martes, 10 de diciembre de 2013

Los sencillos serán DUEÑOS

Martes 2º adviento
             Los evangelios de Adviento no siguen un orden visible.  En realidad son “atraídos” por las “primeras Lecturas”, que expresan sentimientos del Pueblo que esperó al Salvador.  EN CONCRETO hoy el Evangelio depende del final de la 1ª L.: “como un pastor apacienta el rebaño..., lleva en brazos los corderos...”
        Hoy podemos leer este evangelio así:
        El Mesías Salvador hará todo lo posible para que nadie se extravíe.  Y teniendo en buenos pastos y en seguro a las 99 ovejas, se va a recoger a la que se extravía, a la que se separa del rebaño.
        La alegría del Cielo es que esa oveja vuelva al redil.  Y como las otras ya estaban seguras, expresa Dios su alegría grande por la vuelta de aquella que se perdía.
        El recuerdo de otro evangelio nos llevaría a otro sentido con diverso matiz:
        Los pequeñuelos son en el Evangelio ese “resto” que representa el grupito de los necesitados de ayuda.  Los “noventa y nueve” (en otro lugar llamados “justos”), pueden ser los satisfechos de sí mismos, los seguros de sí, los que se “bastan”...  Representan a los fariseos, a los “santones” cumplidores, que parecen estar seguros en su lugar de abundancia, sin ocuparse de avanzar, de arrepentirse de sus fallos.
        Jesús, sale en la búsqueda de la ovejuela que siente necesidad de ayuda. Y esto es para ella EL ADVIENTO: el encuentro con su Pastor.  Y hay mucha más alegría porque ese pequeñuelo se deja recoger, que por los 99 que no se creen necesitados de ayuda.

          SERMÓN DEL MONTE
             Los mansos POSEERÁN LA TIERRA
             En acepciones bíblicas igualmente válidas, la referencia a los que viven la mansedumbre se les llama también: los sometidos…, quienes carecen de la necesaria independencia y libertad, porque hay otros que los someten. En la legislación de Israel toda familia debe poseer su parcela de terreno, su “viña”, el lugar donde tener plantada su higuera (símbolo de prosperidad). Ahora venían los poderosos que esclavizaban a los débiles, y al no poder pagar éstos sus deudas, los poderosos se cobraban con esas pequeñas posesiones de los pobres…, e incluso con sus mujeres, sometiéndolas a esclavitud.
             Cuando Jesús proclama que los que viven la mansedumbre y no toman venganza, SON FELICES, les está anunciando ese día nuevo en que ellos –precisamente ellos- van a ser los dueños de la tierra. Como ya rezaban en el Salmo 37, “los oprimidos poseerán la tierra (de la que habían sido desposeídos) y gozarán de paz”.  En una primera mirada serían el efecto –aun aquí en el mundo- de que el reino de Dios está haciéndose presente. Luego resulta que los mismos poderosos, cada vez más poderosos, siguen poniendo su bota sobre el cuello del más pequeño. Y la promesa de Jesús va llevando  hacia las esferas de la manifestación final de Jesucristo, que harán  real la promesa porque los pobres serán colmados de bienes, mientras los ricos quedarán vacíos.  Entonces sí que poseerán esa Tierra nueva y Cielos nuevos, que suponen el encuentro con el Cristo vencedor de la soberbia, y el Dios de la luz.  Será esa “nueva humanidad” que ahora también se preconiza, y que sólo Dios sabe si es algo que vamos a ver en la tierra, cuando las fuerzas del mal tienen siempre dados los pasos adelante para ganar la partida a todo intento de bien.
             Con todo, los mansos se van haciendo visibles e influyentes desde la bondad de sus almas, la dulzura de sus formas, la fortaleza de los débiles… Y su “poseer la tierra” es un símbolo de libertad, de sana independencia ante las influencias exteriores…; expresión de esa fuerza inmensa que tiene el “ser dueños de sí”, frente a una sociedad aborregada y sin criterio. Resistencias pasivas y pacíficas frente a los opresores de cualquier tipo. Paz contra la belicosidad y el ataque irracional. Bálsamo en las heridas que sufren, y hasta llevado sobre las de sus mismos enemigos. Saber huir del enfrentamiento, y esa capacidad para mantener la calma sin alterarse.
             Seguramente la expresión ya mencionada: “ser dueños de sí”, represente y signifique el gran valor y el gran valer del “manso”. Que, a la postre, no es que ha hecho un cursillo de mansedumbre psicológica, sino que ha puesto sus ojos en Jesús mismo, el HOMBRE total, de la mansedumbre, que arrostra su propio sacrificio “como cordero manso que es llevado al matadero, sin siquiera balar”. Pero allí, en su patíbulo, se enseñorea de tal manera, que puede prometer sobre la marcha a aquel malhechor de su derecha, que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso. Es que Jesús POSEE A DIOS y ahí tiene la fuente inagotable para sobrepasar tanta injusticia, tanta violencia, tantas pasiones desbocadas…, en derredor suyo.  Tan dueño de sí que Él mismo decide el momento y el modo de su muerte: con un grito llamativo, que conmueve, un inclinar la cabeza (tomando posición) y –entonces, sólo entonces- entregar su espíritu en las manos de su Dios.


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