jueves, 5 de diciembre de 2013

Construir sobre roca.- Jueves 1º Adv.

Jueves 1º de adviento
             Este Jueves 1º de Adviento nos pone ante un tema muy actual.  Dice Jesús: “no todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los cielos, sino el que practica”.
        Lo que está de moda es definirse como “creyente no-practicante”.  Jesús da un mentís rotundo.  Son 2 términos irreconciliables.  O se cree y se practica, o no se es creyente en Cristo y en la obra de Cristo.
        Muy fácil de entender: si un matrimonio vive cada uno en una esquina de España y jamás se ven, ni se buscan, ni se hacen los gustos del otro..., sino que cada cual vive y “quiere a su manera, tenemos un “matrimonio no-practicante”.  Es decir: como si no lo fuera.  Aunque se manden una postal para Navidad.  Si un Notario ni ejerce su profesión, ni estudia, ni se interesa por lo que es su profesión, sería un “Notario no practicante”.  O sea: no lo es, aunque tenga el título.
        El ejercicio substancial de la fe son LOS SACRAMENTOS, obra de Cristo, administrados por su Iglesia.  Quien no practica los Sacramentos habitualmente, aunque fuera muy devoto de santos, lleve muchas medallas, haga novenas, pertenezca a entidades piadosas, dirá mucho: “Señor, Señor”, pero no es seguidor de Cristo.  El seguidor de Cristo es el que hace (PRACTICA) la voluntad del PADRE. Así lo dijo Jesús en este momento. Y así está construyendo esa persona su casa sobre cimientos firmes.  Otra cosa son arenas movedizas, que no cimientan nada.

        SERMÓN DEL MONTE  (4)
             “Desplegó Jesús sus labios” para decir –de entrada- algo que dejó extrañados a los oyentes. Dichosos los que eligen ser pobres, porque Dios es su Rey.
             No eran dichosos los ricos por el hecho de tener posesiones y poder apoyarse en ellas. Porque todo lo humano es caduco, y lo mismo se posee hoy que pueda quedarse uno sin nada al amanecer mañana. Y eso genera inquietud, preocupación, tensiones…, un irse separando de Dios y de la confianza en Él. Quien tiene “sus apoyos”, en ellos se apoya.
             Fue muy clara la experiencia del pueblo de Dios. En tanto se sintió vulnerable –desterrado, desmantelado de sus amores más fuertes (Patria, Templo, libertad…), más experimentó la necesidad de Dios. Y aquellos que tuvieron esa experiencia honda, se sintieron pobres que sólo podrían ya esperar en su Dios. Así surgió ese “resto fiel” que puso en Dios toda su confianza y comprendió que es “maldito quien confía todo en el hombre”.
             El pobre de Yavhé podría ser económicamente pobre, o tener medios para vivir. Pero de lo que estaba convencido era de que sólo en Dios podía confiar; de Dios me vendrá el auxilio, del que hizo el Cielo y la Tierra. Por tanto no hace Jesús una proclamación de felicidad al que no tiene para vivir. Sino de quien elige una forma de vida que no está asegurada sobre sí mismo, o sobre unos bienes materiales. Y al abandonarse en las manos de Dios, DIOS ES SU REY…: tal persona se rige ahora por lo que agrada a Dios. Esa persona va descubriendo lo que es realmente EL REINADO DE DIOS, algo mucho más que una expresión estereotipada, o una “suave” manera de sentir “el reino de Dios”…
             Consiguientemente no se proclama la “dicha” del desgraciado, del oprimido, del cargado de deudas, del mendigo que maldice a quien no le da, del explotado por una mafia que lo tiene tirado por los suelos para enriquecerse el matón de turno.  Es muy otra la POBREZA DE ESPÍRITU, o la pobreza –sencillamente pobreza- que va luchando con dignidad para sobrepasar sus penurias, mientras su corazón sigue mirando a Dios y abandonándose en Él. Podríamos decir, con expresión amplia, que los pobres felices son los que están disponibles –como los taxis- para ser “ocupados por Dios” cuando Él quiera, como Él quiera, cuanto Él quiera.
             Y en esa medida también están “disponibles” para ayuda de quienes, pobres como ellos, los puedan necesitar. Porque ya es una verdadera forma de ser POBRES el hecho de admitir que otros los necesitan. Y no siempre son “otros” de su agrado, sin defectos, sino otros que pueden ser egoístas, descuidados, celosos. El POBRE, que se sabe pobre, lo primero que tiene ante sus ojos es que él no es perfecto, ni mucho menos. Y si ya le cuesta a él corregirse, no va a exigirle a los demás que se corrijan para poder, luego,  ayudarles. El POBRE  se acepta a sí mismo tal como es…, con el fardo de sus lastres…, aunque queriendo corregir y avanzar… Y acepta a los demás tales como son, pero no conformándose con eso, sino buscando la manera de echarles una mano.  Si Dios me ama tal como soy, y los ama a ellos tales como son, el POBRE ES FELIZ, y MUY DICHOSO y no pide sino la misericordia de su REY…, el estilo de vida de ese reino en el que “las reglas” las marca el AMOR DE DIOS: el que Él nos tiene; el que el pobre quiere poder tener.

             Estamos ante la POBREZA que surge desde el interior, la que se vive como opción personal, libre, en respuesta a la invitación de Jesús, que siendo rico se hizo pobre. Con Él, son dichosos los que son pobres de corazón.

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