lunes, 16 de diciembre de 2013

ANSIAS DE FIDELIDAD.- 3¡Lunes 3º adv

Lunes 3º adviento
        Fin de la 1ª parte del adviento, Momento de transición y punto de tensión. La profecía de Balaán es la del que ya ve con los ojos abiertos las bellas tiendas de un pueblo que camina a la liberación... Vegas dilatadas, jardines junto al río, áloes que plantó el Señor. Un héroe que sale de su descendencia, que avanza por la constelación de Jacob. La inminencia de otro sistema, de otra forma de existencia está vista “en éxtasis” y “todavía a lo lejos”..., pero visto con “ojos perfectos.
        En el Evangelio de hoy, la tensión. Está Jesús ya en medio. Ya ha llegado. Los fariseos reventadores no quieren ver. Por enésima vez preguntan. Jesús les pone un dilema a ver si ellos -alguna vez- son capaces de “ojos perfectos”. Pero no; ni los tienen ni los quieren tener. Eluden el tema. Y Jesús acaba haciendo lo más tremendo que puede hacer: no darles respuesta. Ahí quedarán con sus dudas o sus prejuicios. Pero sin respuesta de Jesús.
        En cuantas ocasiones del Evangelio ocurre algo semejante, lo espeluznante es Jesús que se calla. Que adviento nos dé esos ojos limpios (perfectos) con los que sepamos ver..., o Jesús nos “levante la voz” para que veamos... NUNCA SU SILENCIO.

             SERMÓN DEL MONTE
          Me voy a permitir interrumpirte, Jesús. Estás diciendo TU PROGRAMA. ¿Estás convencido que te escuchan? ¿O simplemente te oyen, pero como si vinieras de otro planeta? Porque Ya has hablado de pobreza (=humilde actitud ante la vida que abaja todo “poder”). Has hablado de mansedumbre (=tu propio retrato) en una cultura que es de todo menos mansa… La “ley del talión” es una buena prueba). Hablaste de la felicidad de los que lloran (en llanto que no lleva venganza, ni amargura…).  ¿Qué han cogido de todo ello? ¿Qué aplicación al Reino…, a la vida y acción personal se ha pegado de eso? ¿Y vas a seguir perdiendo el tiempo, Señor, proclamando unos principios constituyentes que de antemano están rechazados por una forma de pensamiento?
          Quizás Jesús nos diga con el oráculo de Balaán una respuesta: todavía está lejos, pero llegará, porque quien se adhiere a su Persona, acaba rindiéndose a su Palabra. Una Palabra muy nueva, por la que lo pretendieron apedrear en Nazaret, por la que más de una vez tuvo que esconderse para evitar las iras, y por la que –en definitiva- acabó en la cruz.
          De ahí que –permaneciendo fiel a su misión- ahora pronuncie su 5ª razón de felicidad: Felices los que tienen hambre y sed de fidelidad. [Dado que la palabra “justicia” tiene tan diverso sentido en el lenguaje bíblico y en su significación real, escribo “fidelidad” en el intento de evitar un choque inútil en la comprensión de esta bienaventuranza].
          ¡Ansias de ser fiel!, de no desviarse a derecha ni izquierda aunque sea uno empujado, atraído, “tentado”, engañado por ese sistema mundano que vuelve lo negro en blanco. Entonces podemos ahora entender por qué son felices los que tienen ansias de justicia: porque viven en el fiel justo de la balanza, y no se dejan manipular ni influir por los vientos de unos o de otros.  Juan Bautista es elogiado porque no fue “caña agitada por el viento”.  En efecto fue persona ávida de la verdad. Eso sí: la verdad que conocía en un planteamiento anterior a Jesús. Cuando llegó Jesús, el menor de los nacidos de mujer, es mayor que Juan Bautista, porque ha comenzado otro mundo: el de la misericordia, el llanto pacífico sin violencias, la mansedumbre (“aprended de mí que soy MANSO Y HUMILDE de corazón, y hallaréis descanso. Es exactamente la bienaventuranza proclamada).

          Hacen falta muchas ansias de fidelidad para poder sobrepasar los propios prejuicios, las propias seguridades, los orgullos… La fidelidad se presta a Jesucristo…, porque “no se puede echar vino nuevo en odres viejos”…, y Jesús ha traído una nueva “ley”. Y no vale entremezclar. Se rompen los odres y se pierde el vino. La fidelidad es aquella que María encomendó en Caná a los sirvientes, previniendo alguna cosa “rara”: haced lo que Él os diga”. Exactamente está ahí la plena verdad. Y cuando un poco más delante de la bienaventuranzas cierre Jesús su enseñanza constituyente del Reino, lo hará advirtiendo que muchos vendrán con el consabido: “Señor, Señor”… Y Él les dirá: no os conozco.  Porque los que yo conozco son los que escuchan la palabra de Dios y la practican¡Eso es la fidelidad! ¡Esas ansias –hambre y sed- es la que puede ser saciada desde el evangelio, desde la acogida plena de Jesucristo!

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