalizó a muchos (que entonces abandonaron), pero que era camino de vida eterna? Me pierdo en ese intento de meterme en los sentimientos de aquellos hombres, tan llenos de buena voluntad, y tan toscos y hasta torpes para comprender lo más sencillo.
             Pero me quedo pensando más…: Jesús está ahora mismo mirándolos desde su diván…, y dentro de ellos desde su sacramento… Y también me subyuga esta línea de reflexión. ¿Qué es lo que ve Jesús en aquellos rostros, aquellas miradas –alguna como queriendo explicación-, en aquel silencio de perplejidad o de ignorancia? Y el Jesús de dentro, ¿qué es lo que vive ahí en el corazón de cada amigo?; ¿qué sentimientos son los que Jesús capta? Casi seguro que nosotros los imaginamos con los ojos cerrados y dando gracias. La verdad es que no lo puedo pensar así. Perplejos es lo mejor que me puede reflejar los sentimientos que Jesús capa en esa intimidad del “dentro” de cada cual.
             Veo un Jesús que hace allí, en cada “secreto interno personal” una labor lenta, suave… Que lo menos que quiere hallar son corazones que se interrogan…, amigos que desde su misma ignorancia pueden tener la seguridad del Amigo que no hace nada de cara a la galería… ¡Y quisiera Jesús encontrar corazones que hicieran lugar para que resonara DENTRO el eco de sus susurros interiores!
             Jesús, el de fuera, que mira y prudentemente observa lo que se ve…; Jesús el de dentro, que va “tocando” el interior íntimo de lo que aquellos sienten ahora… Y me resulta apasionante. No ya porque con ello vaya yo a resolver el enigma aquel, sino porque lo estoy sintiendo al vivo en mi momento actual: una cosa es mi COMUNIÓN SACRAMENTAL, mi revivir el momento de la Cena. Otra cosa es revivirlo tal cual era: una firma con Sangre de un NUEVO TESTAMENTO, cuya cláusula base era la de amaos unos a otros como Yo os he amado; y como yo he lavado vuestros pies, lavad vosotros los pies [las lágrimas, los dolores, las suciedades, las penas, las soledades…] de los demás.  Una cosa es revivir el rito; otra, entrar en el meollo del Corazón de Cristo y del plan de Dios.
             Reconozco que este pensamiento me descoloca, porque lo “natural” –lo que este momento llevaría en sí mismo- sería una proyección abierta hacia un cambio interior tan hondo que nos fuera cambiando…: un Jesús de dentro que no puede quedarse en “haber entrado”… Y un Jesús de fuera que se queda mirando…, y que ve lo que ve…, lo que estamos viendo todos…, y que tiene limitadas repercusiones en la vida real…

             Aun así, Jesús dejó a aquellos hombres que tenía delante, un inmenso encargo…: Cuando repitáis lo que Yo he hecho ahora, estáis reviviendo mi muerte salvadora hasta que yo vuelva. HACEDLO, revividlo como real Presencia mía.

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