lunes, 30 de diciembre de 2013

29 dcbr.: Caminando hacia un final

30 diciembre: Camino del final
             Hoy no hay ninguna celebración del santoral. Hoy se vuelve la atención a los hechos evangélicos que tenemos posteriores al Nacimiento, lo que –en mi gusto personal- me ayuda más que las celebraciones de santos tan pegadas a la Navidad, que me dejan la sensación de un salto demasiado grande desde la riqueza de la liturgia del día 25, a otro aspecto diferente del navideño. Por eso, estos días que van teniendo más sabor del Ciclo que estamos celebrando, me dejan mejor centrado en el acontecimiento esencial de estas fechas.
             Ayer dominó el gran tema de la Sagrada Familia. Por ser fiesta tan importante y actualmente tan necesaria para acentuar el valor de la familia y de la familia cristiana (de principio y actitudes cristianas), no se leyó el evangelio que hubiera correspondido al día 29: era el de la presentación del Niño en el Templo, ofrecimiento a Dios del primogénito, el rescate del Niño con un pequeño don, y la aparición en escena de ese profético personaje anciano, que es Simeón, que llegó a tomar al Niño en sus brazos, mientras ya oraba a Dios en acción de gracias por ese momento, y ponía su vida en manos de Dios, porque ya no necesitaba ver más.
             Hoy continúa el mismo relato y lo protagoniza una mujer, anciana, viuda y alma de Dios…, casada hacía 91 años, pero que enviudó hacía ya 84. Y desde entonces centra su vida en el santuario de Dios, el Templo, y sirve a Dios atendiendo a otros, hablándoles del Mesías futuro…, y ¡en este momento, encontrándose con Él!  Ella aguardaba la liberación de Israel que traería el Mesías, y ayunada y oraba en súplicas constantes. Un personaje femenino que pone una nota muy delicada a este momento, cuando ya se les ha anunciado a José y María que Jesús seria un signo o bandera levantada, ante la que se van a tomar posturas muy diferentes y opuestas. Porque la humanidad se va a dividir a favor y en contra de ese Jesús y de la vida que Él mostrará, produciendo ello un dolor en el corazón de aquella madre que lo lleva en sus brazos.
             Vivimos el permanente claroscuro de Jesús, al venir a este mundo. Porque vino a los suyos y los suyos no le recibieron…  Pero a cuantos le reciben, les poder ser hijos de Dios¸ hijos que no nacen por generación carnal, sino por el Espíritu que los invade: el mismo Espíritu de Dios.
             Nosotros nos hemos de situar decididamente –más decididamente aún- en ese grupo que acoge la llegada de Jesús, lo que implica necesariamente esa revisión de la propia realidad, con toda la profundidad de quien sabe que hay más allá, más al fondo, zonas de nuestra vida que aún no han quedado regadas por el agua de nuestro bautismo.
             El paso de un día hacia el final del ciclo civil del 2013 debe ser –como en los buenos comerciantes- momento de hacer inventario. Hay “productos que dieron muy buen resultado, que dieron mejores réditos…, y ese producto hay que repetirlo: los clientes lo seguirán pidiendo. Por el contrario, tal otro producto apenas ha tenido salida…, se ha quedado estancado en los almacenes… Evidentemente fue un error pedirlo y lo que ahora hay es que resarcirse de esa pérdida. Y surgen los procesos de la “rebajas”, y todo lo demás.
             Si nos tomáramos nuestra vida de fe como un proceso en crecimiento, nos tocaría hacer un balance semejante. Y sacaremos muchos buenos productos que merece la pena seguir teniendo ahí; y saldrán otros productos (aparentemente “olvidados”) que es necesario poner a flote para sacarlos del rincón del almacén de la conciencia y buscar medios para echarlos fuera cuanto antes.
             San Juan evangelista en su 1ª carta –de la que se toma estos días la primera lectura- va recorriendo “estamentos” para decirles que es a ellos –precisamente a ellos- a quienes se dirige: es a los padres, a los jóvenes, a los hijos… Pero hace insistencia en los jóvenes porque sois fuertes y la Palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al maligno. Y poniéndoles en pista para que eso sea una realidad, les dice:  No améis al mundo ni lo que hay en el mundo.
             La pregunta que surge es: ¿a qué mundo se refiere Juan para –en medio de una carta llena de amor- pedir que NO AMEN?  Lo explica a continuación: Lo que hay en el mundo son las pasiones del hombre terreno (que se queda en lo bajo de sus instintos),  el afán del dinero, que todo lo corrompe y que se hace enemigo de Dios por separar a la persona de Dios;  y la soberbia, la arrogancia, el orgullo que viene como consecuencia del dineroTodos esos postulados del mundo, no proceden de Dios. Lo grande de todo esto, nos dice San Juan, es que se va la persona tras la quimera pasajera del mundo, pensando haber alcanzado su felicidad…, y al final resulta que el mundo pasa, las modas caen, los “iconos” que prometían mucho se desvanecieron… Pero Dios permanece para siempre.

Mis queridos seguidores en el blog:

Desde mañana –en una semana- (D.m.)- no acudiré tan temprano a la cita. Acudiré, si Dios me da salud, pero aparecerá más cerca del mediodía.  TENED UN AÑO 2014 MAGNÍFICO, de la mano del buen Padre Dios.

1 comentario:

  1. José Antonio10:04 a. m.

    Las palabras de Juan podrían ser un magnífico PROPÓSITO PRÁCTICO (y que sea evaluable día a día) para este nuevo año que en breve comenzará: abandonar lo mundano y aferrarnos a permanecer en el Señor. Nuestra tendencia por fragilidad es más bien la contraria, pero como dice San Juan "...el mundo pasa...". Como digo, puede ser buen propósito ese dejar de lado todo lo que "no procede del Padre". Como bien dice P. Cantero, es buen momento para hacer balance personal de aquello que hay en nuestras vidas y que hay que desterrar pues no es de Dios.

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