domingo, 8 de diciembre de 2013

LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

FELICIDADES,
VIRGEN INMACULADA
             Por una concesión particular a España para este a2º domingo de adviento- la Solemnidad de la Inmaculada. En la Liturgia se intercala una lectura del 2º domingo de adviento con las dis más significativas de la Solemnidad de la Virgen.
ño, celebramos hoy –
             Se abren las lecturas con la presentación inicial de la historia: Dios, que había creado al hombre y la mujer para ser felices, en una vida de paraíso, se encuentra con aquella pareja primera que “se esconde de Dios”. Era mala señal. Porque se esconde el que teme. Y tema el que ha hecho una barrabasada. En efecto Eva ha seguido una atracción gustosa, aún contra lo dicho por Dios; le secunda Adán… Y muerden el anzuelo de la soberbia que pretende “ser como dioses”…, para quedarse en unos exiliados que no pueden ya vivir esa felicidad que Dios gratuitamente les había ofrecido.
             Cuando entra la 2ª lectura, una ráfaga de oxígeno de percibe en Pablo: Dios es una fuente de paciencia y en ella hace brotar el consuelo. Lo que nos pide es una limpieza de nuestro corazón, que haga posible que nos unamos en el sentir, en el querer, en el hacer…, confluyendo todos en una finalidad esencial: que juntos alabemos a Jesucristo. Es evidente que ésta es una lectura de Adviento, y que nos está llevando de la mano a algo que es muy distinto de la actitud del mundo sin Dios. En un mundo sin Dios, no hay modo de unir los corazones, porque es un mundo fundamentado sobre la competitividad –contraria al servicio, a la mano extendida-; un mundo belicoso, en el que se escupe veneno en las palabras y se llega al ataque… La llegada de Jesús nos mueve a acogernos mutuamente. Si Cristo unió a judíos y gentiles en una sola realidad –el Reinado de Dios- ya podemos todos sentir y experimentar la misericordia de Dios. Se perdió aquel paraíso, pero Dios abre las puertas a otro: ahí donde viene Jesús, ahí donde se asienta Jesús.
             Y eso se verifico aquel día en que una muchacha muy joven de un pueblo apenas conocido, en una nación que se tapaba con un pañuelo…, fue capaz de decirle a Dios que … María de Nazaret abría la puerta a Dios. Salvada la única duda que necesitaba una respuesta: “¿Qué tengo que hacer yo”, queda patente que no se le pide HACER sino SER. Allí donde Eva desobedeció, María diría su SÍ incondicional.  Y se recomenzó la historia con el misterio inefable de la Encarnación. Por medio de María va a nacer Jesús (su nombre es Salvador), y Él toma el relevo de Adán desobediente para ser Jesús quien restaña el orden perdido.  Y se realiza –por medio de María, el momento más sublime de la historia humana: Dios se ha hecho Hombre.
             Una expresión final de este Evangelio leído me causa una atracción especial: Cuando María pronunció una palabra corta pero inmensa, de aceptación incondicional…, cuando le dijo a Dios: Haz, el mundo quedaba ya en órbita nueva. María se sumía en hondísimo silencio. Y la dejó el ángel. Como si saliera de puntillas para no alterar aquel ensimismamiento en que había quedado María tras la entrada en su seno del Hijo de Dios. Y María, María del Silencio podríamos llamarla, queda arrobada en su inimaginable nueva realidad.
             Es un momento divino, inefable. Aquel silencio de María la ha sacado por un tiempo de este mundo de aquí abajo… Su VIDA INTERIOR se ha potenciado de tal forma, que está mucho más dentro de sí misma…, pero mirando allí en el fondo suyo toda la inenarrable PRESENCIA DE DIOS…
             San Ignacio de Loyola concluye –en los Ejercicios- la contemplación de la Encarnación con una expresión muy sugerente. Nos lleva a establecer un coloquio de despedida, y en ese final nos mueve a pensar en “el Verbo nuevamente encarnado”. No entro en la exégesis que pueda encerrar esa frase en plan “técnico”. Lo que sí me mueve es a ver que la “encarnación del Verbo” no se acabó el día que María dijo su … Ahora vuelve a repetirse esa venida de Dios a cada alma, esperando que seamos cada uno quienes nos decidamos a nuestro particular Sí, con esa acogida y aceptación tan real que haga posible la “nueva encarnación” de Jesús en nuestra alma. O sea: en el modo de sentir, de pensar, de actuar, de sentir…, o de evitar, de saber callar en silencios creativos que le dejen espacio a Él para ESTAR y HABLER dentro de nosotros, en esa zona profunda donde se viven las transformaciones de la persona.

             Jesús, nuevamente encarnado, como hoy mismo, en el momento de la Consagración…, ese sublime instante en que Jesús aparece entre los dedos del sacerdote… Hay una bella poesía que llama a María Santísima “Reina y Señora de mi Altar”. Y es que del modo inefable que Ella se encontró con el recién nacido Jesús entre sus brazos, así nos encontraremos nosotros dentro de unos instantes. Lo que importa es que pueda ser una realidad el ser nuevamente encarnado, porque cada uno de nosotros, al modo de María, se ofrece con un corazón abierto y le dice a Dios: “Haz”.  Y que así sea Él quien realice misteriosamente en nosotros su ENTRADA PARA VIVIR EN EL FONDO DE NUESTRO CORAZÓN.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad11:54 a. m.

    Acude siempre ,y hoy de una manera muy especilal a nuestra MADRE.Llámala fuerte,fuerte...Te escuchará siempre,te ve en peligro,y te brindará,con la gracia de su HIJO,el consuelo de su regazo,la ternura de sus caricias:y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha..No temamos excedernos en solicitar su amparo,porque sabemos que ELLA es "un regalo del CORAZÓN DE JESÚS moribundo"

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