lunes, 1 de julio de 2013

JULIO. Y nuevamente, vocación.

EVANGELIO DEL DÍA  [Mt. 8, 18-22]
Casualmente nos viene hoy el mismo evangelio de ayer, desde otro evangelista; con algún dato más concreto y sin otros datos que ayer teníamos.
Hoy, por lo pronto sabemos que el que vino a ofrecerse era un doctor de la Ley. Jesús se disponía a dejar Cafarnaúm y a las gentes con las que había estado, y cruzar a la otra ribera. Esta vez no es –como de ordinario- por alguna situación tensa. Y a punto de embarcarse (y como quien dijera que el doctor barrenaba sus naves), se le viene casi “a pie de escalerilla” para ofrecerse incondicionalmente en un seguimiento personal. Tiene inmenso valor porque no sólo es haber sentido la atracción de Jesús, más o menos emocional, sino encontrarse ante la verdad de Jesús, el descubrimiento de que en Jesús había algo muy distinto y nuevo de lo que ellos estaban acostumbrados en sus prácticas y “formas externas”. Y con Jesús ya “con el pie en el estribo”, le dice abiertamente: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.  No puede negarse que aquello halagaba a Jesús. En medio de tantas críticas y persecuciones y amenazas de fariseos y doctores, aquella llegaba del doctor, le confortaba.
Si Jesús sirviera a un partido político o tratara de cazar al vuelo, le hubiera faltado tiempo para decirle: “vente y verás qué feliz te vas a sentir”. Pero Jesús no lo hace así.  Ve muy decidido al doctor y Jesús quiere hacerle saber que todo el monte no es orégano…  Que muchas veces –hacia afuera- se proyecta una figura triunfal, atractiva, acaramelada, de Jesús y de su obra mesiánica.  Y lo primero que debe saber es que ese mesianismo de Jesús es muy distinto del que ellos manejan. El Mesías, Hijo de hombre, que ni siquiera tiene un agujero propio, como las zorras, o un nido como las aves. Que el Mesías de Dios no tiene donde reclinar su cabeza…, su reino no es de este mundo, sus poderes no son humanos…  Ahora el letrado tiene los elementos en su mano para no ir de meras emociones. Si quiere seguir, ya sabe lo que hay…
La pregunta que nos queda en la curiosidad, es: ¿siguió?; ¿mantuvo su actitud incondicional?; ¿comprendió que seguía mereciendo la pena…, y que incluso ahora merecía más la pena?  El evangelista nos ha dejado abierta la puerta… Ahora nos toca a nosotros pensar.  Porque en la realidad del día a día, esta situación se nos repite una y otra vez. La emoción gozosa por la figura de Jesús nos puede llevar a grandes deseos.  Pero el evangelista no detiene la “emoción” y nos sitúa ante la realidad. Y sólo cuando esa realidad se calibra, se sopesa, se objetiva.., es cuando estaremos en la situación más real para decirle a Jesús que sí, con todas sus condiciones y consecuencias. A pensar en sincera oración.

Y pasamos a un segundo caso: un discípulo –ya lo era- viene a Jesús para decirle: permíteme ir primero a sepultar a mi padre. La redacción varía  mucho respecto de la de Lucas (que veíamos ayer).  Y sin embargo no podemos ni pensar que se tratara de que el padre del discípulo estuviera de cuerpo presente,  y Jesús fuera a negarle o dificultarle el deber de darle sepultura.  Hemos de mantener el caso al modo que lo planteaba Lucas, a pesar de ese circunloquio que necesita de interpretación.
El discípulo quiere dar un paso adelante en su seguimiento de Jesús. Jesús se va ahora a la otra ribera y parecería como una justificación de no poder seguirle ahora, porque tiene el deber de estarse con su padre mientras el padre viva.  Así seguía aquella norma de que el hijo menor quedaba en la responsabilidad de atender a su padre cuando todos sus hermanos se han casado.
Jesús le plantea una situación nueva…, la que un día expresaron los apóstoles ante el Consejo de los Ancianos: hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.  Es cierto que se ha de atender al padre que ha quedado solo. Pero están los hermanos casados… -“los muertos” (=los que no han sido llamados a una vida más alta)- y ellos pueden muy bien atender al padre, El más joven tiene ante sí una llamada expresa de Jesús. Y esa llamada está mirando a la VIDA…, a otra “dimensión”, la que Jesús ponía ante los ojos con su llamada…
Nuevamente deja el evangelista la pregunta o cuestión abierta. El que ahora toma el evangelio en las manos no está haciendo una meditación piadosa.  Se está encontrando ante un hecho evangélico.  ¿Cuál sería la respuesta de aquel discípulo? ¿Cuál debía ser?  ¿Cuál es la postura que vislumbra el que se acerca al Evangelio, sin sordinas ni camuflajes?
Ahí nos lo deja el evangelista.
Ahí estamos.  El tema ya no es “un libro”, “una narración”. El tema es un encuentro personal con  Jesús…, con la verdad de Jesús.

Algunos leves rasgos positivos
 se están dando en Ana Mari Bartolomé, esposa de Javier Madueño.
Estamos implicados en una oración masiva
que devuelva la plena alegría a ambos,
y a cuantos nos sentimos dentro de ese sentimiento de afecto

 hacia este matrimonio joven.

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