martes, 17 de diciembre de 2013

17 diciembre. Cambio de tercio

La llegada inmediata
                      Hoy entra la 2ª parte del adviento, ya directamente centrada en los misterios previos al nacimiento de Jesús. Se verá en los evangelios que se proclaman en la Misa.
        El arranque de hoy es una de esas tan queridas genealogías, propias de los judíos. Pero para enmarcarla, la 1ª lectura ha resaltado el papel de Judá, empezando por Jacob (llamado “Israel” por el mismo Dios). Y de ese padre viene un hijo y una rama que es Judá, de la que no se apartará el bastón de mando..., y le rendirán homenaje todos los pueblos.
        El Evangelio de hoy será para los oyentes una relación monótona y desabrida. Para un hebreo es su propia identidad. Por eso, arrancando de Abrahán (padre de una generación incontable) irá viniendo Jacob..., y con un maquillaje peculiar se irá llevando  la descendencia ininterrumpidamente hasta Judá. Porque en esa rama y estirpe entra José, el esposo de María, de la que nacerá Cristo. San Mateo, que es el que introduce a José en el protagonismo de la historia mesiánica, ha seguido la genealogía que desemboca en José. A través de esas generaciones, Jesús es el hijo de David, el anunciado Mesías Salvador.

EL SERMÓN DEL MONTE
Los que tienen hambre y sed de justicia.
-                 Cuidad de no obrar vuestra justicia ante los hombres para ser vistos por ellos. (Mt 6, 1)
-                 Buscad primero el reino de Dios y su justicia. (6, 33)
-                 Deja ahora, porque así conviene cumplir toda justicia. (3, 15)
-                 Vino a vosotros el Bautista por el camino de la justicia y no creísteis en él. (21, 32)
Es patente que esta expresión no equivale a la de uso normal entre nosotros. Para nosotros es una “justicia jurídica”, de leyes, obligaciones, castigos o declaración de inocencias.
En el lenguaje bíblico es otra cosa: José era “varón justo” (cabal, obediente a Dios. La “justicia falsa” de los escribas y fariseos es la incoherencia entre lo que dicen y lo que hacen. Es la “justicia postiza” de las apariencias: aparecer como buenos, pero ser sepulcros blanqueados.
Es otra la justicia del Reino, que es la búsqueda y práctica de hacer la voluntad de Dios. Lo indica San Pablo, en lo justo, lo santo, lo perfecto, cuando Dios reina en el corazón de la persona. Por eso la palabra “justicia” equivale a SANTIDAD, bondad, fidelidad.
Juan, que resiste, debe bautizar a Jesús para cumplir toda justicia…: porque Jesús recoge todo el pecado del mundo (que era lo que confesaban quienes iban a ese bautismo), y lo cargara sobre sus espaldas para llevarlo hasta la cruz y dejar allí clavado el pliego de multa de nuestros pecados, que son purificados por la sangre de su cruz, nuevo bautismo con el que Jesús fue bautizado: el bautismo de su sangre.  Por tanto OTRA JUSTICIA tan diversa de la nuestra, porque es la justicia que justifica y no la “justicia justiciera” que condena. Es la justicia que perdona al culpable y no puede perdonar a quien no se reconoce pecador (“el inocente”…)
     El hambre de ser JUSTOS es todo lo contrario de las justicias humanas, que bien se sabe que son tan parciales e injustas. El hambre y sed es del Dios vivo, del Dios que ha hecho tanto por mí, y al que se desea ahora AGRADAR como forma de vida de la persona.
Y concluye: porque ellos serán saciados.
Es el efecto del justo (que es justo porque es humilde, porque es POBRE -no perdamos de vista que seguimos colgados, explicitando, la primera bienaventuranza). Y si para el que elige ser pobre, Dios es su Rey, el JUSTO de corazón está poseyendo ya aquí mismo en la tierra esa saciedad del gozo de tener a Dios…, de tener el alma EN Dios. Y Dios es nuestra justicia. No se quitarán las injusticias humanas…, pero el justo vive de la fe…, el JUSTO ha tomad altura y –aunque sufre el dolor de una humanidad injusta- no llega a salpicarle su injusticia, aunque padezca las consecuencias. El justo responderá al mal con el bien; a la agresividad con la comprensión; al amargo, con dulzura; al que teme fantasmas por todas partes (en realidad los lleva dentro de sí), con la confianza; al que zahiere, con el bálsamo de la sonrisa o de la prudente distancia.

     El JUSTO será siempre el totalmente convencido de que Dios es SIEMPRE BUENO, y en Dios no cabe ni una brizna de mal. Por ello, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, jamás pondrá su recelo o su queja en Dios. Dios es para Él su seguridad, su apoyo, su referencia indiscutible. Y aunque he visto caer las columnas del cielo y las estrellas del firmamento, en cuanto a mí estoy seguro que no caeré (escribió San Claudio de la Colombière). ¡Esa es su hambre saciada aún aquí abajo!, porque Dios le pone a cubierto de toda injusticia…, aunque la injusticia siga existiendo…

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